Política

Perfil | El piloto de la Transición o cómo Adolfo Suárez reconcilió a las dos Españas

Adolfo Suárez. Foto: EFE.

"Cada noche escribía el guión de la Transición y, al día siguiente, como director de escena y primer actor, representaba". Las palabras de Manuel Campo Vidal retratan la trayectoria de este expresidente del Gobierno, el llamado por todos piloto de la Transición. Adolfo Suárez González, el presidente de la concordia, fue capaz de proyectar su ambición personal y transformarla en la de todos los españoles para romper las ataduras del franquismo y abrir las puertas a la democracia en España. Su última carta

Nacido en Cebreros (Ávila) el 25 de septiembre de 1932, nadie esperaba que Suárez se convirtiera en el elegido, ya que había otros políticos -como Manuel Fraga, Federico Silva Muñoz o José María de Areilza- mejor colocados para ello.

Presidente del Gobierno desde julio de 1977 a enero de 1981, Suárez creía en sus propias posibilidades y nadie hubiera hecho la Transición como él y en ese corto periodo de tiempo.

Ambicioso, joven e inexperto, Suárez recibió entonces las críticas de todos, los provenientes del franquismo y los que, tras él, protagonizaron también la Transición, a quienes tuvo que demostrar que apostaba igual que ellos por la democracia. Y lo hizo gracias a un carisma que todos le reconocieron. Por encima de todo, Suárez poseía encanto personal, poder de seducción. El que necesitó para que todos hicieran concesiones al otro, para que cedieran en favor del futuro que hoy vive España.

"Puedo prometer y prometo", fue la fórmula con la que se ganó la confianza de los españoles, esperanzados en superar un episodio negro de su historia.

Legalizar a comunistas

El expresidente del Gobierno era un personaje muy abierto que en discursos, mientras aún vivía Franco, hablaba claramente de democracia.

Atrevido, osado como demostró el 23-F y con una gran capacidad de decisión, su gran acierto fue pasar de la dictadura a la democracia tomando decisiones como la de legalizar el Partido Comunista de España.

Perteneciente a la clase política franquista, en la que alcanzó los cargos de viceministro del Movimiento y procurador en Cortes durante dos legislaturas, asumió los deseos de cambio del pueblo español cuando, el 3 de julio de 1976, fue nombrado presidente del Gobierno.

Como Felipe González afirma, Suárez "sentía el centro" y era "de un cierto talante progresista". Hijo y nieto de republicanos, tenía una convicción de que España, después de Franco, tenía que convertirse en una democracia. 

El mago de la telegenia

El expresidente también fue un gran comunicador, el más 'kennedyano' (por el presidente Kennedy) de los políticos españoles, y entendió que la televisión era un arma de gran ayuda para el ejercicio del poder".

Suárez, que había sido director general de Televisión Española entre 1969 y 1973, controlaba el medio como pocos políticos después lo han llegado a controlar en España.

Fernando Onega, su jefe de prensa en la Moncloa, no tiene dudas: "Suárez es el último héroe nacional".

Adiós a la vida pública

Fundador de dos partidos políticos, la Unión del Centro Democrático (UCD) y el Centro Democrático y Social (CDS), Suárez fue también el principal causante de su desaparición pues, en palabras de Leopoldo Calvo Sotelo, era "el clavillo del abanico" y, al abandonarlo, desbarató todas sus varillas.

Diseñó el espacio político del centro, que desde la disolución de UCD se han disputado los dos grandes partidos del país, PSOE y PP, pero pasó a la historia por ser el principal artífice de la Transición, un protagonismo que nunca quiso asumir.

Retirado de la política en 1991, dedicó sus últimos años a su familia y lo justificó así: "Yo ya he hecho mi trabajo y ahora tengo deudas que cumplir con ella, por tantos años que he dedicado a la política".

Fueron exactamente 42, una vida que amó profundamente hasta que el fracaso del CDS en las elecciones de 1982 le llevó a tomar su decisión de la que habló así en 1995: "Nunca voy a volver a ella, aunque sea difícil. Yo soy un político de raza. Es lo que más me gusta. Diría incluso que no sé hacer otra cosa".

A raíz de la muerte de su esposa, Amparo Illana, Adolfo Suárez sufrió una cruel enfermedad que dejó sin recuerdos a quien había sido memoria viva de la Transición aunque, en compensación, le ahorró el dolor de asistir a la muerte de su hija mayor, Marian.

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