
"El referéndum no se va a celebrar y mientras sea presidente no habrá independencia de ningún territorio". La proclama de Mariano Rajoy volvió a dejar clara la posición del Gobierno ante el soberanismo de Cataluña. Este mismo lunes, el político del PP apostó en Antena 3 por incrementar los lazos entre catalanes y españoles. "Ese es mi plan", zanjó. Lo que no decía Rajoy es que, tras la petición del Parlament de poder convocar consultas, el Ejecutivo central había congelado el diálogo con los emisarios de Artur Mas. "Sí habrá consulta dentro del marco de la ley"
Moncloa y la Generalitat enarbolan desde hace meses la bandera del diálogo, pero sólo a medias, un "sí pero no". El primero en dar un paso al frente fue el president del Govern, que en la Diada de 2013 hizo una clara invocación, repetida tras la carta entre ambos mandatarios.
Desde entonces, ambos bandos se han medido, valorando las fuerzas del rival. El objetivo era mostrarse abiertos a la discusión, aunque tanto el PP (ya con el apoyo del principal partido de la oposición, el PSOE) como los soberanistas tenían también otra meta: el grupo que sostiene al Ejecutivo debía mostrar su fortaleza al amparo de la Constitución, mientras que Mas optaba por la vía de la unilateralidad. En este contexto, comenzó el juego de los noes.
Un pasito para adelante...
De este modo, Rajoy reclamaba este otoño "responsabilidad, lealtad institucional y respeto al marco jurídico vigente", mientras los catalanes insistían en su oferta. Así, el portavoz de CiU en el Congreso y líder de la moderada UDC, Josep Antoni Duran, trataba de reconducir la situación, mientras que el portavoz del Govern, Francesc Homs, criticaba el "nulo interés" del PP por sentarse a la mesa.
Pese a las dificultades, el diálogo echó "a andar", tal y como admitió en octubre tanto la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, como el propio Mas. La presión de agentes económicos y sociales -los empresarios, sin ir más lejos- también contribuyó al acercamiento de unos y otros, que dulcificaron sus tesis. Pese a todo, los catalanes pronto lamentaron la falta de resultados concretos: Mas se había enrocado en su deseo de convocar la consulta y Rajoy replicaba con la Carta Magna. Tocaba volver a empezar desde cero.
... y otro para atrás
Tras las Navidades, Artur Mas dinamitaba el diálogo con Madrid: el Parlament catalán pedía al Congreso de los Diputados poder convocar consultas, paso previo necesario para acometer el referendo del 9 de noviembre de 2014 sin saltarse la legalidad vigente. El president optaba así por el puñetazo en la mesa, ante lo que Rajoy también respondió con dureza: las decisiones "unilaterales, una detrás de otra" que se están adoptando sin "comunicárselas a nadie" ni buscar "un entendimiento" hacen "imposible dialogar", señaló esta misma semana.
Su posición, en cualquier caso, no es un brindis al sol. En la práctica -la autonomía, pese a todo, ha buscado el diálogo desde noviembre-, Rajoy ha respondido con el mismo "no" a los interlocutores catalanes que se dirigen al Gobierno para pedir una reunión entre el presidente y Mas.
El político gallego se niega a negociar las condiciones para celebrar el referéndum inconstitucional y Presidencia repite su argumento como una cantinela: solo habrá encuentro entre ambos dirigentes para tratar un nuevo modelo de financiación autonómica y éste se producirá en verano. ¿Y el desafío catalanista? Por ahora, Rajoy está tranquilo y seguro de que el órdago de Mas no saldrá adelante.