
Es cada vez más evidente que el PSOE no ha resuelto sus problemas internos y que la opinión pública se está percatando de ello con su proverbial sagacidad. Las razones son varias. La formación no se ha renovado tras la derrota de Rubalcaba. En segundo lugar, el Partido Socialista no acierta con los plantemientos estratégicos. Entre tanto, se hace fuerte la oposición interna al líder de los socialistas.
En efecto, la ruptura del PSOE andaluz ?el gran vivero de votos del socialismo español- en el reciente Congreso, en el que Griñán fue reelegido con un inusual 30% de abstenciones, procedentes de varias agrupaciones disconformes con su manera de gobernar el partido, no hace sino manifestar de forma pública una quiebra que, en parte, es consecuencia del malestar generalizado que aqueja a la principal fuerza política de la oposición tras la derrota del 20N.
Transcurridos seis meses del nuevo gobierno, las encuestas son bien expresivas: el Ejecutivo ha experimentado ya el desgaste que ocasiona tener que gobernar en tiempo de crisis, tomando decisiones impopulares y sin posibilidad siquiera de señalar un horizonte de optimismo a medio plazo. Pero lo llamativo no es que el PP haya bajado en su cotización siete u ocho puntos porcentuales desde el 44,6% que obtuvo el 20N del año pasado, sino que el PSOE, que consiguió entonces un esmirriado 28,7%, haya bajado también desde entonces no menos de cinco puntos, y con tendencia a continuar descendiendo.
Las causas del declive del PSOE
Dos son las causas de este declive, preocupante que podría dar lugar a un 'sorpasso' de una tercera fuerza que desequilibrase el binomio que ha estabilizado hasta ahora la vida parlamentaria de este país:
En primer lugar, se hace patente que el PSOE no ha llevado a cabo la necesaria renovación, que resulta inexorable después de una derrota tan rotunda como la experimentada por el partido que gobernó la pasada legislatura. Cuando la primera salida del PSOE del poder, en 1996, la formación no recuperó el pulso hasta que, tras la mayoría absoluta del PP en el 2000, frente a Almunia como candidato del PSOE, se produjo la gran renovación generacional en un Congreso abierto en que pugnaron Zapatero y Bono (y otros candidatos), con victoria para el primero. Después del 20N, sin embargo, el Congreso socialista decidió por estrecho margen la continuidad de Rubalcaba, un político de indudable valía y de gran capacidad que sin embargo lo fue todo en el anterior período y ya no podrá librarse de su propio pasado ni de la memoria de los españoles.
En segundo lugar, el PSOE no acierta en sus planteamientos estratégicos, que tampoco son fáciles de enjaretar, ya que, de un lado, ha de efectuar las tareas de contradicción y control que le conciernen como primera fuerza de oposición que es, y, de otro lado, tiene el deber de apoyar al Gobierno en aquellas decisiones fundamentales en que este país se juega el ser o no ser. Con toda evidencia, los socialistas, que mantienen un absurdo juego esquizofrénico a favor y en contra del Ejecutivo, no han sedimentado con claridad su propia posición con respecto a la crisis, y ello les impide mantener una actitud rectilínea y congruente. Por decirlo más claro, no acaba de verse cuál es el modelo alternativo de ajustes y recortes que el PSOE desearía imponer en lugar del que legítimamente desarrolla el Gobierno.
La digestión de la derrota
En política, la digestión de las derrotas es siempre lenta, los eclipses de quienes han de marcharse de la primera línea política llegan despaciosamente y el orto de los nuevos valores tarda tiempo en tener lugar. En cualquier caso, las dificultades de la coyuntura por la que atravesamos deberían acicatear al PSOE para que recompusiera la figura cuanto antes.
En otoño, los socialistas celebrarán una conferencia política, que resultará probablemente decisiva para fijar las reglas del juego con vistas a las próximas elecciones, que en principio deberían celebrarse en 2015 pero que evidentemente podrían anticiparse si sucediesen determinadas situaciones de emergencia, que nadie descarta.
La oposición interna a Rubalcaba
De entrada, ya parece irrevocable el criterio de separar los cargos de secretario general del PSOE y de candidato en unas primarias a la presidencia del Gobierno. Todo el sector que no apoya incondicionalmente a Rubalcaba ?es decir, García Page, Tomás Gómez, Griñan, Chacón y sus partidarios- y que quedó en minoría en el Congreso de Sevilla así lo exige, y difícilmente se podrían encontrar argumentos para plantear la cosas de otro modo. Con la particularidad de que si prosperase este criterio, sería más fácil para Rubalcaba dirigir el partido, ya que el futuro quedaría completamente abierto.