
Uno de los elementos más relevantes de la sesión de investidura ha sido la interesante y pacífica controversia, cargada de significaciones, que han mantenido el candidato Rajoy y el jefe de la oposición, Rubalcaba, muy probable candidato al liderazgo del PSOE en el Congreso socialista de primeros de febrero.
"¿Para cuándo las malas noticias?", le preguntó irónico Rubalcaba a Rajoy en el curso del cara a cara que ambos mantuvieron en la tarde del lunes, durante la sesión de investidura de aquél.
El que iba a convertirse en sexto presidente del Gobierno de la democracia, en efecto, había pasado de puntillas sobre los recortes brutales que tendrá que realizar para cuadrar las cuentas en 2012, que supondrán la detracción de los 16.500 millones equivalentes al 1,4% de déficit que hay que reducir, más el importe de la desviación sobre el 6% previsto del déficit de 2011 (que si fuera de un punto supondría más de 11.000 millones), más las desgravaciones e incentivos que Rajoy decida otorgar a los emprendedores y que según cálculos socialistas alcanzarían los 10.000 millones de euros 37.500 millones en total.
La interrogación de Rubalcaba, amable en el fondo, resumía un augurio ingrato pero muy realista: Rajoy tendrá que disponerse a padecer un desgaste exorbitante en cuanto ponga en marcha la maquinaria de austeridad que ha enunciado, y que obligará a congelaciones salariales muy duras y a recortes en el aparato estatal que, de un modo u otro, afectarán a los servicios públicos. Se podrá, seguramente, evitar que sectores sociales queden desprotegidos, que el sistema educativo se degrade o se vuelva inaccesible para algunos, que se produzcan situaciones extremas de suma necesidad, pero nadie puede imaginar, a la vista de las cifras, que el Estado de Bienestar no adelgazará, siquiera provisionalmente, durante este año decisivo de 2012.
Protestas sociales inevitables
Por añadidura, algunas de las principales reformas estructurales pendientes ?la del mercado laboral especialmente- desencadenarán protestas sociales seguramente inevitables, lo que contribuirá a socavar los fundamentos del Gobierno, que no podrá exhibir en mucho tiempo contrapartidas apreciables. Porque, con las actuales previsiones de crecimiento ?de la Comisión Europea, del FMI, del propio Gobierno español- para 2012 y 2013, es impensable que comience pronto la generación de empleo neto.
Nadie, ni el propio Rajoy, puede pensar que las reformas estructurales en un marco económico de estancamiento o depresión son capaces de crear por sí solas puestos de trabajo. Las reformas son herramientas que incrementarán la productividad de la economía cuando ésta se ponga en marcha.
La complicidad de los líderes
Así las cosas, la complicidad de Rajoy con el líder de la oposición puede ser vital para que el desgaste del Ejecutivo no lo vuelva inservible y para que la protesta social se aplaque. De momento, es visible que PP y PSOE no discrepan sustantivamente en la naturaleza y el alcance del ajuste, ni siquiera en lo fundamental de las reformas estructurales. La diferencia consiste en que Rubalcaba, en línea con la socialdemocracia europea ?el PS francés, el SPD alemán-, reclama que la estabilización presupuestaria se combine con estímulos fiscales que generen crecimiento. Sólo así los sacrificios que se reclaman serán soportables porque rendirán el fruto evidente de la creación de empleo. En cualquier caso, con estas pautas, el debate Rajoy-Rubalcaba es creativo puesto que está establecido sobre posiciones complementarias.
A Rajoy le conviene, en fin, un Rubalcaba comprensivo que, en su papel estimulante, no cuestione la principal obra de gobierno. Y a Rubalcaba, pretendiente al liderazgo socialista, le interesa el protagonismo que le otorga este papel. Ambos, Rubalcaba y Rajoy, forman en fin una extraña pareja cuyo guión puede ser relevante en el desarrollo del país hacia el desenlace de la crisis.