Política

El análisis: Es impensable que Rubalcaba seduzca a corto plazo

Rubalcaba, actual líder del PSOE. Imagen: Archivo

La historia se repite: cuando el PSOE perdió el poder en 1996, tras la 'dulce derrota' de Felipe González a manos de Aznar, se abrió un período de desconcierto semejante al actual. Ahora, Rubalcaba -que hoy calla en los pasillos- ya ha recogido el diagnóstico de las urnas: por lo que es impensable que el mismo candidato pueda seducir a corto plazo a su clientela natural.

La historia se repite: cuando el PSOE perdió el poder en 1996, tras la 'dulce derrota' de Felipe González a manos de Aznar, se abrió un período de desconcierto semejante al actual. En el XXXIV Congreso de 1998, Felipe González anunció por sorpresa que se retiraba de la secretaría general pero puso toda la carne en el asador para conseguir que Joaquín Almunia fuera su sucesor, lo que le aseguraba el mantenimiento del control sobre el aparato.

Soluciones de antaño

Las bases reaccionaron mal a aquella solución impuesta y al convocarse unas primarias para elegir al candidato a las elecciones generales del 2000, eligieron a Borrell frente al candidato oficial, Almunia. Dimitido aquél por descubrirse un episodio de corrupción de unos colaboradores, Almunia tomó su lugar y cosechó los peores resultados del PSOE? con excepción de los que ha logrado Rubalcaba el 20 de noviembre pasado. En aquel periodo, el Partido Socialista sólo levantó realmente el vuelo cuando se celebró, todavía en el 2000, el XXXV Congreso poco después de aquella descomunal derrota.

El nuevo PSOE

Al contrario de lo que sucedió en el congreso anterior, esta vez se presentaron cuatro candidatos que compitieron abiertamente por alzarse con la secretaría general: Rodríguez Zapatero, José Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez. Como se sabe, ganó Rodríguez Zapatero frente a Bono por muy escaso margen.

Lo relevante del cambio del 2000 no fue solo el surgimiento de un nuevo líder perteneciente a la generación siguiente a la que había gobernado con González sino la irrupción de gentes y caras nuevas en los puestos de responsabilidad interna. El relevo fue completo, y con las personas cambiaron el estilo, el tono y el mensaje. El 'nuevo' PSOE no repudiaba la anterior etapa de poder pero era consciente de que habría que abrir un nuevo ciclo sobre presupuestos distintos.

El relevo de Rodríguez Zapatero sigue las pautas de aquel proceso antiguo, aunque este expresidente sí que se ha apartado definitivamente de la política activa.

Rubalcaba, el más genuino representante del aparato de Ferraz, padeció el 20-N la mayor derrota del socialismo en democracia. Y el Congreso de Sevilla, en el que se enfrentaron dos representantes del zapaterismo ?Rubalcaba y Chacón- no promovió cambio alguno.

Si el 20-N el PSOE sufrió un rechazo sin precedentes, después del Congreso no había ni una sola razón para que el rechazo cesase. En definitiva, la renovación necesaria, instada bien explícitamente por el electorado al propinar el varapalo electoral, tan sólo se realizará y resultará verosímil cuando tenga lugar un Congreso completamente abierto con varios candidatos a la secretaría general, y una vez que cambie sustancialmente el equipo directivo, y con él el tono y el estilo.

Incapacidad para seducir

Por decirlo más claro, Rubalcaba ya ha recogido el diagnóstico de las urnas: en el no que cosechó el PSOE en 2011 hubo incluso con ensañamiento, por lo que es impensable que el mismo candidato pueda seducir a corto plazo a su clientela natural.

Los datos electorales en Galicia y en Euskadi corroboran estas tesis. Tiene que fallar algún elemento estructural importante en el PSOE para que, en plena campaña de ajustes radicales que están presionando sobre la ciudadanía, los candidatos socialistas vasco y gallego sufran un castigo tan virulento como el que han recogido.

Es ceguera no ver que la sociedad exige del PSOE catarsis y absoluta renovación. Lo que no impediría que en el futuro fueran rescatados personalmente todos o casi todos los dirigentes actuales. Hay que recordar que, pese a que Zapatero llegó al poder al frente de un equipo de su edad, algunas personalidades del felipismo hicieron carrera con ZP. El caso de Rubalcaba es el más elocuente.

Es probable que el PSOE tenga también, además de los mencionados, problemas ideológicos, pero puede darse por seguro que no son decisivos para realizar el diagnóstico de situación. Los únicos ajustes relevantes que el socialismo español tiene que hacer se refieren al modelo de Estado y probablemente deban consistir en un sincero avance en la definición federalista (el PSC sí tiene que recomponerse ante el envite catalán, pero esta es otra cuestión).

El peso de Europa... desafección

En lo demás, todo el mundo sabe que los partidos de gobierno están más condicionados hoy por las directrices europeas que por sus propias preferencias. De ahí que al PP no se le castigue por haber variado sobre la marcha su programa y que no tenga fundamento la idea de que al PSOE se le está postergando por su programa.

Son también infundados los temores de escisión (en el PSOE estatal; en el catalán, todo puede ocurrir) que se citan en algunos ambientes, pero no los de una contribución nociva a la decadencia del sistema de representación, cuestión en la que los socialistas comparten responsabilidad con los populares. Las encuestas aseguran que PP y PSOE ya sólo representan conjuntamente a poco más del 50% del electorado español. Si prosigue este ascenso de la desafección, el mapa conocido de partidos podría saltar por los aires, con la consiguiente incertidumbre.

En cualquier caso, PP y PSOE son elementos del mismo engranaje y la buena salud del sistema pasa por la complementariedad de las formaciones turnantes. De ahí que la renovación del PSOE no sea exclusivamente un asunto interno de los socialistas.

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