
Recientemente hemos celebrado la Semana de la Educación Financiera, que forma parte del Plan de Educación Financiera promovido por el Banco de España y la CNMV. En BME nos hemos sumado un año más a esta iniciativa con la organización de un toque de campana por la Educación Financiera, que protagonizó el Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en la Bolsa de Barcelona, y también hemos celebrado una serie de webinars organizados por Instituto BME en el que reflexionamos sobre distintas cuestiones relativas al lema de este año: "Educación para unas finanzas más seguras".
Un término clave a la hora de hablar de la seguridad en las finanzas, la adecuada educación financiera y la protección del inversor es "riesgo". Hablamos de ello a diario, se escriben multitud de artículos al respecto en los medios. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de riesgo en los mercados financieros?
Sin duda, la hora de invertir es fundamental conocer bien los riesgos a los que uno se enfrenta y, en lo posible, graduarlos o minimizarlos. En suma, se trata de tomar una decisión de inversión con confianza y conocimiento suficiente de los mecanismos de seguridad y protección asociados a los diferentes productos financieros.
De entrada, el término "riesgo" es especialmente ambiguo, poco amigable, porque sugiere muchas más connotaciones negativas que positivas. Sin embargo, en los mercados financieros, el término riesgo es en gran medida sinónimo de variabilidad, es decir, puede ser positivo o negativo. Por ejemplo, cuando se nos dice que vamos a adquirir un producto financiero de riesgo bajo o muy bajo falta por añadir también que es un producto de rentabilidad esperada baja o muy baja. Y también a la inversa. Un producto financiero de riesgo alto o muy alto lleva aparejada una rentabilidad esperada alta o muy alta, aunque, naturalmente, en algunas circunstancias podría provocar pérdidas. Como dijo recientemente un prestigioso gestor: la volatilidad es el precio de la rentabilidad atractiva.
Para invertir se debe llegar a convivir con este tipo de riesgo de forma natural a través de la información disponible, nuestra formación y nuestros conocimientos, para así tomar decisiones informadas, con la ayuda de gestores o asesores financieros.
Por supuesto, existen también otros riesgos externos que acompañan al proceso de inversión y pueden afectar a la rentabilidad. Hablamos de aspectos como la información disponible, nuestro propio nivel de formación financiera; la condición del activo en cuestión y el mercado en el que se negocia según esté o no protegido por una regulación; el conocimiento del canal y los intermediarios que pueden intervenir en la operativa… Son variables que pueden afectar en gran medida no tanto al precio sino a la liquidez y a la posibilidad de rescatar nuestra inversión en un determinado momento y en mejores o peores condiciones. Son riesgos muy a tener en cuenta.
Un dato que puede ilustrar esta cuestión de los riesgos más o menos visibles para los inversores: la entrada "riesgo de mercado" en el buscador de Google cuenta con 156 millones de resultados y la entrada "riesgo de una inversión" cuenta sólo con 12 millones. Es cierto que el buscador es ciego a la hora de ofrecer los resultados y muchas de las definiciones iniciales que ofrece son las mismas para ambas búsquedas, pero sí indica cuánta más presencia tienen los riesgos más visibles de una inversión frente a los menos obvios.
Conocer y ponderar adecuadamente todos los riesgos a los que se enfrenta un inversor, incluidos los que no saltan a primera vista, es la mejor manera de aumentar la seguridad y la confianza de nuestro proceder como inversores en este camino. Confiamos en que iniciativas como el Plan de Educación Financiera contribuyan a ello.