
El anuncio del abandono del gobierno por parte del todavía vicepresidente primero y portavoz del Ejecutivo al comienzo de la rueda de prensa de hoy, al término del consejo de ministros, ha sido tan madrugador que ha sorprendido a todos. Rubalcaba se irá de todos los cargos -vicepresidencia, ministerio del Interior, portavocía- en cuanto el presidente del Ejecutivo formalice el relevo, lunes o martes a lo más tardar.
Rubalcaba ha reiterado, como otras veces, que se va por una decisión personal, sin que fuese ni jurídica ni políticamente exigible la retirada. De hecho, ha vuelto a repetir, los presidentes del gobierno y de las comunidades autónomas son con frecuencia titulares de su institución al tiempo que candidatos. De donde se desprende que Rubalcaba ha echado cuentas de las ventajas y los inconvenientes de su continuidad, y ha optado, acertadamente, por marcharse.
Pros y contras
A favor de la continuidad estaba su mayor visibilidad ?el partido socialista no está en sus mejores horas, y la plataforma que le ofrece es precaria- y el prestigio un tanto esotérico que consciente o inconscientemente tiene el poder ante la opinión pública, y que según los sociólogos aporta un plus de apoyo por el mero hecho de ostentarlo.
En contra había dos razones principales. La primera y más importante es la posibilidad de una mayor nitidez en el discurso estando fuera de las responsabilidades de gobierno. Aunque Rubalcaba será cauto para no entrar en contradicciones, es evidente que ya no tendrá que velar con tanta precisión porque las propuestas de futuro sean del todo coherentes con la posición gubernamental. En cualquier caso, es evidente que los ciudadanos ya no le preguntarán por el aquí y el ahora sino por el futuro, un requisito indispensable -el de ganar el futuro- para tener alguna esperanza de ganar las elecciones.
La otra gran razón para abandonar la comodidad del gobierno es que así, a cuerpo limpio, evitará críticas y tendrá más capacidad de maniobra para responderlas. Era evidente que los partidos de oposición iban a cebarse en las ventajas de que disfrutaría un Rubalcaba ministro, y ahora ya no tienen este argumento y tendrán que descender en el debate al terreno de las propuestas programáticas, que es en el que el candidato socialista puede tener oportunidades.
Investidura oficial
Mañana, en un acto solemne y multitudinario, Rubalcaba será investido por el comité federal candidato tras unas elecciones primarias sin rival -Carme Chacón fue prudentemente disuadida de probar suerte ahora- y lanzará su discurso programático, en el que se espera que lance un mensaje de rigor económico en el que ya se den pasos prudentes hacia el crecimiento y el cambio efectivo del modelo de desarrollo, y de retorno a las raíces socialdemócratas, tanto en el plano moral como en el de la solidaridad. Pero no adelantemos acontecimientos: hoy toca tomar nota de que Zapatero habrá de realizar un leve reajuste gubernamental, del que no hay verdaderas pistas todavía (ZP ha dicho tan sólo que el cambio que será prudente y moderado). Los rumores, que están en todas partes, afirman que Jáuregui será el nuevo portavoz, y el actual secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, o, menos probablemente, el ministro de Justicia Caamaño, el ministro del Interior. Nada indica en este momento que la primera vicepresidencia vaya a ser depositada en otro ministro, aunque tampoco puede descartarse esta posibilidad.
Se estrenará así una bicefalia que se parecerá poco a la de finales de los noventa, cuando Borrell candidato, vencedor en unas primarias, coexistió con el secretario general Almunia. En esta ocasión, el líder del partido, Zapatero, ha resignado de antemano todas sus ambiciones, por lo que es de suponer que la convivencia será pacífica. De cualquier modo, mañana, tras el discurso fundacional de la nueva era, habrá más argumentos para el análisis.