
Nunca la industria de los servicios legales ha enfrentado tantos cambios, ni de forma tan acelerada. Estos cambios, además, no solamente se manifiestan en el exterior: en las industrias y clientes a quienes atendemos, sino también hacia el interior: en las reformas necesarias para poder llevar a los despachos a liderar los mercados en la nueva realidad.
La crisis de lo exterior es enorme. Muchos de nuestros clientes pasan por momentos angustiantes, teniendo que prescindir de colaboradores, cerrar operaciones, pensar en cómo será el futuro de sus cadenas de suministros, cómo podrán operar con las nuevas regulaciones relacionadas con el Covid-19 o lidiar con la nueva realidad económica de los consumidores en una economía en recesión. Muchos tendrán que usar la legislación laboral y de quiebras para poder sobrevivir, y otros, lamentablemente, no podrán salvarse del todo y desaparecerán.
Hacia lo interno, ya los despachos de abogados están pasando por una serie de cambios precipitados por la llegada del Coronavirus.
El más obvio es el teletrabajo. Los distintos grados de confinamiento que han vivido nuestros países por la pandemia han provocado que los abogados tengamos que salir de nuestras oficinas y trabajemos desde la casa.
Esta obligada nueva forma de trabajo ha convencido hasta los más escépticos sobre sus bondades. Un uso más eficiente del tiempo y del espacio, con menos tiempo en carretera y ahorro en combustible, es probable que haya convencido a los líderes de los despachos de que la virtualidad, combinada con espacios para trabajar más moderados, es el futuro.
El confinamiento obligado por el coronavirus nos ha permitido confirmar que la productividad no la garantiza la presencia física en una oficina, ni que el éxito debe ser representado por enormes despachos o salas de conferencias.
En esta nueva realidad, los clientes estarán mucho más vigilantes de sus costes, incluidos los legales. Cualquier ahorro y eficiencia en el servicio será bienvenido, incluyendo reducciones en arrendamientos o en espacios ineficientes. En momentos de crisis económica, la austeridad y la productividad no solamente son apropiadas, sino esperadas.
Lo interesante es que la ausencia física de los abogados en el despacho ha provocado un cuestionamiento sobre la necesidad de contar con abogados en nómina.
Es decir, la virtualidad está siendo aplicada no solamente a los espacios físicos, sino también a las personas.
Esta virtualidad de las personas acelerará un cambio que ya venía dándose en la industria jurídica: la 'gig economy'
Con la crisis económica del 2008 el mercado laboral sufrió una revolución de la que surgieron formas alternativas a la contratación tradicional. Este modelo podría compararse con el trabajo de freelance o autónomo, ya que consiste en aceptar encargos de una duración especifica y sin tener exclusividad con la empresa contratante.
Plataformas como Lawyers On Demand, Axiom y Vario, son ejemplos de esa probable nueva normalidad de las gig economies en los servicios legales. Igualmente, en años recientes han aparecido muchas otras que conectan abogados freelance con despachos de abogados y clientes corporativos como Lawyer Exchange, Legal Bee, Aggregate Law, UpCounsel y Montage Legal Group.
Para los freelancers, las ventajas de este esquema de contratación son indiscutibles: flexibilidad, menor presión por facturación, posibilidad de escoger el trabajo y de conciliar entre la vida personal y laboral. La deslocalización, es decir, la posibilidad de trabajar para un empleador que se encuentra a miles de kilómetros es otra de esas ventajas: los freelancers pueden vivir en un lugar distinto al que trabajan. La desventaja más evidente es la inestabilidad, el depender exclusivamente de proyectos puntuales que encajen con sus habilidades.
La industria de servicios jurídicos, gracias a la tecnología y ahora con la virtualidad, está cada vez más receptiva a la flexibilidad de los acuerdos laborales o de contratación. Muchos asuntos pueden ser asignados a profesionales bajo la modalidad de freelancing, con una consecuente reducción de costes para los clientes, pero manteniendo la calidad y la velocidad del servicio.
Para los despachos, el poder acceder a recursos inmediatos, especializados y de alta calidad, sin que ocupen espacio en sus edificios y sus nóminas, resulta muy atractivo.
Sin embargo, el reto estará en poder mantener una cultura organizacional y un ambiente de trabajo que estimule la innovación y la creatividad. En otras palabras, en mantener la "humanidad" en medio de la "virtualidad". Las tecnologías de video conferencias, por el momento, no son un sustituto adecuado para ello.
Otro reto será el de capacitar a los freelancers, garantizarse que su calidad profesional se mantenga en línea con la filosofía del despacho.
Los despachos deberán tomar decisiones adecuadas sobre estrategia, inversión, tecnología, rediseño del flujo de trabajo, y necesidades de contar con el mejor talento, virtual o no.
El teletrabajo obligado por el Coronavirus revaloró el concepto de virtualidad del espacio físico y también el de la virtualidad de los trabajadores.