
Los eventos meteorológicos extremos se han multiplicado por cinco en los últimos 50 años, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de la ONU, debido al cambio climático que está sufriendo el planeta. Desgraciadamente, lo hemos podido comprobar muy de cerca hace unos días en Valencia. Una situación que debe hacernos tomar nota y aprender para evitar que sus nefastas consecuencias se repitan en el futuro.
Para mitigar los riesgos y los efectos de fenómenos de ese tipo es fundamental contar con los conocimientos de la ingeniería, pues esta puede aportar conocimiento profundo, redes de captación de datos y soluciones innovadoras para proteger tanto las infraestructuras como el medio ambiente, y, por tanto, a las personas.
Nuestros ingenieros tienen una dilatada historia buscando soluciones a desafíos relacionados con el clima desde hace siglos. Desde el sector que más conozco, les puedo recordar que los grandes marinos españoles no hubieran podido surcar los mares y descubrir nuevos territorios, por mucho coraje que tuvieran, sin la participación de los predecesores de los actuales ingenieros, aquellos artesanos capaces de construir naves de la máxima tecnología de entonces que se enfrentaban a elementos desconocidos. Tampoco se hubiera podido desarrollar el comercio entonces y ahora sin el acondicionamiento de lugares en los que recibir los barcos y transferir la carga, desde puertos fluviales como Sevilla, entrada de muchas de las riquezas llegadas de América en nuestra Edad de Oro, hasta las numerosas grandes obras de infraestructura portuaria con participación de ingenieros españoles a lo largo y ancho del mundo.
La ingeniería, sin embargo, no solo se limita a construir infraestructuras resistentes y duraderas ante los fenómenos meteorológicos. En los últimos años, el desarrollo de tecnologías avanzadas de simulación permite prever y gestionar los impactos de condiciones adversas y fenómenos extremos. Centros de simulación en España pueden recrear -lo hacen, créanme- con alta precisión condiciones climáticas extremas y simular eventos catastróficos en cualquier parte del mundo -como muestra, estudios con simulación de tsunamis para países asiáticos o sudamericanos-, lo que resulta fundamental para planificar y diseñar estrategias de respuesta. Las simulaciones permiten evitar daños porque dan las pautas para que las estructuras se diseñen y refuercen específicamente para soportar condiciones extremas. Algo que avala el papel de la simulación avanzada en la planificación de infraestructuras seguras, operativas y resilientes.
Pero las innovaciones y avances que la tecnología ha ayudado a desarrollar en esta área no solo ayudan a reducir los daños materiales o las pérdidas económicas, sino que tienen un impacto directo en la preservación de vidas humanas y en la protección del entorno natural. La ingeniería es, por tanto, un aliado fundamental para las administraciones públicas, empresas privadas y organismos internacionales que buscan soluciones para nuevos desafíos. En el caso de nuestro país, la experiencia acumulada y la constante inversión en investigación y desarrollo colocan a nuestros ingenieros marítimos y portuarios a la vanguardia, diseñando soluciones que equilibran la sostenibilidad y la seguridad con la eficacia de las infraestructuras.
Es importante recordar, además, que en el ADN de la ingeniería se encuentra la búsqueda de soluciones a problemas y dificultades específicos y complejos. Y no solo de los grandes megaproyectos que aparecen en los medios de comunicación y son conocidos por todo el mundo, sino también de lo que no se ve, del desarrollo de métodos de prevención y mitigación de daños que se anticipan a necesidades que pueden surgir en el futuro.
Por este motivo, es fundamental destinar recursos y buscar la colaboración entre científicos, ingenieros y administraciones públicas.