
Hoy día 8 de marzo conmemoramos el día internacional de la mujer. Y hace apenas dos meses, los 40 años de la entrada en vigor de nuestra Constitución. Ella hizo que la sociedad española dejase atrás todos los vicios y situaciones injustas que se habían venido sufriendo y perpetuando la que podríamos llamar "sociedad del antiguo régimen".
Nuestras sociedades han avanzado mucho pero algunos problemas que tenemos las mujeres de hoy siguen siendo los mismos que tiempo atrás: la inexplicable violencia de género, la imposible conciliación entre la vida familiar y la vida profesional, el trato a las mujeres como un objeto bonito en publicidad, marketing y otras lindezas por el estilo, abusos sexuales o la desigualdad en el acceso a cargos públicos y privados, entre otros.
Bien es cierto que ya en 1961 la llamada ley de igualdad derogó la norma del Código Civil que impedía a la mujer abandonar su domicilio paterno salvo para casarse o "tomar estado", eufemismo que significaba entrar en una orden religiosa, pero siguió manteniendo prohibiciones como la de que las mujeres pudieran ser jueces. Los crecientes anhelos de igualdad, de eliminación de situaciones absurdas, como la licencia marital, derogada ya en 1975, solo se vieron cumplidos cuando la Constitución de 1978 proclamó el principio de igualdad en el artículo 14, al establecer que "los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo…..etc.", lo que confirma el artículo 32.1 cuando establece que "el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica".
Pero la igualdad como la democracia es una institución muy delicada, a la que hay que mimar para evitar que se rompa. ¿Pero tenemos igualdad real? Igualdad real requiere programas con medidas sociales, políticas y educativas que permitan eliminar de forma paulatina, pero sin marcha atrás, las desigualdades que siguen manteniéndose en la sociedad.
La lucha por la igualdad exige no bajar la guardia. Queda mucho en el camino de la igualdad y, desengañémonos, nos corresponde en primer lugar a nosotras defenderla.