
Durante la última década el euro ha sido el catalizador de la economía europea, que ha avanzado y progresado en un mercado global donde había que ser competitivos con el dólar, favoreciendo al mismo tiempo la integración territorial y las relaciones socioeconómicas.
Pero la actual crisis financiera ha puesto en evidencia su vigor y eficacia. Vivimos un contexto económico, financiero y político muy complicado por los problemas de la deuda, el deterioro de la mayoría de las economías, el empeoramiento de las perspectivas empresariales y la dificultad de recuperar la credibilidad en la eurozona.
Las instituciones europeas y los estados miembros deben tomar decisiones ya, vigilar los desequilibrios, controlar el déficit, aprobar y aplicar reformas estructurales sobre fiscalidad, política presupuestaria, el sistema bancario o el rescate de países con problemas de crédito para afianzar una moneda sólida y fiable.
Para la economía vasca, con una sólida industria exportadora, la debilidad del euro frente al dólar ha tenido consecuencias positivas al apostar por mercados del área dólar como EEUU, Latinoamérica y Oriente Medio. Sin embargo, la recuperación de la competitividad de las empresas vascas no ha de pasar por el debilitamiento del euro, sino por la innovación, la investigación, la multilocalización, el desarrollo de productos y servicios de mayor valor añadido y la apertura a mercados emergentes. La crisis puede ser una oportunidad para el euro, pero sin reformas estructurales, sin crecimiento económico, no habrá saneamiento financiero, no mejorará la competitividad, no creceremos y no se creará empleo.
Europa debe renovarse, unirse más para ser eficiente, y en este horizonte hay que proteger y fortalecer el euro para que sea el motor del cambio de escenario, la herramienta de la recuperación.