Opinión

Hay solución

Conciliar los objetivos medioambientales con la competitividad de nuestra industria es posible. Lejos de ser una promesa futurista, los combustibles renovables ya están demostrando su capacidad para transformar nuestra forma de consumir y producir energía y se alzan como una solución viable y necesaria. Ahora es momento de acelerar su adopción.

Los combustibles renovables no solo contribuyen a la descarbonización, sino que son una vía para asegurar la independencia energética y un desarrollo económico sostenible a largo plazo, dado que permiten optimizar el uso de recursos, reducir la importación de combustibles fósiles y maximizar la correcta valorización de los residuos.

El cambio de materias primas fósiles a materias primas renovables abre la puerta para convertir refinerías tradicionales en biorrefinerías, dado que casi la única la diferencia con los combustibles tradicionales radica en que se producen a partir de materias primas orgánicas como los residuos agroforestales; los residuos agrícolas o ganaderos; los subproductos de la industria cárnica; los residuos sólidos urbanos o, incluso, aceite de cocina usado. Además, los avances tecnológicos nos van a permitir producir combustibles renovables a partir de la captación de CO2 combinada con hidrógeno verde.

Esta transición facilita la implementación de la economía circular e impulsa las cadenas de valor locales al crear nuevos empleos, oportunidades en el sector de la gestión de residuos y la producción de energías renovables, sin requerir costosos cambios en la infraestructura industrial ni alterar los modelos de producción existentes.

La transición hacia los combustibles renovables, donde los desechos se convierten en recursos, ofrece una serie de beneficios de incalculable valor. Su capacidad para reducir la huella de carbono es significativa; en comparación con los combustibles fósiles tradicionales, pueden disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 70% - 90%.

El principal objetivo de la industria no debe ser otro que lograr la integración de los combustibles renovables, ya que se trata de una solución real e inmediata para la descarbonización del transporte. Con un marco regulatorio adecuado, incentivos fiscales y una firme apuesta por la innovación y la economía circular, es posible transformar el sector del transporte para encaminarnos hacia un futuro más sostenible y resiliente.

No obstante, la transición masiva a los combustibles renovables no está exenta de desafíos. Debido a los altos costes que representan para el ciudadano medio las alternativas al transporte tradicional y a la falta de opciones efectivas para el transporte de personas y mercancías, es vital adoptar una postura que permita considerar todas las soluciones posibles, de modo que los combustibles renovables, el hidrógeno y la electrificación puedan coexistir en un objetivo común: contribuir a la descarbonización.

La habilitación de soluciones sostenibles eficientes es una necesidad para la movilidad en general, pero es especialmente crítica para el caso del transporte de mercancías, sobre todo para un país periférico como España, donde los costes logísticos son determinantes para la competitividad industrial del país. Por todo ello resulta fundamental habilitar un marco normativo que incentive la investigación, la inversión y la adopción de tecnología que promuevan soluciones de emisiones netas cero.

La colaboración entre gobiernos, industrias y ciudadanos será crucial para alcanzar los objetivos de neutralidad climática para 2050 marcados por la Unión Europea. Este esfuerzo conjunto permitirá la independencia energética y contribuirá a un futuro social y económico más sostenible y eficiente.

La solución existe y es nuestra responsabilidad democratizarla.

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