Opinión

La guerra EEUU-China durará aún décadas

  • Todo depende de que ambos no se arriesguen a una recesión
  • China desconfía de todo lo que cree injerencias en su soberanía

La incipiente guerra fría chinoestadounidense es la principal fuente de incertidumbre en la economía global hoy. Una escalada de tensiones entre las dos economías más grandes del mundo puede producir una recesión global seguida de una crisis financiera en 2020, incluso si la Reserva Federal de los Estados Unidos y otros grandes bancos centrales aplican una política de expansión monetaria decidida.

Hay tres escenarios para la evolución de la situación entre ahora y fines de 2020, cuando EEUU celebrará su próxima elección presidencial. Es aún posible que en Osaka, Trump y Xi acuerden una tregua, o un modus vivendi, que siente las bases para una solución negociada hacia fines de este año. Por el lado del comercio, Estados Unidos quiere que China compre más bienes estadounidenses, que reduzca barreras arancelarias y no arancelarias, que aumente la apertura del sector financiero y de servicios a la inversión extranjera directa y que se comprometa con el mantenimiento de la estabilidad monetaria.

Un acuerdo transitorio puede incluir cualquiera de los puntos anteriores; como contrapartida, Estados Unidos ofrecería exenciones a medio plazo (hasta el final de 2020, y tal vez más) a empresas tecnológicas chinas que usen componentes, semiconductores y software estadounidenses. Esto dejaría a Huawei muy limitada, pero no impedida para operar.

La segunda posibilidad es que en los próximos seis a 12 meses haya guerra comercial, tecnológica y fría total. En este escenario, las posturas de Estados Unidos y China comenzarían a alejarse rápidamente, tras un intento fallido de reiniciar negociaciones (con o sin tregua). Estados Unidos cumpliría sus amenazas de aplicar aranceles (desde un 10 por ciento inicial hasta un 25 por ciento) a los 300.000 millones de dólares de importaciones chinas que hasta ahora están exentos. Y la Administración Trump les bajaría el pulgar a Huawei y otras empresas tecnológicas chinas.

Posibles represalias

China, mientras tanto, protegería su economía con un estímulo en el nivel macro, y al mismo tiempo aplicaría represalias con medidas que trascenderían los aranceles (por ejemplo, la expulsión de empresas estadounidenses). Huawei podría sobrevivir dentro del mercado chino, pero su creciente actividad internacional quedaría paralizada.

Además del comercio y la tecnología, este escenario también implica un aumento de tensiones geopolíticas y militares. No se puede descartar la posibilidad de algún tipo de conflicto en relación con los mares Meridional y Oriental de China, Taiwán, Corea del Norte, Xinjiang, Irán o Hong Kong.

Finalmente, en el tercer escenario, China y Estados Unidos no lograrían un acuerdo en relación con el comercio y la tecnología, pero evitarían una escalada acelerada. En vez de hundirse en una guerra comercial y tecnológica total, las dos potencias intensificarían el conflicto en forma más gradual. Estados Unidos impondría nuevos aranceles, pero los mantendría en el 10 por ciento, y extendería exenciones temporales que permitan a Huawei y otras empresas chinas la compra de suministros clave de fabricación estadounidense, reservándose la opción de cortarle los víveres a Huawei a su entero arbitrio. Esto no impediría la continuación de las negociaciones, pero en esencia Estados Unidos tendría poder de veto sobre el intento de Huawei de desarrollar el 5G y otras tecnologías clave de la economía global. Como Trump podría dejar a Huawei sin suministros en cualquier momento, es de suponer que el Gobierno chino se abstendría de represalias a gran escala evidentes, pero aun así intervendría para minimizar el daño económico.

El tercer escenario es el más probable por ahora, porque China está a la espera de lo que ocurra en 2020, para ver si Estados Unidos elige a un presidente más estable. De modo que, incluso con una tregua, es probable que cualquier negociación que se reinicie después de la cumbre del G-20 se extienda por tiempo indefinido sin signos reales de progreso.

De no haber acuerdo comercial, es probable que se dé esta misma escalada modulada en lo referido a tecnología. Con las empresas chinas ya muy restringidas, EEUU podría convencer a los países europeos y a otros aliados de que no aprueben licitaciones o licencias favorables a Huawei en los mercados del estándar 5G y de bienes de consumo como teléfonos inteligentes, lo que reduciría la ventaja actual de Huawei en este mercado. Con eso EEUU conseguiría un par de años para preparar a sus propios campeones nacionales en 5G y tecnologías relacionadas y obtener una ventaja inicial en 6G.

Beneficios políticos

Además, una escalada controlada puede beneficiar políticamente a Trump, e incluso a Xi. Trump no quedaría expuesto a que los demócratas lo acusen de haber sido engañado o haber sido demasiado blando con China. Al mismo tiempo, es probable que la incertidumbre persistente derivada de un conflicto no resuelto motive a la Fed a empezar a bajar su tasa de política monetaria en julio, o en septiembre. De hecho, con un buen manejo del conflicto, Estados Unidos podría evitar una recesión, aunque el crecimiento anual se desaceleraría desde el 2 por ciento.

Que en el tercer escenario la bolsa sufra una corrección (una caída del 10 por ciento o más) o se mantenga oscilando entre valores estables dependerá de una variedad de factores, por ejemplo la confianza de los inversores, las tendencias de crecimiento y la política monetaria. Tampoco se puede descartar alguna clase de estímulo fiscal en EEUU.

El escenario de "guerra controlada" también tiene ventajas para Xi. El Gobierno chino siempre tiene la opción de proteger su economía con un estímulo monetario, fiscal y crediticio, además de una devaluación de la moneda (por encima de los 7 yuanes por dólar). También puede hacer algunos gestos de represalia, por ejemplo, amenazar con restringir la exportación de tierras raras.

Como China y Estados Unidos saben que les esperan décadas de rivalidad, puede que decidan que es mejor no arriesgarse a un conflicto total y a una recesión global en el corto plazo. Solo una adecuada preparación en el mediano plazo permitirá a las dos potencias manejar una guerra fría prolongada y la desglobalización que será necesaria para proteger sus respectivas cadenas de suministro.

Incluso si estadounidenses y chinos consiguen superar sus diferencias en cuanto a estilos de negociación, Estados Unidos querrá compromisos legislativos de China, y Pekín seguirá considerando que esas demandas son una violación de su soberanía. Los chinos son muy sensibles a cualquier cosa que se parezca a la interferencia imperial que debilitó a China en el siglo XIX. Además, a la par de la escalada retórica del último mes, se intensificó el traslado de las fricciones comerciales al ámbito tecnológico. Antes las dos cuestiones se mantenían formalmente separadas, pero ahora están inextricablemente entrelazadas, lo que dificulta todavía más el logro de una solución. Los chinos no pueden aceptar ningún acuerdo que no salve a Huawei, pero ahora que ésta se ha convertido en moneda de negociación, los halcones en materia de seguridad nacional que hay en la administración Trump y el Congreso obligarán al presidente a ponerse firme con la empresa asiática.

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