Una de las principales palancas para modelar la Europa del futuro es el Green New Deal, el Pacto Verde Europeo. Un ambicioso plan para alcanzar la neutralidad climática y reactivar la economía apostando por la digitalización, la sostenibilidad y nuevos servicios para hacer las sociedades más resilientes.
Los acontecimientos de los últimos años ponen en cuestión muchas de las certezas sobre la que habíamos construido nuestro modelo de desarrollo de las últimas décadas. Cada época tiene su paradigma, y el del siglo XXI es la transformación digital y la lucha contra el cambio climático. Dos grandes batallas que tenemos que librar para seguir conciliando progreso, seguridad y desarrollo garantizando la cohesión social y la equidad. En el caso de la UE, una de las principales palancas para modelar la Europa del futuro es el Green New Deal, el Pacto Verde Europeo. Un ambicioso plan para alcanzar la neutralidad climática y reactivar la economía apostando por la digitalización, la sostenibilidad y nuevos servicios para hacer las sociedades más resilientes.
El Green New Deal trata de hacer del riesgo una gran oportunidad movilizando más de un billón de euros de inversiones sostenibles en la próxima década con el fomento de proyectos verdes, digitales y ayudas para las regiones en transición. Un nuevo desarrollo económico que según el estudio The Future Of Nature And Business del Foro Económico Mundial que podría generar un círculo virtuoso en oportunidades de negocio de 8,84 billones de euros para los próximos años y crear 395 millones de empleos a nivel global de aquí al año 2030. Por su parte, la OIT afirma que la apuesta por una economía sostenible tiene el potencial de crear entre 700.000 y 1.000.000 de empleos verdes en los próximos diez años si se aplica de manera exitosa el Pacto Verde Europeo en todo el territorio de la UE. El FMI ha sido igualmente contundente al demandar a
los Gobiernos hacer más esfuerzos y compartir los riesgos con el sector privado en la inversión en proyectos climáticos. El nivel de inversiones a fecha de 2022 ronda los 630.000 millones de dólares anuales, pero necesitamos invertir entre 3 y 6 billones de euros por año de forma sostenida hasta 2050 para conseguir alcanzar los objetivos de descarbonización acordados.
Todos esos datos nos interpelan a generar una mirada nueva, tanto de las políticas públicas como de las estrategias corporativas. La realidad de hoy, como los riesgos de mañana, requieren nuevas formas de generación de valor basados en la resiliencia climática y en una competitividad caracterizada por la emergencia de nuevas cadenas de valor global de una economía eminentemente digital. Una realidad que genera ganadores y perdedores y es particularmente traumático en ciertos sectores económicos e industriales así como algunos territorios que corren el riesgo de dejar de ser competitivos.
El reto así, no es tanto atacar las urgencias, sino ofrecer una respuesta ambiciosa y posible a los nuevos retos colectivos reforzando las sinergias y la coherencia entre las políticas climáticas y las políticas digitales. A tales efectos, la Comisión Europa ha adoptado el informe sobre prospectiva estratégica 2022 titulado «Hermanamiento de las transiciones digital y ecológica en el nuevo contexto geopolítico» en el que identifica diez ámbitos de acción clave con el objetivo de maximizar las sinergias y la coherencia entre nuestras ambiciones climáticas y digitales. Con esa estrategia, la UE quiere reforzar su resiliencia intersectorial y su autonomía estratégica para estar mejor preparada para hacer frente a los nuevos retos mundiales de aquí a 2050 así como ejercer un liderazgo mundial en materia climática y digital en políticas clave, desde la energía, la alimentación, los suministros o las tecnologías de vanguardia.
El éxito del hermanamiento entre políticas climáticas y digitales constituye probablemente uno de los factores críticos para conseguir transitar hacia una economía competitiva, sostenible y equitativa. Un reto para el que tenemos que movilizar y coordinar la inversión pública y privada para generar un nuevo círculo virtuoso de crecimiento y prosperidad compartida maximizando las oportunidades y minimizar los riesgos a través de diversas acciones estratégicas en sectores críticos. Entre ellas destaca la seguridad alimentaria a través de una política agrícola común eficiente o la gestión inteligente del suministro de materiales y productos básicos críticos con un enfoque sistémico a largo plazo.
Por otro, movilizar las inversiones necesarias a través de la colaboración público-privada para desplegar las tecnologías e infraestructuras críticas, y en particular, la apuesta por el I+D+i para generar sinergias entre el capital humano y la tecnología con proyectos transnacionales clave para la puesta en común de recursos de la UE. Así mismo, es imprescindible reforzar la cohesión económica y social apostando por una decidida política de protección social y territorial del Estado del bienestar en el que las estrategias de desarrollo regional y la inversión desempeñarían también un papel importante para no dejar a nadie atrás.
Si hay un terreno en el que nos jugamos el futuro es precisamente en la adaptación de los sistemas de educación y formación a la rápida transformación de la realidad tecnológica y socioeconómica del nuevo mundo. El talento es el nuevo petróleo del s.XXI, por lo que tenemos que convertir nuestras ciudades y territorios en verdaderas comunidades de aprendizaje en nuevas habilidades y capacidades para ofrecer nuevas posibilidades de desarrollo y empleo.
En definitiva, la lucha contra el cambio climático y la transformación digital emergen como una de las cuestiones críticas a los que nos enfrentamos. La cuestión clave radica en generar los consensos necesarios para diseñar estrategias y acciones para afrontarlos con efectividad, coherencia y sentido de urgencia a través de una nueva gobernanza pública y privada inteligente