
El transporte aéreo es un sistema complejo que requiere profesionales con una formación sólida y una experiencia amplia y cualificada como requisito indispensable para mantener los niveles de seguridad y calidad del servicio que presta a los usuarios Los pilotos comerciales, en cada una de las disciplinas profesionales –transporte de pasajeros, carga aérea, lucha contra incendios, emergencias médicas, búsqueda y salvamento, etc.– ofrecemos una visión operacional única e insustituible y prestamos un servicio público altamente especializado y necesario para la sociedad
La alta responsabilidad de nuestra profesión y su vinculación directa con la seguridad de las personas requiere unos altos estándares; tomamos las decisiones operacionales, asumimos la responsabilidad de cada vuelo y de los usuarios y somos el último eslabón en la cadena de seguridad. Por lo tanto, la formación inicial del futuro piloto necesita tiempo y debe ser exigente, rigurosa y completa, en habilidades técnicas y no técnicas. Sin embargo, el acceso y las condiciones de la formación de pilotos arrastran ciertos lastres que deben ser replanteados en favor del servicio público que presta la profesión y del propio sector aéreo.
En primer lugar, es necesaria más divulgación para superar el desconocimiento general de la profesión de piloto, canalizando las vocaciones hacia las necesidades y oportunidades profesionales de cada momento. Pero, sin duda, un gran lastre es el elevado coste de la formación; un coste que impide el acceso a numerosos jóvenes. Gracias al impulso del Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial (COPAC), desde 2010 existe un Grado Oficial de Piloto que actualmente se puede estudiar en tres universidades públicas.
Sin embargo, el coste de la formación práctica recae íntegramente en el esfuerzo y sacrificio de las familias que puedan asumirlo. Esta circunstancia hace que se pierdan no solo vocaciones, sino también excelentes estudiantes que por una cuestión económica han de elegir otro camino. La formación de los alumnos pilotos incluye necesariamente una parte práctica de horas de vuelo, con profesores y medios especializados, que suponen un alto coste.
A diferencia de otras profesiones con prácticas igualmente costosas que pueden estudiarse en España, los jóvenes que se forman para ser pilotos comerciales deben sufragar por si mismos esta formación práctica y no tienen ningún tipo de beca o ayuda que financie total o parcialmente los estudios, generándose una clara desventaja que, en definitiva, apuntala estereotipos desfasados vinculados a la profesión.
Identificar y reconocer esta desventaja injustificada, que distorsiona el acceso a la formación y, por tanto, a la profesión, es el primer paso para poner en marcha medidas desde los ámbitos competentes. La voluntad política –en este caso, desde el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible– es imprescindible.
Dado que esa voluntad existe para ofrecer subvenciones a otras profesiones de los sectores aéreo y marítimo, cuesta entender el agravio comparativo que recae sobre los pilotos comerciales, especialmente cuando en algunas especialidades aéreas existe una carencia importante de pilotos que requiere medidas de estímulo que eviten problemas mayores.
El caso más claro es la lucha contra incendios, un servicio público esencial en nuestro país, donde la falta de tripulaciones ya ha generado problemas en las últimas campañas para realizar las operaciones aéreas en condiciones adecuadas y el relevo generacional está seriamente comprometido a medio plazo, tal y como reconoce la propia industria. Ante este escenario, es preciso adoptar medidas que faciliten el acceso a la formación y dar a conocer todas las alternativas profesionales y servicios que prestamos los pilotos para atraer vocaciones a otras áreas.
Como los médicos, los ingenieros o los marinos mercantes, los futuros pilotos también se forman en universidades públicas, pero el joven con vocación, talento y cualidades que quiere ser piloto no tiene acceso a ninguna ayuda pública para facilitar la formación. Otros países de nuestro entorno, como Francia o Alemania, sí ofrecen esas ayudas públicas, pero en España, a día de hoy, el primer filtro de selección de un futuro piloto es la capacidad económica de su familia, condicionando todas las posibilidades y decisiones.
En las últimas décadas el transporte aéreo de pasajeros se ha democratizado para llegar a todos los ciudadanos y ofrecer su servicio de manera generalizada, al tiempo que cada vez son más necesarios y demandados los servicios de emergencia a través de medios aéreos. Sin embargo, esa democratización no ha llegado al acceso a la profesión de piloto.
De igual forma que no todo el mundo vale para ser médico, no todo el mundo vale para ser piloto. Pero quien sí vale, quien tiene vocación, reúne las condiciones necesarias y está dispuesto a dar lo mejor de si mismo, ha de tener acceso a la aviación, pautas, posibilidades para orientar su carrera y alguna opción que le permita formarse independientemente de los recursos económicos de su familia.
Las autoridades competentes tienen la capacidad para decidir y adoptar medidas que rompan inercias injustas y desfasadas, reparen vacíos no justificados y, en definitiva, mejoren el futuro de las próximas generaciones y de la sociedad en su conjunto, dando una alternativa a quien vale, se esfuerza y quiere ser piloto.
Desde el COPAC siempre reivindicamos y perseguimos la excelencia en la formación de los pilotos, como una barrera de seguridad, una garantía de calidad en el servicio que prestamos a los usuarios y como parte esencial del complejo sistema aeronáutico. Seguiremos defendiendo esa excelencia académica irrenunciable, al tiempo que pedimos voluntad política para lograr unas ayudas públicas justas para los futuros pilotos que se formen en universidades públicas