
"Le pido que renuncie, le pido que dimita". El PSOE ha pasado al ataque contra el PP y su jefe, Alfredo Pérez Rubalcaba, quiere la cabeza del presidente, Mariano Rajoy. Los socialistas, que hasta ahora habían protagonizado una oposición poco agresiva, aspiran a convertir el debate sobre el estado de la nación de la próxima semana en un debate sobre el estado de la corrupción, envalentonados por los papeles de Bárcenas y el caso de los presuntos sobresueldos en dinero B de Génova 13.
Rubalcaba considera que la situación de España es "ingobernable" y amaga con la moción de censura. Pero sin lanzar el golpe. Ferraz opta por esta estrategia porque considera que sus rivales políticos no contemplan por ahora ni la cuestión de confianza, ni la convocatoria de elecciones anticipadas ni la dimisión en bloque. Nada por un lado, nada por el otro, ya que Ferraz es consciente de la creciente debilidad electoral de Rubalcaba.
La táctica de Aznar
Por ello, el líder del principal partido de la oposición copia el "váyase, señor [Felipe] González" de José María Aznar. Esta arenga, que el expresidente pronunció en el debate de 1994, no obtuvo réditos inmediatos pero anticipó el cambio en La Moncloa que tendría lugar en 1996. Ahora es Rubalcaba el que esgrime este arma contra Rajoy.
El objetivo, a poco días de que comience el debate en el Congreso de los Diputados, es cercar al Ejecutivo, lacerarlo, y así desgastar el crédito que aún tiene Rajoy. Pero, ¿contempla el PSOE en realidad la posibilidad de una moción de censura? ¿Considera Ferraz que tiene legitimidad política para ello, pese a que las encuestas confirman el descrédito del que antes fuera vicepresidente con José Luis Rodríguez Zapatero?
Este mecanismo, recogido en los artículos 113 y 114.2 de la Constitución y en los artículos 175 a 179 del Reglamento de la Cámara Baja, debe ser propuesto al menos por la décima parte de los diputados, es decir, 35 de los 350 aforados. Precisamente, ICV-EUiA ya tanteó esta vía a principios de mes, mientras los socialistas aguardan agazapados.

El escrito para iniciar este procedimiento, motivado y dirigido a la Mesa del Congreso, tendría que incluir un candidato presidencial. Y aquí estriba parte del problema socialista: según el último CIS, Rubalcaba inspira "poca o ninguna confianza" al 88% de los españoles.
Quinielas y más quinielas
Rajoy se ha apresurado a denunciar la existencia de una suerte de conspiración contra sus filas. Así, el jefe del Ejecutivo insiste en la idea de que el partido está siendo atacado frontalmente, aunque admite desconocer quién es la mano negra que mueve las fichas. "No sé quién manipula los datos ni quién los filtra dosificadamente", argumenta Rajoy ante el 'caso Bárcenas'.
Ante este cuestión de nombres, dos rotativos opuestos en lo ideológico han aventado esta teoría. Según fuentes consultadas por ABC, "esto es la guerra (...). Van a por Mariano": en concreto, el diario conservador identificaba dos "vectores", uno desde "los pasillos del partido" y el otro proveniente "del propio Bárcenas, su exabogado Trías o, incluso, de los rescoldos de un exmagistrados".
Antes, y desde las páginas de El País, Enrique Gil Calvo ensalzaba a Alberto Ruiz Gallardón, el ministro de Justicia y uno de los miembros del gabinete más cercanos al Grupo Prisa, como posible sustituto. Esta misma semana, la prensa barajaba la posibilidad de un gabinete de concentración, con Rubalcaba como vicepresidente.
Otra opción, más remota aún, sería la asunción de un candidato tecnócrata, una suerte de Mario Monti a la española que podría encarnarse incluso en Joaquín Almunia, vicepresidente comunitario, comisario europeo de Competencia, exsecretario general del PSOE y ministro socialista.
Desde otro espectro político, también ha dado un paso adelante Josep Piqué, presidente del Círculo de Economía y de Vueling y exministro de Aznar.
En cualquier caso, una moción de censura supondría un duro varapalo para la estabilidad económica del país y podría desanimar a los inversores extranjeros y hacer que la prima de riesgo se disparara. Casos como el italiano, y la pugna entre Pier Luigi Bersani, Mario Monti y Silvio Berlusconi, desaconsejan ese escenario.
Absoluta o miedo a la 'fuga'
La moción de censura, que nunca podría ser votada hasta cinco días después de su presentación (en las dos primeras jornadas del plazo caben también mociones alternativas), exige para ser aprobada una mayoría absoluta, es decir el voto de 176 diputados.
En la actualidad, el PP tiene 186 actas, por 164 de la oposición en bloque. Por tanto, para llegar a la cifra mágica 12 aforados populares tendrían que cambiarse de bancada, y eso ya sin contar la rara amalgama política resultante: socialistas con los populares díscolos, nacionalistas -tanto de izquierda como de derecha- con UPyD, los miembros del Mixto; e incluso la izquierda abertzale radical de Amaiur.
Pese a las discrepancias ideológicas, personificadas en Aznar y Esperanza Aguirre, tampoco parece sencillo que una docena de parlamentarios conspiraran para la caída de Rajoy. Así, aunque Génova 13 parece fagocitar al Ejecutivo, el gallego se afana en mostrar unidad interna.
Las palabras de Aguirre, más que unas declaraciones, son un aviso a navegantes, con un mensaje alarmante para Rajoy. La lideresa, cuya "deslealtad sin límites" al señalar a Ana Mato indignó a la cúpula del PP, lo tiene claro: "Nos debemos a los electores y no a las cúpulas", sentenció, haciendo referencia a la imagen que ha dado el Partido Conservador en Reino Unido, con la militancia fracturada a la hora de votar sobre el matrimonio homosexual. Malas noticias para Rajoy.
Sea como fuere, de no salir adelante la moción de censura, los signatarios no podrían presentar otra durante el mismo periodo de sesiones. Sin embargo, si prosperara, la Cámara expresaría su desconfianza al gabinete para respaldar una alternativa de gobierno, siempre en el espíritu de voto constructivo.
Así, el Ejecutivo presentaría su dimisión al Rey y se entendería que el nuevo candidato está investido de la confianza de la Cámara: Juan Carlos I le nombraría presidente.
Dos únicos antecedentes
Desde la Carta Magna de 1978, sólo se ha presentado una moción de censura en dos ocasiones.
La primera fue en 1980 y la plantearon los socialistas contra Adolfo Suárez (UCD). El candidato era González y la iniciativa fue defendida por Alfonso Guerra. La moción, que se debatió durante 20 horas, fue rechazada por los 166 votos del grupo parlamentario centrista, que se quedó solo. Faltaron 24 votos para conseguir la mayoría necesaria.
La segunda moción de censura fue presentada por el PP contra el gobierno socialista de González el 23 de marzo de 1987, un mes después de haberse celebrado un debate sobre el estado de la nación en el que no pudo intervenir el nuevo presidente del grupo mayoritario de la oposición, Antonio Hernández Mancha, por no ser diputado. La mayoría absoluta del PSOE se sumó a los sufragios de IU, PNV y EE para hacer naufragar la iniciativa. / E.L.
