El reciente cambio de Gobierno de los socialistas a los populares en España ha dejado en evidencia una diferencia radical en lo que se refiere a estilo presidencial. Políticas y decretos aprobados aparte, ¿qué presidente está eligiendo las formas más adecuadas a lo que espera o exige la sociedad española?
Durante la cruda segunda legislatura, José Luis Rodríguez Zapatero fue víctima de su propia imagen, presente en cada propuesta, en cada comunicación del Gobierno y en cada comparecencia. Muchos analistas aseguraron que Zapatero quemó su imagen por sus omnipresentes apariciones. El presidente dio la cara en los malos tiempos de la crisis, pero la estrategia de responsabilidad personalista se volvió contra él hasta el punto de que la sociedad adoleció de una saturación del entonces jefe del Ejecutivo, y terminó identificándole como el mismísimo rostro de la crisis económica.
Quizá Rajoy haya sido muy consciente de ese desgaste sufrido por su oponente político durante los últimos ocho años y esté especialmente preocupado en no seguir por los mismos derroteros. En este sentido, el actual presidente ha tomado el camino radicalmente opuesto, por el que también está siendo muy criticado por medios y expertos políticos.
Frente a un desgaste que ya en tres meses han hecho evidentes los estudios demoscópicos, el líder de los populares apostó por blindarse con una suerte de escudo protector encarnado por Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta y 'mensajera' oficial de las malas noticias.
Rajoy, el don de la invisibilidad
Las escasas comparecencias en el Congreso por parte del presidente, e incluso salidas al modo de 'la de Villadiego' desde la puerta de atrás de la sede parlamentaria para evitar a la prensa le están granjeando a Rajoy una fama de 'escapista' y numerosas críticas por su invisibilidad ante un escenario socio-político tocado por una gravedad que exige respuestas.
La gota que colmó el vaso fueron los rumores de que el Ejecutivo popular evitaría la celebración del Debate sobre el Estado de la Nación en este año, escudándose en la peculiaridad de que nunca tienen lugar en años electorales (los comicios fueron adelantados a noviembre de 2011).
La noticia fue acogida como una muestra más de 'escaqueo' por parte del presidente para dar la cara en el Parlamento y la oposición socialista aprovechó para 'hacer leña' de la actitud en la que se ha enrocado Mariano Rajoy y para enfatizar la necesidad de programar el Debate.
Finalmente, parece ser que, convencido por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, el presidente del Gobierno ha anunciado que prepara la cita para debatir sobre la coyuntura socio-económica del país en julio, antes de las vacaciones de verano. La 'mano derecha' del jefe del Ejecutivo podría haber alegado que sería un buen momento para que Rajoy tenga la posibilidad de explicar con detalle las reformas acometidas a los ciudadanos y, matando al segundo pájaro de un tiro, callar las bocas de los que le acusan de escapismo.