
Las bicefalias nunca fueron buenas. Y eso lo sabe muy bien Alfredo Pérez Rubalcaba, que fue parte activa en la defenestración del candidato Borrell en su "cohabitación" con el secretario general Almunia y que desembocó en el mayor desastre electoral del PSOE en marzo de 1996. Por eso el hombre que mañana será proclamado oficialmente candidato socialista para las inmediatas elecciones generales, sigue maniobrando para conseguir también su investidura como secretario general del partido, a costa de un Rodríguez Zapatero cada vez más débil y con menos apoyos. | Estrategia Rubalcaba: "Escuchar, hacer, explicar"
Sabe Alfredo que es el secretario general, junto al Comité Ejecutivo, el encargado de decidir las listas electorales, y por eso quiere tener todo el control sobre el aparato del partido y rodearse de unos candidatos fieles y comprometidos con su figura y con su causa.
Una aspiración que le ha causado un cada vez más ostensible enfrentamiento con el todavía presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que se resiste a ceder el mando en el PSOE.
Una guerra entre los dos pesos pesados, que está abierta desde hace semanas en el seno del partido y que ahora se ha traslado también al seno de un Gobierno que se ha partido en dos, y que cada vez se apresta más a echar el cierre a finales de este mes para entrar en funciones a la vuelta del verano.
De echo, esa es la intención de Rubalcaba. Convocar elecciones cuanto antes para evitar un todavía mayor desgaste electoral derivado de los nuevos ajustes sociales, restricciones presupuestarias y subidas fiscales a que van a obligar Bruselas y el FMI. "Si hay que tragar más sapos, que se los trague Rajoy", aseguraba ayer un destacado socialista del círculo del candidato.
Pero para forzar esa anticipación de los comicios, que es potestad del jefe del Gobierno, Rubalcaba quiere tener asegurada la secretaria general y el respaldo mayoritario de los pesos pesados del Ejecutivo.
Y, para ello, ya ha consolidado un núcleo duro en el seno del Gabinete, en el que figuran algunos de sus clásicos, como el vicepresidente tercero, Manuel Chaves y el ministro de la Presidencia, Ramón Jaúregui. A ellos hay que añadir al titular de Trabajo, Valeriano Gómez, y al de Transportes, José Blanco.
El primero está tomando un destacado protagonismo como portavoz del giro a la izquierda que pretende inspirar el programa de Rubalcaba, quien cuenta con él como puente para recomponer las relaciones con la UGT.
Y respecto a Blanco, que también ha entrado en la batalla contra los bancos, las fuentes consultadas coinciden en destacar su buena sintonía con el candidato y su alejamiento progresivo de las tesis del presidente del Gobierno.
Un Rodríguez Zapatero que mantendría el respaldo a su obsesión por aguantar hasta marzo, de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, y las titulares de Defensa, Carme Chacón, y de Sanidad, Leire Pajín. Llama la atención la inclusión en ese grupo de Elena Salgado, una "mujer de Rubalcaba" que ha sido siempre su principal valedor, pero que ahora insiste en culminar las reformas pendientes para acelerar la salida de la crisis.
Así las cosas, lo que en Moncloa y en Ferraz todos dan como seguro es la inminente salida de Rubalcaba del Gobierno para dedicarse de lleno a preparar el programa y la campaña electoral en la que sus fieles no descartan la sorpresa, dado que Rajoy sigue sin despegar en las encuestas.
De momento, el candidato ya ha adelantado las líneas de su próxima web: "Rubalcaba. Escuchar, hacer y explicar".