
La entrevista de anoche en Antena 3, pulcra y completa en lo periodístico, resultó de una absoluta inanidad en lo político. Es tan previsible Rajoy en sus enunciados que el observador acaba dudando de que sea su influjo el que determina el curso del país. Sin embargo, la inefable intervención defendiendo a la infanta, habrá hecho palidecer a la justicia. Rajoy: "A la infanta le irá bien"
Porque entre la indolencia y la prudencia hay una raya fina que en ocasiones se vuelve sencillamente invisible.
Que el presidente del Gobierno, ante el problema sobrecogedor de la amenaza independentista de Cataluña, sin duda el conflicto de más calado político que nos aqueja desde la instauración de la democracia, nos diga que tiene un plan, sin aclarar en absoluto detalle alguno del mismo, es, digámoslo benévolamente, desconcertante.
Mientras toda la ciudadanía cavila sobre la cuestión, idea y propone soluciones, efectúa prospecciones históricas para mejorar el diagnóstico de la ruptura en ciernes, etc., etc., el titular del poder ejecutivo y líder de la mayoría parlamentaria nos asegura simplemente que tiene un plan. ¿Y qué espera que hagamos, ante tan clamoroso anuncio, los ciudadanos? ¿Qué nos desentendamos de la cuestión, totalmente tranquilos al saber que el estadista ya ha alumbrado su estrategia? ¿O qué nos agolpemos en los aeropuertos para huir despavoridos del país porque ya es manifiesto que nadie va a mover un dedo para solucionar el contencioso?
Volcado con la infanta
El otro gran tema abordado por Rajoy ha sido el de la inculpación de la infanta por el juez que instruye la causa contra su esposo, Iñaki Urdangarín. En síntesis, Rajoy, que mencionó el deseo regio de que la ley sea igual para todos, cree que "la infanta es inocente" por lo que "todo saldrá bien". Inefable intervención, que habrá hecho palidecer al magistrado que ha llenado más de doscientos folios para tratar de demostrar lo contrario. Gallardón: La infanta no es culpable hasta que no lo determine un tribunal.
Y en cuanto a la corrupción, de tal volumen que muchos ciudadanos nos sonrojamos al vernos observados desde fuera con espíritu crítico, no se ha manifestado en boca de Rajoy ni un ápice de pedagogía, ni una brizna de contrición en nombre de un partido, el suyo, y de una clase política que no han estado a la altura de las circunstancias y se han despeñado por la pendiente de la avaricia y la mediocridad.
Por lo demás, ya sabemos que deberemos soportar a los ministros abrasados hasta el final de la legislatura, obstinación que se presenta como virtud cuando lo natural es mantener al frente del país a los mejores, lo que obliga a descabalgar a tiempo a los que no lo son. Y poco más ha dado de sí una entrevista que no ha logrado disipar la sensación de opacidad que envuelve sistemáticamente al entorno presidencial.