
De eso se me quejaba en julio un colega que llevaba más de un 1 año luchando por crear una red de business angels. Sus supuestos inversores 'individuos acaudalados y family offices' primero le decían que sí a meter su dinero en proyectos emprendedores, pero luego le cancelaban todas las operaciones o por pequeñas ('¡si solo pongo 50.000 euros me gasto mi ROI en abogados!') o porque nunca juntaban el millón y medio de euros que una empresa ya en números negros precisa para crecer. 'De hecho', decía mi amigo, 'estos ni se planteaban invertir en start-ups, pero con el 'leñazo' inmobiliario, y tal y como está la bolsa, en algún lado tienen que meter el dinero'. 'No son profesionales', remataba.
¿Son conscientes muchos inversores tradicionales de que los paradigmas de sus operaciones han cambiado?. Para empezar, tienen que saber que muchos vivimos con más riesgo. Me parece obvio que en un mercado tradicional y estancado como el español surjan más emprendedores. Pero es que también muchas PYMES y grandes corporaciones, sin más 'grasa' de personal y costes a estas alturas que recortar, no tienen más remedio para sobrevivir que emprender en nuevos productos o mercados.
Por otro lado, el actual contexto global está obligando a las empresas a ser mucho más rentables para seguir creando valor. En una economía que no crece, en riesgo de abandonar el euro, y con los mercados financieros apostando contra países sobre endeudados (EEUU, G. Bretaña y España tenían en junio de 2011 un 279%, 507% y 363% respectivamente de deuda sobre el PIB, según el McKinsey Global Institute) los flujos de caja son muy volátiles y la distribución de rentabilidades dispersa.
Finalmente, los movimientos mundiales de capitales llevan tiempo dirigiéndose a zonas con crecimientos elevados y sostenidos. El 50% del ahorro y demanda de crédito globales provienen hoy de naciones emergentes. Eso ha quitado dinero del mercado, ha disminuido la ratio de inversión hasta niveles cercanos a la década de los 70, y ha producido una presión al alza de 150 puntos básicos en el tipo de interés, otra vez según McKinsey.
El panorama es dantesco. La mayor parte del capital del mundo está en países emergentes, lo consumen las grandes multinacionales de países desarrollados, y lo compran gobiernos nacionales que luego se las ven y se las desean para recaudar suficientes impuestos con que devolver sus préstamos. El resto de la gente se tiene que apalancar en un capital escaso para crear riqueza y hacer frente a deudas pasadas, deudas que, con economías planas o negativas, van a tardar mucho más en pagar.
O rompemos la baraja financiera por algún sitio o dormiremos un largo sueño de decadencia. Y romper la baraja significa que quienes tienen en nuestra sociedad euros para invertir están obligados a cambiar su 'chip'. Estoy convencido de que business angels y family offices son la próxima gran fuente de financiación de la Innovación, y alguien como mi amigo tiene que contarles los datos macro de arriba para convencerles de que, si siguen empeñándose en invertir solo en empresas con números negros, ni ganarán dinero ni contribuirán a sacarnos del letargo económico. Hay que reconocer que invertir en start-ups es un acto de fe, y hay que tragarse números rojos. Pero la buena noticia es que existen metodologías para controlar el riesgo, y está estadísticamente demostrado que con una cartera de 20 inversiones semilla o arranque se consigue un pelotazo que multiplica lo invertido por 30. Y mientras llega ese pelotazo business angels y family offices al menos tendrán una satisfacción que no la da el especular con ladrillos: cumplir con la labor social de financiar a los emprendedores que serán la base para el posterior desarrollo económico del país.
Miguel Ángel López Trujillo
BA International Partners