Opinión

Ahora las personas

Ahora las personas celebramos el Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, tan solo tres días después de que la ciudadanía española, sin embargo, se haya expresado mayoritariamente por opciones progresistas, por políticas sociales con muchas posibilidades de cambiar políticas, especialmente en los asuntos que afectan directamente a las personas y que constituyen una problemática transversal para el conjunto del territorio de nuestro país.

Vivimos un largo ciclo de crecimiento económico que, según algunos indicadores internacionales, puede estar entrando en una fase de ralentización que por el momento afecta a nuestro país menos que al resto del entorno europeo. Habrá quienes, sin duda y a la luz de este escenario, se opongan a las políticas de reparto de la riqueza que ya debería estar hechas y dando resultados. Lo que tenemos, sin embargo, y lo que se encontrarán las nuevas Cortes y el nuevo Gobierno, es un país que sigue teniendo una tasa de paro del 14,7%, un 15% de empleo a tiempo parcial, una temporalidad de casi el 26%. Un país con un millón de hogares con todos sus miembros en paro, donde los contratos de muy corta duración siguen creciendo, y cada vez tenemos más evidencias de prácticas fraudulentas generalizadas (contratación irregular, excesos de jornada, salarios en negro, etc...) con una gran variedad de implicaciones de todo tipo que deberían abordarse con urgencia.

El crecimiento económico está creando riqueza, saneando las empresas y generando beneficios; pero el mercado de trabajo sigue estancando en un escenario de crisis, sometido a un marco regulatorio aprobado en lo más duro de la recesión pero que sigue intacto, como un anacronismo insensato que genera precariedad, desigualdad, pobreza e injusticia. Todavía en estos días he escuchado a algunos opinadores aquella estupidez de "más vale un trabajo precario que ninguno", como si debiéramos asumir con resignación y agradecimiento la triste condición de subsistencia en la miseria. Son este tipo de cosas las que realmente fragmentan las sociedades, las que generan sentimientos de exclusión entre una ciudadanía que puede acabar sintiéndose más atraída por quienes dicen estar dispuestos a acabar con un sistema en el que no parece pintar nada.

UGT se ha manifestado, una y otra vez, por el diálogo y el acuerdo para afrontar los cambios políticos que necesitamos, especialmente en un contexto en el que nadie parece contar con mayorías suficientes para ejecutar sus planteamientos de forma unilateral. Necesitamos restaurar el tejido social, recomponer las clases medias, ser capaces de articular un proyecto colectivo ilusionante e inclusivo en el que todos y todas nos sintamos implicados y representados. Y ese proyecto necesita unos Presupuestos Generales del Estado dispuestos a financiar el Estado de Bienestar, y sustentados en sistema fiscal sólido, progresivo, en el que contribuya más el que más tiene, activo en la persecución del fraude y de cualquier práctica de escaqueo fiscal.

Esas cuestiones -diálogo político y social, gasto social, y reformas para las personas- son los objetivos de la movilización de este Primero de Mayo. Somos plenamente conscientes de que hay algunos temas clave en los que, además de apelar al diálogo, habrá que mantener la presión social. Es el caso del Sistema Público de Pensiones, que es sostenible y queremos que siga siéndolo, pero para ello hay que pensar un poco menos en los negocios privados y más en las necesidades de la gente. Hay que recuperar el Pacto de Toledo, y el diálogo social, pero deberíamos simplificar el escenario de partida derogando la reforma de pensiones que impuso el Gobierno del PP en 2013.

El mismo carácter estratégico nuestra reivindicación de un cambio de modelo productivo. Los países con más base industrial en su economía resistieron mejor la crisis económica, el empleo es más estable y de mejor calidad, y son más competitivos. No hay ninguna razón para que nuestra economía no aspire a ese tipo de mejoras. No hay razón para que no orientemos nuestros esfuerzos a evolucionar hacia un modelo económico basado en la calidad y no en la explotación de los trabajadores y trabajadoras. Un modelo productivo que apueste por la innovación, por la industria limpia, servicios de calidad, turismo sano y respetuoso con el medio ambiente. Un modelo productivo sostenible, que fortalezca nuestras estructuras económicas y las haga más resistentes a las crisis, capaz de generar empleos de calidad y bienestar social.

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