
Una pandemia como la actual podría verse como una oportunidad única e irrepetible para que el ser humando rediseñase su mundo desde una perspectiva diferente a la que nos ha traído hasta nuestros días. Si analizamos muchos de los desafíos a los que nos hemos enfrentado durante las últimas décadas, con la llegada de la pandemia actual y su impacto en ellos podríamos extraer algunas importantes lecciones de gran valor para construir una nueva normalidad. Obviamente, la lista podría comenzar con la sostenibilidad a nivel medioambiental, la contaminación de las ciudades o la movilidad en el transporte o el reciclaje (especialmente el plástico, aunque tal vez ahora tendríamos que pensar también en las mascarillas). Quizás muchos quisieran recuperar la antigua normalidad, cuando deberíamos pensar en la construcción de una nueva normalidad.
Las pautas para diseñar una nueva normalidad podríamos empezar a vislumbrarlas en muchas de las cosas que están pasando durante esta pandemia. Se podría aplicar un enfoque de dentro hacia fuera (o tal vez mejor expresado, un enfoque del interior al exterior) dando prioridad a aquellos entornos donde la transmisión del virus es más fácil. Si consideramos los ambientes "interiores" como unos de los entornos más peligrosos para la propagación de la Covid-19, nuestro plan debería comenzar por asegurar unas buenas condiciones en esos espacios interiores. A modo de ejemplo podemos pensar en el control de acceso a los edificios asegurando que se cumplen unas condiciones concretas (incluso la toma de temperatura corporal en tiempo real y el hecho de llevar una mascarilla), el recuento de personas para el control del aforo o la medición de la calidad del aire en tiempo real. Estos son ejemplos de casos de uso que ya se están poniendo en marcha. Así que está claro que el primer paso podría ser cuidar nuestros ambientes interiores en los que la gente permanece un tiempo prolongado y monitorizar algunos parámetros básicos para evitar la propagación de un virus. Hay que tener en cuenta que no solo los lugares como los edificios deben considerarse entornos interiores. Algunos vehículos dedicados al transporte publico podrían ser, de hecho, el entorno más propicio para la transmisión de la Covid-19. Por lo tanto, el papel de las tecnologías del Internet de las Cosas (IoT) podría ser muy relevante para la monitorización de este tipo de condiciones del entorno, como la ocupación de espacios o la calidad del aire.
Imaginemos que llegamos a tener un buen nivel de control de la pandemia en ambientes interiores. El siguiente escalón sería la "ciudad", considerada como el siguiente nivel de granularidad en la agrupación de personas, más allá de un espacio físico como es un edificio. Se agregarían nuevas dimensiones al problema original: patrones de movimientos de personas por la ciudad, aglomeraciones en eventos (relacionados con el deporte, conciertos, culturales…). Estos patrones de movimiento de personas impactan directamente en la contaminación de la atmósfera de la ciudad. Hemos visto durante la pandemia cómo los niveles de contaminación disminuyeron debido a la enorme caída de la actividad social y empresarial. Así que ahora deberíamos tener una visión más clara de la necesidad real de replantear la movilidad urbana porque en el pasado este era un problema especialmente acuciante de muchas grandes urbes. El teletrabajo es otro ejemplo de algo que debe analizarse y aplicarse correctamente, considerando todo el impacto que representa en términos de contaminación y sostenibilidad ambiental, pero sin perder de vista la rentabilidad y eficiencia empresarial y el bienestar de los propios empleados.
El ser humano es un ser social por naturaleza, este es un hecho indudable. Pero la pandemia nos enseña que tenemos que hacer una revisión de cómo llevamos a cabo nuestras interacciones" físicas, cómo realizamos todas nuestras actividades cotidianas en la ciudad, cuál es nuestra huella de "presencia física" y quizás unirla a nuestra huella de carbono. Y este es el contexto idóneo para aplicar muchas tecnologías inalámbricas como el pago móvil, los códigos QR, NFC, Bluetooth, etc. Y esto nos recuerda algunas viejas iniciativas como la de eliminar en la medida de lo posible el dinero en metálico.
Y una última puntualización para la reflexión. Durante la pandemia actual, la combinación de la actividad social nocturna y el consumo de alcohol han demostrado ser una combinación fatal para la propagación de la Covid-19. Hemos empezado hablando de los edificios o espacios interiores como una unidad o espacio inicial de convivencia cercana entre seres humanos, y merece la pena analizar el impacto de la responsabilidad individual de cada persona. Podríamos hablar sobre el éxito de algunas aplicaciones de rastreo según el país, la cultura... o cómo otras iniciativas que buscan reducir la propagación del virus están fallando sin razones claras. Lo que está claro es que este virus se propaga por el contacto físico estrecho entre las personas. Y "contacto" significa interactividad social, que es un factor inherente a la naturaleza humana.
Cuando tengamos todo bajo control al nivel de una ciudad, entonces podríamos abrir el debate a territorios más amplios como regiones o países, haciendo previamente mención especial a los principales hubs que facilitan la movilidad de personas alrededor del mundo. Me refiero a lugares como aeropuertos, estaciones de tren etc. Estos lugares de gran afluencia y actividad (con enormes flujos de personas) pueden verse como gigantescos edificios interiores en los que sería cuestión de aplicar a mayor escala soluciones como las que ya hemos comentado para espacios interiores.
Durante las últimas décadas hemos construido nuestra realidad sobre la base de algunas importantes evoluciones globales, como la posibilidad de viajar y desplazarnos por el mundo como nunca antes habíamos podido hacerlo. Ahora el mensaje sin embargo parece ser "debes gestionar con cuidado como te relacionas físicamente con otros seres humanos". Puede sonar como un mensaje contra natura, pero la realidad que estamos viviendo sobrepasa cualquier pronóstico. La manera en la que las personas se agrupan para vivir en sociedad es un aspecto clave que se vincula ya directamente con la forma de propagación del virus. Éramos conscientes de las limitaciones en términos de capacidad de algunas ciudades, pero es cierto que en muchos casos se habían llevado al extremo, incluso impactando muy negativamente en la calidad de vida de las personas que residen en esas áreas urbanas.
Edificios, barrios, ciudades…las tendencias mundiales de los estilos de vida anteriores a la pandemia pueden modificarse y ya hay numerosas iniciativas individuales para tratar de cambiar nuestro modo de vida rompiendo algunos de los patrones sobre cómo nos asentamos en un territorio. En muchos países se podría regresar al campo, previa asignación de recursos económicos para el despliegue de algunos servicios básicos esenciales. Probablemente comenzando por una simple mejora de la conexión de datos en las zonas rurales, el resto de servicios mejorarían de inmediato. Desde hace muchos años la conectividad desde el mundo rural ha estado en la agenda de la estrategia digital de muchos gobiernos y esta pandemia nos lo recuerda junto con otras muchas debilidades que como sociedad arrastramos con el tiempo. Es también interesante ver cómo ha evolucionado la logística durante la pandemia, principalmente debido al notable incremento del comercio electrónico porque las personas han estado comprando online desde sus hogares de manera continua, hecho que ha servido para aliviar en gran medida la situación de abastecimiento de los hogares. Y esto también nos lleva a evaluar nuestra capacidad de entrega de mercancías en las zonas rurales. Los gobiernos deberían redefinir una estrategia completa para permitir la recuperación del entorno rural, ya que la pandemia actual ha revelado la gran cantidad de beneficios que puede suponer su habitabilidad en condiciones extremas.
Llegados a este punto tenemos que hacer mención expresa al reciclaje, tratando de mantener una visión completa, holística del problema, ya que el reciclaje debería tenerse en cuenta siempre. Hemos necesitado con urgencia millones mascarillas y muchos materiales plásticos para luchar contra la pandemia. Se ha conseguido solucionar una gran parte del problema de manera rápida y ágil, pero ¿hemos dado una solución holística a un problema? Es una sensación extraña. El nivel de excelencia asociado a un problema específico se alcanzaría si se hubiese aplicado una solución verdaderamente holística al problema inicial y, por lo tanto, habiendo tenido en cuenta el reciclaje tanto de mascarillas como del resto de materiales plásticos. Antes de la pandemia el impacto en el medio ambiente del plástico era tan alto que urgía definir estrategias de reciclaje para solucionarlo. En los próximos meses probablemente se debería desarrollar algún proceso específico para reciclar mascarillas y equipos de protección. En todo caso, la mentalidad siempre debería ser "reciclar primero". En el futuro, los gobiernos podrían exigir como obligatorio un plan de reciclaje antes incluso de permitir el lanzamiento de un nuevo negocio o empresa; pero por supuesto con la excepción de que resuelvan problemas urgentes durante situaciones de emergencia como la que estamos viviendo.
Esta pandemia puede ser nuestra última oportunidad para cambiar el rumbo de nuestro mundo, para "rediseñar" una nueva normalidad.