
El papel de Rubalcaba como candidato socialista no es sencillo y, por propia definición, contiene algunos elementos sencillamente esquizofrénicos: el candidato socialista ha formado parte del Gobierno saliente de Rodríguez Zapatero, y no como simple comparsa o como un elemento periférico: ha sido un personaje siempre significante y, en los últimos tiempos, decisivo.
Y, sin embargo, ahora tiene que plantear una opción socialista que se desligue en lo posible de la anterior, de la que representa Zapatero y es acusada, con sólidos argumentos, de mala gestión de la crisis, de haber reaccionado tarde y mal a los retos que planteaba la recesión, y de haber tenido que traicionar promesas y creencias para salvar in extremis la solvencia española, socavada por viejos y no tan viejos errores.
Así las cosas, la candidatura política de Rubalcaba sólo puede erigirse y sobrevivir si proviene de una ruptura con lo anterior. Es decir, de una separación radical de lo que es y representa Rodríguez Zapatero, quien ya expresó a finales de 2010 su intención irrevocable de marcharse del poder y de la política.
El recorte de Zapatero
La renuncia de Zapatero a continuar llevó al todavía presidente del Gobierno a un proceso intelectual insólito en un político en activo, ya que su ejecutoria desde entonces ha estado desprovista del instinto de conservación. En prueba de ello, en mayo del año pasado, Zapatero anunciaba un colosal recorte de 15.000 millones de euros, exigido por las instituciones europeas y que había de suponer su práctica inmolación política ya que le obligaba a realizar recortes que hubieran sido para él inaceptables en otras condiciones. Pensiones, salarios públicos, etc. quedaban recortadas en un gesto sin duda doloroso para el ejecutor.
Desde entonces, Zapatero ha hecho alarde de estar absolutamente atento a los intereses generales -es decir, a lo que requerían tanto la Unión Europea, en defensa del euro, como los mercados, en exigencia de solvencia-, sin prestar atención a los intereses de su propio partido. Tal actitud, tardía, le honra, aunque la opinión pública no parece reconocérselo, pero es lógico suponer la perplejidad y hasta la irritación de sus conmilitones en general y de Rubalcaba en particular.
La coyuntura de Rubalcaba
Fruto de esta insólita predisposición, Zapatero se lanzó en solitario, sin encomendarse a nadie, a la reforma constitucional, pactada con el candidato popular, Rajoy, quien llevaba más de un año exigiéndola. Tal decisión, un verdadero tiro en el pie de Rubalcaba, permitía al todavía líder de la oposición alardear con razón de que ya está gobernando de hecho, puesto que el presidente del Gobierno acepta sus razonabilísimas propuestas. En semejante coyuntura, Rubalcaba no ha tenido más remedio que desmarcarse con rotundidad y hasta con cierta violencia de la línea de Zapatero, sin rechazar el fondo del asunto pero sí desentendiéndose de la forma, que ha sido objeto de las críticas más acerbas por parte de diversos sectores sociales y políticos.
Pero no ha acabado aquí la disonancia entre las patrióticas expansiones de Zapatero y las más concretas y terrenales estrategias de Rubalcaba: fuentes de Moncloa han confirmado que el entorno del candidato y el propio gobierno han tenido que convencer a Zapatero de la conveniencia de reimplantar el impuesto sobre el Patrimonio. El presidente se oponía frontalmente a la medida, que a su entender -y no parece que yerre esta vez, desde luego- será mal recibida por los mercados y lanzará una señal equivocada a nuestros acreedores.
La disidencia ha quedado en todo casi clara: "El presidente del Gobierno tiene su autonomía y la tiene respecto del partido. La historia está llena de decisiones de los presidentes de Gobierno que el partido no ha visto con buenos ojos pero que siempre ha apoyado", ha sido la frase de Rubalcaba que el director de El País anotaba en la mencionada entrevista. Y a partir de ahora, los puentes están rotos: Rubalcaba levantará el vuelo en solitario en la ponencia marco que ya está en borrador y que el PSOE aprobará en la Conferencia Política de finales de mes.
El popular Javier Arenas ha sido de momento el encargado de desmontar la ilación argumental de Rubalcaba con una pregunta tan simple como destructiva, referida a todas sus propuestas: "¿Por qué no lo hizo antes?" Es evidente que no hay respuesta adecuada, por lo que la desnudez del candidato queda de manifiesto. Y sin embargo, tampoco hay contradicción en el hecho de que Rubalcaba pueda emanciparse de sus precedentes y emprender el vuelo en solitario.
Todos somos hijos de nuestro pasado y de nuestras propias obras, pero no habría progreso ni evolución si no cupiera innovar, si quien ha sido ministro de un Gobierno no pudiese ir más allá que su antiguo jefe en las propuestas. Aunque para ello y para liberarse del pasado tenga que matar definitivamente al padre. Como en este caso.