
Independientemente de su valía como gobernante y de su acierto/desacierto al frente del Gobierno, hay que reconocer que Rodríguez Zapatero, como Sarkozy, como Berlusconi, como Merkel, ha tenido la mala suerte de coincidir con la mayor crisis económica de la Unión Europea desde su fundación a mediados del siglo pasado.
La colosal tormenta, que a nosotros nos ha pillado con un sector construcción sobredimensionado que se ha venido abajo como un castillo de naipes, ha resquebrajado el país y ha obligado a los gobernantes a aplicar dolorosísimas terapias. Lo que les ha atraído el rechazo masivo de la ciudadanía. Rodríguez Zapatero, que tuvo que dar aquel gran viraje de mayo de 2010, es hoy el 'apestado' que personifica la falta de respuestas y la impotencia de las instituciones para frenar la gran adversidad.
Un desenlace ingrato
La historia deberá juzgar a Zapatero cuando hayan pasado estas borrascas. Pero, de momento, el presidente del Gobierno saliente es un pasivo y no un activo en la cuenta del PSOE. Él mismo se percató hace tiempo de que su momento había pasado y anunció que se retiraría de su propia carrera sucesoria. Y estamos presenciando el desenlace ingrato del mandato presidencial: Zapatero está en la cuerda floja de tener que seguir defendiendo el interés general mientras el candidato del PSOE, Rubalcaba, el emplaza a facilitar su opción. Difícil encrucijada.
Rubalcaba no ha tenido más remedio que emprender camino en solitario, desvinculándose del antecedente, rompiendo lazos con Zapatero, aunque ello genere cierta esquizofrenia en la opinión pública, que ve cómo quien lo fue todo en el gobierno saliente se desmarca ahora para proponer cosas necesariamente distintas. Pero no tiene otra opción: si cada tiempo tiene su afán, a Rubalcaba le toda ofrecer un día de mañana distinto. Y Zapatero deberá quedarse fuera de juego, eclipsado, mudo, al margen incluso de la propia campaña electoral.
Fuentes socialistas ya han anunciado que, al contrario de lo que ha sucedido hasta ahora con Aznar y González, muy activos en las campañas electorales de sus sucesores al frente de sus respectivos partidos, Zapatero tan sólo tendrá un papel testimonial en la campaña de Rubalcaba. No tendría sentido otra cosa.
Cumplido el 20N y consumado el relevo, Zapatero pasará a ocupar un lugar en la galería de los jarrones chinos. Y a medida que la crisis evolucione hacia la normalidad, su figura se irá perfilando, en lo bueno y en lo malo, con la serenidad que otorga la perspectiva.