
Presidente Suárez. Porque usted siempre será mi presidente, don Adolfo. El mío y el de todos los españoles bien nacidos. Le recuerdo sentado en su escaño en el Congreso, imperturbable, mientras un patético Tejero profanaba con la traición y los disparos el templo de esa ansiada democracia que usted había devuelto a este país, sin enfrentamientos y sin traumas, y que nos devolvía también la libertad, la modernidad y el respeto a nosotros mismos como país y como ciudadanos.
En esa tarde de esperpento, yo también estaba allí, en la tribuna. Apenas iniciaba mi andadura como profesional y como ser humano, y si hasta entonces le respetaba y le admiraba, ese día me hizo comprender la diferencia entre el deber y la grandeza.
Y usted, don Adolfo, demostró que merecía pasar con letras de oro a nuestra historia entre los grandes. Por su obra, esa Transición que se ha convertido en referencia universal, por su generosidad, su voluntad de servicio, su honradez, su carisma y su nobleza.
Ya sé que usted no se acuerda. Que la cara amarga del destino le ha mostrado toda su crudeza, sin reparar en el bien que hizo a una España que no siempre supo compensarle como se hubiera merecido. Tuvo que soportar primero muchas deslealtades y alguna felonía, de quienes fueron sus compañeros de viaje en UCD.
También el juego sucio de sus contrincantes a diestra y siniestra, que conspiraban en la sombra para arrebatarle la gloria y el poder que se había ganado en la calle y en las urnas. Después el azar se ensañó con su familia, con Amparo, su mujer, y su hija Marian, para acabar clavándole sus garras en la mente, quizás para hacerle olvidar tanta injusticia.
"Ya no recuerda que fue presidente del Gobierno, no conoce a nadie y sólo responde a estímulos afectivos como el cariño", comentaba un día su hijo Adolfo. Y es desde ese cariño, el mío y el de todos los españoles bien nacidos, desde el que hoy quiero decirle en mi nombre y en el de ellos que si usted ya no se acuerda, nosotros y la historia sí nos acordamos. Por todo ello, y para siempre, ¡Gracias, Presidente!