
¿En qué ocasión la lealtad parece la cosa más importante del mundo cuando se echa a algunos empleados? En esas lamentables circunstancias, empleados de larga data, tras ser echados, piensan en todos los años que han servido, en todos los momentos en que "estuvieron allí", para ofrecer respaldo a su equipo o a la compañía. Y, muchos de ellos deben pensar "¿acaso mi lealtad no sirvió para nada?"
Entre tanto, los gerentes se sienten estremecidos. Pero no por el shock y la furia, sino por la culpa y la vergüenza. Pues la mayoría de los gerentes saben muy bien que los empleados no deben descubrir, en su último día de trabajo, cuáles son los valores que pesan en la organización. Los valores deben ser el tema principal de cada día, especialmente cuando se trata de preparar a la organización para épocas de recesión como la actual. Es en ese momento cuando los empleados necesitan saber qué parte de sus conductas permiten conservar el empleo.
Y eso, en muy raras ocasiones consiste exclusivamente en la lealtad.
¿Ha muerto la lealtad?
Ahora bien, no queremos declarar "la lealtad ha muerto". Esa frase ha sido pronunciada desde comienzos de la década del ochenta, cuando la competencia extranjera obligó a muchas corporaciones norteamericanas a echar a ejércitos de empleados que tenían la ilusión de contar con un empleo de por vida. Existe la lealtad a una personalidad. Un empleado leal coloca a su jefe en el centro de su mundo, de una manera obsequiosa que todos observan, excepto el jefe. Y existe una lealtad de tiempo completo, basada en una incesante exhibición. Y también existe la lealtad a la antigua, basada en el apoyo a la compañía, como ocurre en algunas naciones estado. Todas esas conductas suelen calentar los corazones de algunos gerentes, y ser recompensadas con la seguridad en el empleo.
Pero no con frecuencia. En la actualidad, es más común que los gerentes protejan y recompensen a empleados que brindan resultados de manera constante. No decimos que los empleados leales no reciben recompensa alguna. Cuando la economía es fuerte, un récord de lealtad puede proteger a un empleado, pese a que su desempeño es mediocre. Pero cuando la situación es difícil, y es necesario despedir empleados, la vasta mayoría de los gerentes actúan para hacer sobrevivir a la compañía. Los mejores empleados se quedan, sin importar si son o no leales. Y los empleados marginales, sin importar si son o no leales, son invitados a irse.
¿Es eso malo? No desde nuestro punto de vista. Las empresas sólo pueden ganar si tienen los mejores empleados. Y aunque eso suene duro o mercenario en estos tiempos difíciles, es importante recordar que todos se benefician en una sociedad cuando prosperan las compañías. Por cierto, para que la economía norteamericana vuelva a ponerse de pie, necesitamos compañías que sean meritocracias, ahora, más que nunca.
En otras palabras, la lealtad no ha muerto, pero sí ha muerto la idea de recompensar la lealtad sin tomar en cuenta el desempeño. Eso es miope, equivocado.
Comunicar la verdad
Pero aún más equivocado es que escasos gerentes comuniquen la verdad acerca de la lealtad antes de verse obligados a hacerlo. En cambio, sólo lo hacen cuando entregan la notificación de despido a Joe o a Mary.
Entonces, sólo entonces, admiten, "Mire, usted ha hecho su trabajo en todos estos años. Pero en realidad, no era demasiado bueno. Y ahora, hay que echar empleados, y usted es uno de ellos". ¡Qué vergüenza! Y también, qué innecesario. Cualquier empresa, sin importar su tamaño, tiene que tener un riguroso sistema de evaluación que aclare qué valores y conductas importan, y en qué medida. Y también que informe a los empleados en qué posición están con relación a sus homólogos.
Por cierto, incluso el mejor sistema de evaluación no puede facilitar los despidos. Pero al menos, no cogerá a los empleados por sorpresa. Y además, esos sistemas permiten hacer aflorar el tópico de qué es más importante, si la lealtad o los resultados, para que todos vean y entiendan.
Durante el próximo año, la recesión enseñará a cada gerente al menos algunas lecciones importantes. Si usted no ha sido claro acerca de los reales valores de su organización, seguramente a partir de ahora no permitirá que un desempeño insuficiente se le escape. Cuando se trata de la lealtad, la culpa es una gran maestra.