Opinión

El turismo en España y el impacto de los pisos turísticos en el mercado

  • Los barrios residenciales se han convertido en lugares de ocio incompatibles
  • Vuevas actividades, mal reguladas o sin regulación, han irrumpido con fuerza en estos años y han sido elementos clave para dislocar el equilibrio que existía hasta entonces

En estos momentos en los que el turismo está siendo cuestionado, criticado y, en algunos casos, atacado, se hace necesario su defensa como sector fundamental de la economía española.

Es cierto que en los últimos años el turismo ha crecido y que hay zonas que tienen un problema de masificación y saturación estacional. Es también una realidad que determinadas nuevas actividades y actuaciones han producido efectos indeseados que habrá que corregir y solucionar pero, siendo realistas, España no puede plantearse vivir sin los ingresos y divisas del turismo, y tampoco reducir su volumen absoluto.

Sin embargo, ¿ha crecido el turismo de forma alarmante en estos últimos cinco años? La respuesta es un no rotundo. El crecimiento total acumulado de viajeros no residentes en julio de 2024 era del 11,2% sobre el 2019. Esto es igual que un crecimiento anual acumulativo de algo más del 2%. Con respecto al año 2023, las cifras de julio acumulaban un crecimiento del 12%, pero es que las del mencionado año seguían siendo inferiores a las del 2019 en un 11,2%. Esto supone que en ese periodo el turismo habría crecido una media de un 2,2% anual, cifra que no es en absoluto alarmante ni se corresponde con el ambiente de psicosis de saturación creado.

Determinadas nuevas actividades, mal reguladas o sin regulación, han irrumpido con fuerza en estos años y han sido elementos clave para dislocar el equilibrio que existía hasta entonces.

A los problemas estructurales de falta y encarecimiento de vivienda en alquiler y compra, y la estacionalidad, se añaden otros coyunturales de reciente aparición como los pisos turísticos, la concentración de cruceros en un destino, el gamberrismo, el turismo de borrachera y la falta de civismo de algunos turistas. Todo ello está creando un malestar social pero, en general, son problemas que pueden y deben ser resueltos desde ámbitos y competencias ajenos al turismo.

Los pisos turísticos y su impacto en el mercado y la vida comunitaria

En un mercado que está en retroceso y acumula un enorme déficit, los pisos turísticos son el factor que viene a destrozar el equilibrio inestable que existía entre oferta y demanda.

Se estima que al menos 300.000 viviendas se han convertido en pisos turísticos, lo que supone que en un mercado que tiene graves problemas de oferta y que no satisface la demanda real, se le está restando ese ingente número de viviendas que antes estaban dentro del mercado de alquiler normal.

Por lógica, este fenómeno se da en las zonas con mayor demanda turística, que paradójicamente son las que más dependen del turismo, tales como Baleares, Canarias, Costa del Sol y Levante, en las que el problema de encontrar una vivienda de alquiler se ha convertido en un imposible y se ha creado un mercado de infravivienda a precios desorbitados que genera un malestar social creciente y justificado.

Ante tal escasez, ¿cómo no van a subir los precios? Esta es una parte del problema, pero hay otra no menos importante. Esos pisos turísticos rompen el esquema urbanístico convirtiendo edificios y zonas residenciales en zonas de ocio y negocio que no son compatibles con su uso residencial.

Si se da como válida la cifra de 300.000 pisos turísticos, estamos hablando de 300.000 inmuebles, en los que decenas de otros vecinos se ven negativamente afectados por la actividad de los pisos turísticos.

Si se considera solo una media de entre ocho y diez viviendas afectadas por edificio, tenemos una cifra de entre dos y tres millones que, a una media de tres personas por vivienda, nos da un total de seis a nueve millones de personas afectadas en su vida normal.

¿En qué les afecta? En todo: mayor inseguridad, descontrol de accesos, molestias de personas que no son residentes y, por lo tanto, desconocen los usos y costumbres de la comunidad, problemas de basuras, ruidos, llamadas a los porteros automáticos, mal uso de los servicios comunes, gamberrismo, turismo de borrachera y en horarios nocturnos incompatibles con la actividad habitual de esas personas… Y, así, un amplio abanico de incidencias y problemas del día a día que vienen a alterar la vida normal de la comunidad, la manzana o el barrio entero.

Esa plaga, como además está esparcida por una infinidad de edificios, convierte barrios residenciales en lugares de ocio incompatibles con los horarios y costumbres de las zonas residenciales.

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