
La entrevista que mantuvieron el viernes pasado Rajoy y Rubalcaba debió servir para forjar los mimbres de un productivo consenso en lo tocante a la política económica y a la reforma financiera. Pero la polémica interna en el PSOE ha cambiado las tornas.
La difícil oposición al Gobierno
El PSOE se debate entre el consenso y la exigencia de transparencia. La entrevista que mantuvieron el viernes pasado Rajoy y Rubalcaba debió servir para forjar los mimbres de un productivo consenso en lo tocante a la política económica y a la reforma financiera. Sin embargo, ha sido patente una evolución del principal partido de la oposición, que, después de un debate interno en que el sector alineado con Chacón reclamó la exigencia de la máxima transparencia, ha terminado pidiendo una comisión de investigación sobre Bankia que permita el esclarecimiento de lo sucedido.
División en las filas socialistas
La polémica interna en el PSOE, que trascendió a la opinión pública por una filtración, revela evidentemente la tensión existente, irresuelta por lo ajustado de la victoria de Rubalcaba en el reciente congreso de Sevilla, pero además expresa un dilema inexorable que habrá que resolver, y que también afecta al PP: es comprensible que el Gobierno defienda la tesis de que no es bueno para el crédito exterior de España pregonar los despropósitos que han llevado a Bankia a la situación extrema en que se ha producido el salvamento de la institución, pero es asimismo evidente que la irritación social, que ya es inmensa ante lo ocurrido, llegaría a extremos paroxísticos si el Gobierno y el PSOE se confabularan para taparlo todo.
En otras palabras, la opinión pública sólo entendería el consenso Gobierno-PSOE si se realiza sobre la base de una absoluta transparencia, y no si adquiere la apariencia de una confabulación cómplice para que no trascienda ni la incompetencia de Fernández Ordóñez ni la insolvencia sospechosa de los sucesivos administradores de CajaMadrid, Unicaja, etc.
Es patente que los dos grandes partidos entienden esta doble tarea que les incumbe: resolver los problemas pero también guardar el decoro. No se puede seguir exigiendo sacrificios a los ciudadanos sin ofrecer un horizonte más o menos luminoso a largo plazo e impidiendo al mismo tiempo que se reclamen responsabilidades a los principales autores del desastre.
¿Tensión irreal?
Así las cosas, es claro que aunque PP y PSOE tengan un acuerdo de fondo sobre lo fundamental ?la estrategia frente a Berlín y cómo presentarse ante Europa-, están obligados a mantener cierta tensión entre sí para que funcionen los mecanismos parlamentarios. Si se hiciera de otro modo, se correría el riesgo de estimular, como en Grecia, opciones radicales, terceras vías y formaciones antisistema que sirvieran de cauce a la indignación.