A contracorriente de la repetida afirmación, que se ha hecho en los medios de comunicación del mundo, de que un golpe de suerte o un accidente ha colocado a Juan Guaidó Márquez en el núcleo mismo de los acontecimientos de Venezuela, este perfil propone un recorrido para arribar a una conclusión distinta: que el ahora presidente interino, por más de una década ha trabajado con disciplina admirable para alcanzar el punto donde hoy se encuentra: como el popular protagonista, de solo 35 años, del complejísimo proceso de cambio que vive Venezuela.
Juan Guaidó Márquez proviene de una familia unida por lazos hondos, firmes y duraderos, asentados en la fe católica que profesan. En su sedimento más profundo, la familia como valor, como modelo y como método, tiene en Guaidó Márquez un papel preponderante. El retrato publicado en la portada del diario ABC, el domingo 3 de febrero -Guaidó Márquez inclina su cabeza delante de su madre, quien lo besa en la frente, mientras ella aprieta el rosario que mantiene en su mano derecha- no es el resultado de una estrategia de comunicación política: proviene, metaforiza, la realidad cotidiana de una familia venezolana.
De ese sustrato proviene un elemento clave en su personalidad pública: Guaidó Márquez evita los conflictos. Es una persona que prefiere apaciguar y dialogar. A esta trama familiar se sumó Fabiana Rosales, la esposa de Guaidó, militante de Voluntad Popular, periodista y activista de los derechos humanos. Rosales es una joven de fe, también católica. Tienen una hija, Miranda Eugenia Guaidó Rosales, de dos años.
Uno de los datos esenciales del carácter de Guaidó Márquez es su persistencia: avanza por objetivos. Los alcanza y continúa su camino hacia el siguiente. Es metódico y concentrado. No se distrae. En el anecdotario familiar, ese rasgo de su personalidad reaparece siempre: está dotado para la planificación, el seguimiento de tareas, la superación de las metas. Su esposa, Fabiana Rosales, aporta un punto de vista importante. Guaidó Márquez es ajeno a la conflictividad, entre otras cosas, porque no olvida nunca su norte. Concentra sus empeños en la intención. Tiene en alta estima el modo en que emplea su tiempo.
Un último elemento merece consignarse en este preámbulo: el hecho de que Guaidó Márquez haya vivido, hasta la edad de 15 años, en la urbanización Corapal, en el Estado Vargas. Aledaño a la ciudad de Caracas, el Estado Vargas es una pequeña franja costera, de casi 1.500 kilómetros cuadrados, densamente poblada, donde se ubican el aeropuerto Simón Bolívar -el más importante de Venezuela- y el Puerto de La Guaira, fundamental por su proximidad con la capital y por el volumen de mercancías que ingresan diariamente por sus instalaciones.
Históricamente, el Estado Vargas ha sido una de las regiones urbanas pobres de Venezuela. Entre 1984 y 1999, los años en que Guaidó Márquez vivió en la zona, la pobreza en la región alcanzaba al 65% de la población. Por su configuración geográfica, quien vive o transite por Vargas debe toparse, en cada momento, con las realidades de la pobreza. Las urbanizaciones de clase media son vecinas de barrios donde la vida transcurre cargada de dificultades.
Para una persona observadora y atenta a los asuntos públicos, la cercanía y convivencia con la pobreza en Vargas es inevitable. En el niño que, desde muy temprano, mostró interés por cuanto sucedía a su alrededor, estas realidades no pasaron desapercibidas y marcaron su sensibilidad política. Más aún, fueron un factor que configuró su disposición a lo social, su disposición, sustantiva, de solidaridad hacia quienes le rodean.
Su disciplina y sentido de persistencia; su mundo familiar afectivo y axialmente atravesado por la fe católica; su vocación por la convivencia y los acuerdos; su mente concentrada para el cumplimiento de propósitos; y una visión social del espacio público, tales son algunos de los pilares con que el ingeniero Guaidó Márquez afronta el ejercicio de la política: una perspectiva que oscila, en términos ideológicos, entre lo socialdemócrata y cierto progresismo moderado.
En lo esencial, Guaidó Márquez es un hombre de partido. En buena medida, sus intervenciones públicas reflejan el contenido de los lineamientos de Voluntad Popular. Pero, al mismo tiempo, es un hombre que hace uso de su autonomía, de su modo de estar en el mundo. En las decenas de entrevistas que le han hecho desde el pasado 5 de enero, ha mostrado, además de una clara posición sobre la situación venezolana -que tiene un fundamento partidista-, flexibilidad -cabe decir, comodidad-, para responder a preguntas complejas, inesperadas o dilemáticas. Irradia una sensación: la de estar listo para los próximos desafíos.
Si se analizan los discursos de Guaidó Márquez, así como las largas entrevistas que ha dado a medios venezolanos e internacionales, resulta sorprendente la coherencia de su pensamiento. En el mismo se entrecruzan las posiciones de Voluntad Popular, con el relato de sus propias experiencias. Guaidó Márquez habla de las realidades menudas y acuciantes: del hambre, de las colas, de las muertes por enfermedad y represión, del dolor de los sobrevivientes. No oculta que proviene de una familia humilde, que ha luchado para salir adelante.
El 5 de enero de 2018, en el discurso de toma de posesión de la presidencia de la Asamblea Nacional, expuso con claridad los tres lineamientos generales de su propósito:
En primer lugar, lograr el cese de la usurpación del poder en Venezuela. En otras palabras, el objetivo es el fin, en el plazo más inmediato, del Gobierno y el régimen de Maduro.
En segundo lugar, poner en marcha un gobierno de transición. Los primeros nombramientos de embajadores y representantes son significativos, porque ha incluido a personas vinculadas a todos los partidos opositores que tienen representación en la Asamblea Nacional.
Y por último, convocar elecciones libres y justas, apenas sea posible, dado que, como requisito sine qua non, hay que designar nuevas autoridades en el Consejo Nacional Electoral.Estos grandes propósitos, que repite en sus intervenciones, están siempre acompañados de mensajes que son reveladores de su pensamiento.
Las tareas políticas e institucionales para avanzar hacia la transición corresponden a todos y, en ese llamado, ha incluido a los oficialistas que acepten que el régimen ha colapsado. Su mensaje es inclusivo. Ha elogiado la labor de todos los opositores, pero también ha mencionado los errores cometidos, incluso por la propia Asamblea Nacional. El 5 de enero dijo que la Asamblea Nacional debe ser un organismo de articulación de todos los sectores políticos e ideológicos del país. "No se trata de torcerle el brazo a nadie".
Ha firmado una Ley de Amnistía dirigida a militares y civiles, que beneficiará a aquellos que decidan sumarse al esfuerzo democrático, al tiempo que ha rechazado la oferta de diálogo que hizo Maduro, y la formulada por países como Mé-xico y Uruguay. Ha denunciado el uso del recurso de diálogo como una trampa gubernamental para ganar tiempo y prolongar la agonía de la sociedad venezolana.
Su más insistente y urgente llamado se refiere a l apertura inmediata de ayuda humanitaria. Es, en este punto específico, donde Guaidó ubica el principal aporte que otros países pueden hacer a Venezuela. Su denuncia del régimen encabezado por Maduro pone foco en el empobrecimiento de las familias venezolanas, en las violaciones a los derechos humanos y en la destrucción del Estado de Derecho, con especial énfasis en la creación ilegal y fraudulenta de la Asamblea Nacional Constituyente. Guaidó Márquez es insistente en denunciar la ilegitimidad del Gobierno y del régimen. Con relación al universo militar, ha dicho algo muy importante: que, al ser Maduro ilegítimo, la cadena de mando está rota en su más alto nivel.
Sus intervenciones tienen una característica: el sabor final tiene un carácter constructivo. No se limita a denunciar. Comunica optimismo y la convicción de que es posible lograr los tres propósitos enunciados (fin del régimen, gobierno de transición, elecciones libres).
En síntesis: Guaidó Márquez es, en lo ideológico, un socialdemócrata, con una visión de la política como ejercicio social e inclusivo. Es un hombre firme, que no elude los riesgos -incluso físicos- derivados de su actividad pública. Ha reiterado su llamado a todos los sectores de la sociedad, incluyendo a los empresarios, a sumarse a la transición y la reconstrucción del país. Lo que Guaidó Márquez tiene enfrente a cada minuto es un vasto movimiento de la sociedad venezolana, cada vez más amplio y activo.
Ese es el marco en que ha ratificado su llamado al sector militar a incorporarse al cambio y a la construcción de una nueva etapa democrática. Si todo continúa como va, es altamente probable que Juan Guaidó Márquez tenga el privilegio de anunciar elecciones libres en Venezuela para agosto o septiembre de este 2019.