
Tras su salida de La Moncloa, pronto hará un año, después de que el PSOE encabezado por Rubalcaba perdiera estrepitosamente las elecciones del 20N, y luego de haber pilotado la renovación de su partido en el congreso de febrero en Sevilla, el expresidente Zapatero ya sin cargo alguno en el PSOE, ha estado discretamente apartado de la vida pública, digiriendo su propia historia personal y probablemente abrumado por la culpabilización que el Partido Popular ha hecho de su persona, como si fuera en realidad el causante de todos los males de la patria.
La opinión pública debió creer algo parecido cuando propinó al PSOE, dirigido por el que fuera número dos de ZP en la última etapa, el singular castigo del 20N, los peores resultados del partido socialista en toda la etapa democrática. Sin embargo, la opinión pública ha terminado empalagada con tanto desvío de responsabilidades al expresidentes para encubrir las cada vez más obvias culpas que han ido contrayendo los nuevos gobernant... que también protagonizaron la etapa 1996-2004 durante la cual se formalizó y erigió la inefable burbuja inmobiliaria, alentada por la reforma de la Ley del Suelo de Aznar de 1998.
Sobrellevar la carga
Hoy por hoy, Zapatero ha de sobrellevar la carga derivada de la gestión de la crisis, que objetivamente supuso un gravísimo empeoramiento de la situación del país y su propia inmolación ideológica al tener que aplicar recetas reñidas con su ideario y su programa. Sin embargo, empieza a clarear la negrura de aquellos pasajes del pasado reciente. Sin duda, Zapatero cometió errores pero no precisamente aquéllos que con tanta seña le señalan sus adversarios.
La política económica de Zapatero, incluidos los planes E, expansivos, estuvo en líneas generales dictada por el G-20 como los especialistas ya han reconocido. Igualmente, cuando en mayo de 2010 tuvo que llevar a cabo el gran recorte, instado por los mismos que hasta poco antes propugnaban políticas keynesianas, quienes no estuvieron a la altura fueron sus contrincantes populares, que pusieron a España en riesgo de rescate al votar en contra. Zapatero, en cambio, no llegó a entender que era su obligación reformar el sistema fiscal de forma que fuese capaz de mantener el estado de bienestar que él mismo había culminado con la ley de Dependencia, y que había de ser sostenible aun sin burbuja inmobiliaria... Bajar impuestos no era de izquierdas sino servir a los intereses de la derecha, como se vio después: con un sector público tan liviano, los grandes servicios públicos se precarizarían a la primera contrariedad.
Zapatero resucitará, sin duda, personal y políticamente, en cuanto pase el tiempo necesario, y se convertirá en un florero ilustre como corresponde. Ha tenido mala suerte con la coyuntura pero deja un legado moral apreciable que nadie le podrá negar. De momento, ha aparcado sus libros de memorias, y ha hecho bien: le conviene dejar que el tiempo pase para que ponga a cada cual en su lugar. Viaja mucho, de incógnito; lee, habla con los amigos, procura que no le reconozcan. Es una buena cura de serenidad en quien ha tenido que capear al gran temporal que todavía nos conturba.