Política

El precongreso fractura al socialismo

De momento, el precongreso socialista está produciendo más desconcierto y desazón que ilusión y esperanza. Porque las derrotas, que nunca tienen padres conocidos, son muy difíciles de gestionar, y porque las heridas producidas por la triple débacle electoral están todavía en supurante carnazón.

Fracasados los intentos de aplazar el Congreso para más adelante unos doscientos cuadros del partido, con históricos como Luis Yáñez o Carmeli Hermosín entre ellos, reclamaron el aplazamiento para no perturbar las elecciones andaluzas que se celebrarán en marzo, y otras voces pidieron más tiempo para reflexionar durante un período de tiempo gobernado por una gestora-, ya parece inevitable que el cónclave socialista se reducirá a una confrontación personalista entre Rubalcaba y Chacón, que se resolverá mediante argumentos subjetivos y no a través de un verdadero debate de ideas. Justo lo contrario de lo que parecía indispensable en un momento en que es necesario reflexionar sobre las causa de la recesión y reconstituir un paradigma socialdemócrata de nuevo cuño, menos hipotecado con los axiomas de la ortodoxia neoliberal.

Desconcierto y desazón, en lugar de ilusión y esperanza

De momento, el precongreso socialista está produciendo más desconcierto y desazón que ilusión y esperanza. Porque las derrotas, que nunca tienen padres conocidos, son muy difíciles de gestionar, y porque las heridas producidas por la triple débacle electoral están todavía en supurante carnazón. Así las cosas, la sensación más extendida en la familia política que acaba de ser bruscamente desplazada del poder es la mala conciencia: todas las adhesiones a uno u otro candidato incluyen una mirada compasiva de reojo al antagonista. Y la pregunta tácita de si valdrá la pena la disputa para recoger el magro botín de un partido desolado en la oposición que deberá reconstruirse lenta y trabajosamente y que, por ahora, tiene que cumplir lo mejor posible el ingrato designio de hacer valer con dignidad los votos que ha recibido. Por puro patriotismo y para atender el mandato de casi siete millones de votantes.

Además, los partidos políticos españoles, que siempre han funcionado como bien engrasadas oligarquías, tienen escasa experiencia en el manejo de la democracia interna, y parece inevitable que la contienda abierta deje secuelas. Las han dejado, en efecto, los escasos procesos de primarias desde que Borrell ganara a Almunia en aquella saludable confrontación previa a las elecciones generales del 2000. Y esta vez, el necesario debate ideológico se está eclipsando bajo la cuestión generacional: el maduro Rubalcaba tiene sobre todo una impresionante biografía, y la jovencísima Chacón, irrumpe con ímpetu y expectativas. Si Rubalcaba gana, el futuro tendrá que ser pronto pergeñado de nuevo; si la victoria es de Chacón, su recorrido será potencialmente mucho más largo. En cualquier caso, ya parece seguro que el congreso consagrará la separación entre la secretaría general y la candidatura a la presidencia del Gobierno el liderazgo-, conforme al modelo del Partido Socialista Francés, en el que acaba de elegirse el candidato a la presidencia de la República -François Hollande- mediante unas modélicas elecciones primarias a dos vueltas celebradas entre afiliados y simpatizantes. Este sistema, que abrirá el partido a la sociedad, permitirá asimismo celebrar un debate permanente, que habrá de perfeccionar los mensajes, que han llegado a ser inaudibles en los últimos tiempos.

En el debate ideológico, tanto Rubalcaba como Chacón proponen un giro a la izquierda, que está además en el signo de los tiempos. Ya es hora de decir alto y claro que la crisis financiera de 2008 y el ulterior período recesivo, que ahora experimenta una nueva recaída, es la consecuencia del fracaso estrepitoso de un sistema neoliberal absurdamente desregulado en que los Estados hicieron dejación de su responsabilidad de supervisión y control para cerrar el paso a los parásitos especuladores y a los desaprensivos. La ponencia marco del XXXVIII Congreso, redactada por Caldera, lo recoge (quizá con demasiada timidez), y propone la reconstrucción de una socialdemocracia europea capaz de tomar el testigo después del hundimiento del paradigma representado por el consenso de Washington. Hasta la derecha europea propone ya la tasa sobre las transacciones financieras, la legendaria -tasa Tobin-, una herejía para los liberales.

Así las cosas, y aunque también se ha abierto una especie de frente ideológico territorial -Rubalcaba sería el jacobino y Chacón la autonomista-, las federaciones socialistas se fracturarán casi sin excepción en los 'congresillos' convocados para elegir a los compromisarios que acudirán al Congreso. Parece impensable que se consiga una lista de integración, por lo que el vapuleado partido socialista tendrá que hacer tras el congreso y gane quien gane una rápida recomposición interna con un doble objetivo: abrir con realismo y sincero sentido autocrítico el debate serio, largo y profundo que no ha dado tiempo a realizar antes del Congreso y tomar los mandos de una rigurosa oposición política, que en esta azarosa e intensa legislatura ha de servir tanto para contribuir a encarrilar la acción gubernamental contra la crisis cuanto para ir reconstruyendo el centro-izquierda, que ahora cuenta con mayores mimbres ideológicos y que está llamado a seguir siendo una de las do fuerzas medulares de este país.

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