
Rubalcaba no ha alcanzado todavía los 100 días como secretario general del PSOE tras su elección en el Congreso de Sevilla el 4 de febrero pasado pero sí se ha desempeñado como jefe de la oposición desde que Rajoy ejerce de presidente del Gobierno, por lo que vale el parangón. Y tiene sentido que, junto al aluvión de análisis que se han publicado sobre los cien días de Rajoy, alguno se entretenga en examinar el envés de la hoja, es decir, la trayectoria de quien, en este momento, tiene la ingrata labor de representar al principal partido de la oposición, expulsado abruptamente del poder el 20N por un cúmulo de concausas entre las que hay que citar la gravedad de la crisis y la dudosa gestión que de ella hizo el equipo saliente, del que Rubalcaba era personalidad destacada.
Del congreso sevillano salió con escaso empuje dado lo exiguo de su victoria frente a Chacón: el partido quedó ostensiblemente dividido, con la particularidad de que Rubalcaba, por edad y por biografía, difícilmente podrá encarnar la imagen de rejuvenecimiento y regeneración que precisa la formación política que ha cumplido las dos anteriores legislaturas.
Balón de oxígeno en Andalucía
La tarea de Rubalcaba no es fácil, tanto por lo reciente de la derrota cuanto por la dificultad que entraña criticar a quien gobierna cuando se acaba de gobernar y se tuvo oportunidad de hacer aquello que ahora se recomienda. Sin embargo, en el escaso trecho recorrido no puede quejarse de su mala suerte: su partido ha conseguido un inesperado resultado en Andalucía que le permitirá seguir controlando la región más poblada de España, al tiempo que ha ganado en votos y en escaños en Asturias, gracias a las desastrosas iniciativas de Álvarez Cascos. Paradójicamente, la victoria andaluza es para Rubalcaba agridulce ya que, si bien le refuerza objetivamente, también fortalece a sus adversarios ya que el muy probablemente futuro presidente de la región, Griñán, jugaba en el equipo de su adversaria Chacón. Tanto es así que de haber perdido el PSOE el poder, el todavía presidente andaluz, recién nombrado presidente del PSOE en el XXXVIII Congreso sevillano, hubiera sido descabalgado por el rubalcabismo al menos de la presidencia del PSOE regional.
En el orden interno, todo indica que se mantiene el precario equilibrio entre las dos opciones que militan en el PSOE: Rubalcaba ha perdido los congresos regionales de Madrid y Valencia, ganados por Tomás Gómez y Ximo Puig, conspicuos chaconistas. El tándem Rubalcaba-Valenciano juega evidentemente a la defensiva, encerrado en Ferraz y con las apreturas económicas lógicas que tienen todos los partidos cuando pierden relevantes cuotas de poder, que se traducen en paralelas pérdidas de subvenciones públicas.
En sus circunstancias, no le ha de resultar fácil a Rubalcaba enjaretar un discurso razonable. Por una parte, quien acaba de dejar el poder acatando a pies juntillas la ortodoxia dictada por el directorio europeo difícilmente podrá criticar al gobierno actual que hace lo mismo. Por otra parte, es claro que ha de actuar como contrapeso en diferentes materias, por ejemplo alineándose con los sindicatos frente al Gobierno?; con los mismos sindicatos que le hicieron también a él, en el gobierno, una huelga general.
Estamos, en lo ideológico y en lo que concierne al centro-izquierda, en una etapa de provisionalidad, que se resolverá cuando se celebren las elecciones presidenciales francesas -el 6 de mayo tiene lugar la segunda y definitiva vuelta- y las legislativas alemanas, en septiembre de 2013. De momento, Rubalcaba tendrá que hacer grandes equilibrios para mantener una mínima coherencia con su postura de centro-izquierda, que ha de ser compatible con el apoyo al gobierno en los asuntos de Estado. De cualquier modo, muchos sienten la impresión de que Rubcalaba está cubriendo una etapa de provisionalidad que se cerrará cuando el PSOE elija al candidato a las próximas elecciones generales. Algo que puede suceder cuando se oiga un clamor en tal dirección.