
Las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) avanzan despacio, es un hecho. Los últimos datos registrados por el Ministerio revelan que tan sólo 15 municipios han activado ya estas zonas urbanas, mientras que la mayor parte se encuentran en trámite o no han iniciado ninguno de los procedimientos necesarios para su implementación. Esto implica que 134 municipios tienen ante sí el reto de instaurar estas zonas en un contexto cada vez más acuciante ante el incremento de movilidad y la paupérrima calidad del aire en muchas de las ciudades donde residimos.
Estas cifras evidencian una falta notable de previsión, según las directrices impulsadas por Europa. Falta un cambio aún más profundo, un cambio de mentalidad donde administraciones, empresas y ciudadanos entendamos los aspectos positivos de la transición hacía urbes más sostenibles, y lo veamos como un proceso colaborativo para avanzar en la consecución de un objetivo común.
Recientemente, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Barcelona ponía el foco en los servicios de movilidad bajo demanda y en su rol como un actor clave para maximizar el impacto positivo que implican las ZBE: una reducción extra de emisiones contaminantes y de los niveles de ruido, así como la consecuente mejora de la calidad del aire. De acuerdo con el estudio, taxis y VTC se posicionan, junto con el resto de servicios de movilidad compartida, como una herramienta para una eficiente gestión de las ZBE, puesto que ayudan a reducir la compra de vehículos privados en un 3% y a disminuir las emisiones de CO2 en un 7%.
No cabe duda de que los taxis y las VTC son pilares claves en el futuro de la movilidad urbana, y que el debate acerca de las zonas de bajas emisiones debe llevarnos a ampliar la perspectiva y analizar la movilidad de las ciudades de manera integral. A medida que necesitamos movernos más por motivos laborales, que nuestras urbes atraen a más visitantes (como ha ocurrido este verano con cifras récord en muchas regiones), y que aumenta la oferta de ocio, la demanda de movilidad de las ciudades se intensifica.
Observamos con optimismo cómo el transporte público, columna vertebral de la movilidad urbana del presente y futuro de las ciudades, está experimentando una transformación progresiva para su descarbonización. También otras empresas y organizaciones de ámbito privado van dando pasos, aunque en estos casos aún queda mucho camino por recorrer.
En Cabify, entendemos que el momento actual es el propicio para ser valientes y tomar decisiones que de verdad provoquen un verdadero cambio. Para ello, nos hemos marcado el objetivo de lograr que el 100% de los viajes en Cabify sean en flotas descarbonizadas en 2025. Nuestra hoja de ruta es ambiciosa, sí, pero no estamos solos; sentimos el apoyo tanto de fabricantes y empresas como de instituciones financieras a nivel nacional y europeo, que nos ha ayudado a que hoy ya el 77% de los vehículos conectados a nuestra plataforma tengan etiqueta Cero o ECO, un hecho tangible y real que nos motiva para seguir alcanzando nuevas metas hasta la total descarbonización de nuestras operaciones.
Tenemos todos los ingredientes para hacerlo posible, pero la base indispensable sigue siendo la seguridad jurídica. El rol de los reguladores aquí es clave, deben mostrar valentía regulatoria, evitando el electoralismo, fomentando políticas que permitan la convivencia de todos los modos de transporte limpios y eficientes, para acabar así con la dependencia del vehículo privado.
Los políticos deben ser conscientes de que es fundamental que los ciudadanos cuenten con una amplia oferta de transporte, sostenible y flexible, que se adapte a sus necesidades para que prescindan de su coche. De lo contrario, la congestión, la contaminación y la ineficiencia provocarán una peor movilidad. Y para que esto no suceda, son innegables los beneficios de los taxis y las VTC. Como lo es también una sólida red de transporte público o de carriles bici. Todos remando en una misma dirección, todos apostando por una movilidad sostenible.
Los cambios en los hábitos de movilidad sólo serán reales si se disponen de alternativas reales para satisfacer sus necesidades. Las limitaciones al uso del coche particular, sea en forma de ZBE o de otro tipo, traerán consigo protestas y frustración si no se acompañan de alternativas de calidad. Y digo más, también el espacio urbano debe ser reconsiderado para que uso y destino esté acompasado con esta ciudad del futuro que entre todos queremos construir. Menos vehículo privado supondrá menos espacio de aparcamiento en vía pública, que podrá convertirse en espacio de disfrute ciudadano y que no estará ocupado por un vehículo que, de media, pasa más del 95% de su tiempo parado. Es una oportunidad única.
En definitiva, la accesibilidad y la calidad de los servicios de transporte público colectivo, la disponibilidad de opciones de movilidad compartida (micromovilidad o a demanda) y la infraestructura adecuada para peatones y ciclistas, son elementos clave para un estilo de vida urbano más sostenible. La instauración y eficacia de las ZBE tendrá éxito en la medida en que nuestras ciudades cuenten con suficientes alternativas para que no echen de menos desplazarse de la manera a la que hasta ahora se habían visto obligados. No es sencillo cambiar de hábitos, pero sabemos cómo hacerlo.
Javier Dorado es Head of Public Affairs de Cabify