
La aparición del COVID-19 ha generado una gran confusión en una sociedad enormemente economicista. Las personas miramos continuamente de reojo que no se nos escapen los placeres que nuestra riqueza provee.
Las empresas son parte nuclear de esta sociedad y un David pertrechado se contempla como un enorme riesgo para un Goliat que precisa de certidumbre para su buen desempeño.
No es que sea un fenómeno nuevo, la incertidumbre es inherente a sociedades que evolucionan y todos hemos de lidiar con ella. Sin embargo, la reciente debacle financiera del 2008 y el origen de la fuente de incertidumbre parece, haber descompuesto a todos y resquebrajado a otros más, las creencias económicas arraigadas.
"Es preciso que las empresas elaboren planes de contingencia que les ayuden a defenderse de estos episodios repetitivos pero nunca iguales"
No cabe duda que las incertidumbres, especialmente si vienen acumuladas, producen desequilibrios sociales y económicos, particularmente en un contexto globalizado e interdependiente que, en el ámbito de la empresa, se manifiesta por fuertes tensiones sobre la competencia y, en definitiva, por la puesta en entredicho de la supervivencia de la empresa.
Cada vez más, es preciso que las empresas elaboren planes de contingencia que les ayuden a defenderse de estos episodios repetitivos pero nunca iguales, pues en nada se parece la situación del 2008 a la creada por el COVID-19.
Aquella fue financiera que supuso, sobre todo, un bloqueo económico de las empresas en situaciones de endeudamiento; esta es económica, o si se desea económico-viral, pues se trata de una paralización económica generalizada por un virus en situaciones de endeudamiento totalmente diferentes. Es por ello que la reactivación económica será muy diferente.
El COVID-19 ha producido un shock en la oferta por las interrupciones en las cadenas de suministro y un shock en la demanda por un menor consumo, lo que ha desajustado la actividad de las empresas generadoras de valor, motivando una reducción de la actividad productiva que se deja notar muy negativamente, aunque sea de manera transitoria, en el mercado de trabajo.
Estos fenómenos económicos reducen inevitablemente, aunque también transitoriamente, los ingresos de las empresas, generando pérdidas que pueden ser sustanciales en relación con su situación previa a la pandemia, y que amenazan con consecuencias de naturaleza económica que pueden afectar al sistema financiero y los mercados de capitales en caso de retracción incontrolada, pero sobre todo afecta a los inversores-propietarios, siendo este nuestro objeto de interés.
"A los empresarios, inversores-propietarios, le surgen dudas de cómo actuar en estas circunstancias y los profesionales, consultores y asesores tienen dudas de cómo orientar"
Este último aspecto es de enorme interés ya que son los inversores financieros (institucionales o no) los que están aportando dinamismo a la economía. En el ámbito de la economía real son los inversores–propietarios de las empresas en general, y los pequeños negocios en particular, los que desempeñan una labor trascendente al poner en juego sus recursos para la sociedad.
En períodos turbulentos como el generado por el COVID-19 estos empresarios de riesgo pueden ver como sus negocios quedan bloqueados y el valor de sus empresas ante cualquier operación (p. ej. una transmisión, una segregación, etc.) puede parecer que se evapora por cuestiones coyunturales cuando tan sólo unos momentos antes todo era de color de rosa.
A los empresarios, inversores-propietarios, le surgen dudas de cómo actuar en estas circunstancias y los profesionales, consultores y asesores tienen dudas de cómo orientar las actuaciones empresariales y tratar los servicios que prestan, lo que puede desorientar todavía más a estos empresarios.
El COVID-19 trae a colación un aspecto de considerable interés: cómo el valor de las empresas se ve afectado en tiempos convulsos y cómo han de afrontar los profesionales encargados de una valoración dicho proceso.
Cada vez es más frecuente en el ámbito económico encontrarnos con situaciones límite que quebrantan los cimientos sobre los que se asientan los conocimientos económicos vigentes. Uno de los campos más afectados por estos turbulentos tiempos es el área de valoración de la empresa.
La actividad societaria (quiebras, fusiones y adquisiciones, separación de socios, tomas de participación, etc.) pone a prueba al experto en valoración de manera diaria, tanto en la necesidad de valorar económicamente las empresas, diferenciando entre valor y precio, como por los propios procesos de financiación que llevan aparejados, que suelen venir acompañados de restricciones financieras en condiciones económicas adversas.
Dentro de la Comisión de valoración y financiación de empresas (la Comisión) de AECA preocupan estos aspectos y por ello se están emitiendo documentos y opiniones que ayuden a los valoradores en sus decisiones y asesoramiento, particularmente en situaciones como las que vivimos.
El ámbito de la valoración se centra en estimar el comportamiento de la empresa en su contexto para poder conocer la utilidad que esta empresa reporta a sus propietarios-inversores, generalmente a través del retorno que genera.
"Es preciso hacer frente a unas condiciones macroeconómicas, y a menudo microeconómicas, que requieren de profesionales cualificados"
Este retorno se manifiesta por los flujos de efectivo que esperan obtener en el futuro de su inversión que, por ser futuros, deben ser descontados al momento presente. Es por ello que al valorador se le presentan dos retos importantes.
En primer lugar, cómo estimar los flujos de efectivo previstos en tiempos convulsos, en donde las estimaciones pueden estar distorsionadas por los acontecimientos excepcionales del presente. En segundo lugar, cuál debe ser la tasa de conversión de los flujos de efectivo esperados al momento presente, aspecto este de considerable impacto en el valor.
La Comisión de AECA viene trabajando en este sentido. En 2005 emitió el Documento 7 sobre valoración de Pymes con criterios de ayuda para los profesionales que tuvo una excelente acogida.
En la actualidad tiene en estudio una importante Opinión, que esperamos que vea en breve la luz, sobre la tasa de conversión o rentabilidad mínima utilizada para el descuento de los flujos de efectivo, que estamos convencidos que servirá de gran ayuda a los profesionales, especialmente para momentos como los actuales.
Con todo, en tiempos turbulentos, que cada vez se producen con más asiduidad, es preciso hacer frente a unas condiciones macroeconómicas, y a menudo microeconómicas, que requieren de profesionales cualificados capaces de comprender adecuadamente el significado de lo que el valor significa y del impacto que su correcto cálculo e interpretación tiene.
La falta de un registro de estos profesionales que garantice a los inversores-propietarios que el valor de sus participaciones se realiza en adecuadas condiciones, independientemente de los tiempos que nos toquen vivir, ha llevado a AECA a crear el registro de Experto Valorador Acreditado (EVA) que sin duda contribuirá a afianzar una profesión que tiene un papel trascendental en una sociedad economicista como la nuestra.