
Nos hemos levantado estos días con la noticia de que el último lustro ha sido el más cálido de la historia a nivel global desde 1880 (cuando empezaron los registros) según los datos de la NASA y de la Oficina Nacional de Océanos y Atmósfera (NOAA).
Ello demuestra la relevancia que el cambio climático está adoptando en nuestro planeta en los últimos tiempos, siendo un fenómeno fuertemente potenciado por las altas emisiones de gases efecto invernadero (GEI) derivadas de la actividad humano y con un impacto fundamental, no sólo en términos ambientales, sino también económicos y sociales.
En esta realidad, el sector de la construcción puede tener una relevancia decisiva por cuanto su participación será importante en la reparación de los daños causados en infraestructuras y bienes por fenómenos climatológicos extremos, y también en la reducción de la demanda energética de los edificios, a quienes, hoy por hoy, corresponde un tercio de las emisiones mundiales de GEI.
Respecto a este último aspecto, es preciso realizar una actuación decidida a fin de cumplir de manera efectiva con los objetivos de la Directiva Europea de Eficiencia Energética de Edificios (2010/31/EU) que marcan que, a partir de 2021, el consumo de edificaciones nuevas debe ser casi nulo, algo que ya es exigible para los edificios públicos. Para ello, que es también un objetivo ODS de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, se proponen dos tipos de medidas principales: medidas de mitigación, para la reducción de las causas que provocan el cambio climático y por tanto los efectos del mismo; y, al tiempo, medidas de adaptación de la vida humana al cambio climático, donde la perspectiva edificatoria -y en particular de nuestros hogares- resulta sin duda fundamental.
Para poner en marcha todo ello se precisa el impulso no sólo de la participación de los poderes públicos, sino también de los profesionales de la construcción y la promoción inmobiliaria, y, cómo no, también resulta fundamental la complicidad de los propios consumidores, quienes, por un lado, han de ser informados y, por otro, han de tomar conciencia de la relevancia de estas medidas no sólo en ámbito de la sostenibilidad, sino también dentro de un análisis de coste-beneficios respecto de la implantación y puesta en marcha de las mismas.
De este modo, los beneficios alcanzarán a todos: para el promotor, no sólo fortalece su imagen y diferencia su oferta, sino que le propiciará mejores retornos en la inversión; por su parte, el comprador de la vivienda podrá ponderar el ahorro económico que le genera el energético frente a un posible incremento del precio de la compra, además del valor de la mejora en las condiciones de confort y habitabilidad del inmueble.
A tal fin, la Universidad de Granada, en colaboración con el Gobierno de España y otros estamentos como, por ejemplo, la Asociación de Promotores Constructores de España (APCE), ha desarrollado, siguiendo experiencias previas como la del Banco Mundial (The economics of Adaptation to Clomate Change, 2010), una novedosa y útil aplicación para facilitar el análisis económico y de rentabilidad de actuaciones de adaptación de construcciones a las necesidades del cambio climático y, en particular, a las medidas de mejora de la eficiencia energética: http://sustainability.ugr.es/adaptacion-al-cambio-climatico-en-el-sector-de-la-construccion-aplicaciones/
Con esta aplicación cualquier interesado podrá calcular los costes de adaptación de una edificación existente para lograr una calificación energética A.
Para ello se parte de la configuración por el usuario de la aplicación de esa potencial adaptación en base a la elección de una serie de medidas, hasta 31, que se dividen, entre activas y pasivas, en varios grupos:
Grupos de medidas.
Los expertos empleados en el diseño de la aplicación ya han podido arrojar varias conclusiones iniciales:
1) De partida, ha de considerarse un modelo inicial, dadas las particularidades que reúne cada actuación y la gran cantidad de combinaciones de medidas que resultan posibles.
2) Hay una clara preferencia sobre las medidas pasivas respecto de las activas; en particular en lo que se refiere a las medidas de diseño que, desde el principio, suponen un coste mucho más reducido que las demás.
3) Es fundamental para lograr una calificación energética A un adecuado aislamiento térmico, en particular de ventanas y cubiertas.
4) Respecto de las medidas activas, aunque presentan un mayor coste por metro cuadrado que las pasivas, son interesantes los nuevos equipos de recuperación de calor dada su favorable relación coste/eficiencia.
Respecto del más puro análisis coste-beneficio, y sin perjuicio del resultado de cada actuación, el proyecto confirma experiencias anteriores para nuestro país en las que las viviendas con calificaciones energéticas más altas (A, B y C) estaban valoradas en cerca de un 10 por ciento más que las restantes.
Además, casos de mejora en la calificación desde la E hasta la C podrían suponen un ahorro energético a la mitad, en términos de ahorro de más de 800 euros al año para una vivienda de 80 metros cuadrados. Y en términos de rentabilidad, estas inversiones para lograr la calificación letra A presentaban un Valor Actual Neto (VAN) un 7 por ciento mayor que para el proyecto original.
Sin duda, la mejora de nuestras edificaciones, en términos, no sólo de habitabilidad, es relevante, sino que aplicaciones como esta pueden concienciar, tanto a promotores como a profesionales, y a consumidores también, de sus ventajas en términos de rentabilidad.
A ello es preciso sumar, no obstante, otros factores que igualmente han de participar en la consecución de tal fin, como un correcto marco regulatorio y un fomento de las mismas en base a ayudas y, también, a beneficios fiscales.