Política

Análisis: ¿Elecciones anticipadas? Rajoy debe buscar apoyo si intervienen España

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Foto: Archivo.

La posibilidad de que España sea rescatada está sobre la mesa. Ni siquiera los que creen que esto no sucederá -al menos a la manera griega, irlandesa o portuguesa- pueden desdeñar la hipótesis. Así, recobra fuerza la la posibilidad de que se arbitre una especie de rescate financiero para llevar a cabo la recapitalización del sistema bancario (del orden de los 50.000 ó 60.000 millones de euros), a cambio de contrapartidas concretas que no supondrían una cesión excesiva de soberanía.

El rescate tendría un efecto psicológico y económico gravísimo. Como ha dicho De Guindos, supondría pasar de la recesión a la depresión, y la pérdida de muchos puntos de PIB, lo que retrasaría desesperantemente la recuperación. En consecuencia, hacen bien el Gobierno rechazándolo y la oposición respaldando esta postura. En cualquier caso, parece claro que, si hubiera que tomar esta amarga determinación, resultaría deseable que el Gobierno ampliara su base. La posibilidad de convocar elecciones existiría, pero probablemente resolvería poco y agravaría aún más la debilidad del país ante el exterior.

La falta de liderazgo

De cualquier modo, con rescate o sin él, empieza a asomar un manifiesto problema de falta de liderazgo, que no debe interpretarse como una desautorización global del Gobierno sino como la detección de algunas lagunas graves que habrá que rellenar.

Recientemente, la Unión Europea ha vertido sobre España críticas relevantes que merman la credibilidad de nuestra economía. Todo ello ha generado en ciertos sectores de la opinión pública la sensación de que hay en España una cierta falta de liderazgo, que estaría también en el origen de la defección de los inversores y en las fuertes salidas de divisas que se han registrado últimamente.

En la misma dirección ha apuntado una observación que realizó ayer Duran i Lleida, quien ha avisado al PP de que la mayoría absoluta no basta ante la actual situación de emergencia: el Gobierno debe hacer lo posible para movilizar mayorías cualificadas, para generar consenso, para transmitir al exterior la sensación de fuerza que a veces no aparece.

Y también hay que interpretar en el mismo sentido una propuesta de tres prestigiosos economistas de Fedea -Fernández-Villaverde, Garicano y Santos, catedráticos en Pensilvania, la London School of Economics y Columbia- que aparece hoy en la prensa y en la que han pedido un nuevo gobierno "con apoyo de los partidos mayoritarios y de los expresidentes, compuesto por políticos competentes y técnicos intachables", dispuesto a acometer las reformas, a reforzar el compromiso con Europa y a gestionar la recapitalización del sistema financiero después del estropicio de la burbuja.

Sería inimaginable, desde el punto de vista de la ortodoxia democrática, que este hipotético gobierno de concentración no estuviera presidido por el ganador de las elecciones, Mariano Rajoy, pero no es descartable que su formación resulte necesaria para terminar de poner al país en situación, de cara a una salida potente de la crisis económica. En cualquier caso, es claro que hay que reforzar el liderazgo actual mediante una convocatoria amplia de apoyos, adhesiones y pactos que refuercen a España de cara al exterior.

Las tensiones periféricas

El debilitamiento de España como país podría estimular la pretensión soberanista de la periferia. Y, de hecho, es evidente que Artur Mas trabaja intensamente en la causa del pacto fiscal aprovechando el impacto psicológico de los recortes sobre la población (el argumento de que los recortes serían menores si Cataluña fuera tratada justamente es demoledor, aunque los maduros catalanes adviertan la carga de demagogia).

Sin embargo, la sensación que predomina no va en absoluto en esa dirección: la crisis nos iguala a todos, y Cataluña es la primera en exigir participar en la solución del problema, como se ha visto en las palabras de Duran recogidas más arriba.

En definitiva, en momentos de dificultad se advierte el papel protector del Estado, lo que aplaca las tensiones identitarias y diferenciales. Si el soberanismo se impone, será en definitiva en momentos de euforia más o menos irreflexiva.

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