
Los índices son un tema central e histórico en el desarrollo y el crecimiento de los mercados de valores e instrumentos financieros en todo el mundo. Ahora están de plena actualidad por la nueva regulación europea respecto a índices de referencia, entre los cuales están incluidos los relativos a las empresas cotizadas en la Bolsa.
Este reglamento divide a los índices en tres categorías: críticos, significativos y no significativos. Para clasificarlos se atiende, principalmente, al valor de los instrumentos o contratos financieros referenciados a dichos índices y a la existencia o no de un sustituto adecuado en caso de discontinuidad del índice en lo que respecta a estabilidad financiera. Los indicadores bursátiles que calcula BME, casi un centenar, son todos considerados índices de datos regulados, siendo el Ibex 35 significativo y el resto no significativos.
Bien podríamos decir que la Bolsa es la casa de los índices. Pocas instituciones o actividades económicas son tan ampliamente identificadas o asociadas a los índices. Dow Jones, Nikkei o Ibex 35 son reconocidos por la mayoría de la población como símbolos representativos de los movimientos y actividades de las Bolsas. Los índices son las caras más conocidas de las Bolsas.
BME hace tiempo que adapta los procedimientos a la regulación que entra ahora en vigor
Hoy, como consecuencia del desarrollo económico, la globalización, la competencia y la proliferación de productos financieros, los mercados regulados de negociación de acciones cuentan con miles de referencias en forma de índices en todo el mundo. Actualmente todos ellos cubren un espectro de cerca de 52.000 empresas cotizadas, con un valor de mercado próximo a los 75 billones de dólares al cierre de 2018 y sobre cuyas acciones cotizadas se cruzaron operaciones por un importe de casi 98 billones. Siendo todas ellas cifras importantísimas, son sólo una parte menor del impacto que tienen en la economía, a todos los niveles, otros índices, como los índices sobre tipos de interés. Estos indicadores, considerados "críticos" por el riesgo sistémico que acaparan, son a los que se dirige con especial hincapié la nueva regulación europea.
Por el contrario, los índices bursátiles se encuentran en un escalón inferior. En buena medida porque, aparte del menor tamaño de su área económica de influencia, son indicadores que, como en el caso del Ibex 35, cuentan desde su origen con reglas de elaboración, cálculo y difusión claras, conocidas, transparentes y controladas por un Comité de Expertos también conocidos y de gran reputación profesional.
El Ibex 35 nació el 14 de enero de 1992 y desde entonces está compuesto por las 35 compañías más líquidas que cotizan en la Bolsa española. El Comité Técnico Asesor decide de forma trimestral qué valores componen el índice, en función de criterios técnicos. Desde su nacimiento, el Ibex 35 sirve como referente de la marcha de la economía española.
Es de justicia señalar que el objetivo que persigue la nueva norma sobre índices de referencia esencialmente proviene de deficiencias y distorsiones detectadas en el cálculo y aplicación de índices ajenos al mundo de las acciones cotizadas y las Bolsas. Por ello, la regulación debería tenerlo en cuenta para no afectar injustamente a una parte de la actividad de generación y difusión de índices que es clave para explicar el amplio y transparente desarrollo de los procesos de financiación e inversión a través de los mercados en todo el mundo.
En su calidad de propietaria y administradora de los principales índices bursátiles en España, BME está implicada en primera persona con la aplicación de la nueva norma y hace tiempo que adapta los procedimientos a la regulación ahora en vigor. Un proceso largo por la cantidad de normativa y elaboración de documentos, pero no difícil por la testada calidad de los índices en integridad y fiabilidad en lo relativo a los requisitos de gobernanza y conflictos de interés, función de vigilancia y sistemas de control, así como en lo que respecta a datos de cálculo, metodología y transparencia.