
Quiero hacer algunas reflexiones sobre las actuaciones de la mayoría de nuestros políticos en la gestión de la crisis producida por el COVID-19.
Discutir sobre desacuerdos aporta soluciones. Añado que la invulnerabilidad no existe. Hago una pregunta: ¿Cuántos políticos adhieren a decisiones sin tener datos suficientes?
Nuestros políticos están evitando escuchar al otro, mostrar su flanco vulnerable o admitir su ignorancia. Estamos hartos de que en sus discusiones no reconozcan los aciertos del otro: los intercambios se centran en criticarse mutuamente en justas oratorias más o menos aburridas en las que cada uno intenta conseguir ser el único que sigue cabalgando.
El espectáculo aumenta nuestra sensación de inseguridad. ¿Qué les impide a nuestros políticos tomar nota de acuerdos y desacuerdos y buscar coincidencias? Mal vamos si no contemplan todas las posibilidades. ¿Dónde han dejado la humildad?
¿Y la envidia? Don Quijote previene contra ella en el octavo capítulo de la segunda parte: "Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias".
¿Y la infalibilidad? ¿Por qué un político no admite los argumentos de su oponente? ¿Pretende ser infalible? ¿Poseer la verdad? La infalibilidad ya ha traído dolores suficientes como para acunarla. La democracia exige que todos escuchen y su eficacia se basa en acuerdos sobre puntos comunes.
"Estamos hartos de veros instalados en la permanente repetición de buscar errores en los otros"
¡Qué pocas veces se fundamentó el progreso en la idea de uno solo! Copérnico demostró que Aristóteles no estaba en lo cierto: una mayoría creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra. La historia cuenta demasiados hechos irreparables originados en la infalibilidad.
Estamos hartos de que los políticos no se den cuenta de que la aceptación de una idea ajena es fuente de credibilidad. Mal político el que desconoce lo más elemental del funcionamiento humano.
Estamos hartos de veros instalados en la permanente repetición de buscar errores en los otros. Necesitamos acuerdos, no atribuciones.
Con todos mis respetos, así seguiréis siendo incapaces e ignorantes y, como los niños, alimentaréis la ilusión de ser invulnerables.