
Jamal Khashoggi, periodista crítico del régimen saudí, fue víctima de la guerra entre el islam suní y el estricto wahabismo de la casa Saud. El periodista estaba cerca de los Hermanos Musulmanes, que Arabia Saudí perciben como una amenaza existencial. El Gobierno turco, aunque también próximo a la Hermandad, no quiere enfrentarse a la familia real saudí. Esto complicó y ralentizó las pesquisas.
El presidente Recep Tayyip Erdogan no ha aprovechado la ocasión que le brindaba esta crisis. La comunidad internacional mira a Turquía desde el atroz crimen cometido el pasado día 2 en el consulado saudí de Estambul. Mas la gestión de Erdogan ha sido inapropiada, tanto desde el punto de vista político como jurídico. El caso podría haber sido esclarecido antes. Y con la utilización pertinente y oportuna de los medios legales, se habría recuperado en parte la confianza de la comunidad internacional en la deteriorada credibilidad del país. Por otra parte, al poder judicial sometido a la política le hubiera sido devuelto algo de su mermado prestigio a nivel doméstico. Policía y Justicia turcas ya habían indagado con éxito.
Sin embargo, Erdogan ha preferido montar su propio show. Asegura estar en posesión de evidencias y pruebas "irrefutables", como si leyera una sentencia. Hablando como un juez sigue socavando la independencia del poder judicial. De acuerdo con la ley turca, ni siquiera la oficina del fiscal, sino solo un fallo judicial puede expresarse de tal modo. Además, no es tarea del presidente divulgar información sobre indagaciones procesales en curso. Su tarea era crear las condiciones para una investigación independiente, pero ignoró la separación de poderes. Hay otro hecho que demuestra que Turquía no quería quedar atrapada en un dilema entre el régimen saudí y la Hermandad Musulmana. De acuerdo con la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, en casos de extrema gravedad es posible responsabilizar a los representantes de un país, normalmente sujetos a la inmunidad diplomática. Una posibilidad legal que no fue utilizada. El cónsul general de Arabia Saudí pudo salir de Turquía sin dificultad.
Ankara cerró los ojos. El crimen ha sido considerado e investigado como un asesinato ordinario. No se siguieron las pistas que podrían haber llevado a implicaciones políticas
Ankara cerró los ojos. El crimen ha sido considerado e investigado como un asesinato ordinario. No se siguieron las pistas que podrían haber llevado a implicaciones políticas. Se persigue a los perpetradores, no a los instigadores. Cualquier otro rastro hubiera llevado directamente al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, lo que habría causado problemas.
Erdogan exige la extradición de los 18 detenidos por la cruenta muerte de Khashoggi. Si bien señala a Arabia Saudí, teme un proceso cuyas consecuencias podrían alcanzar a la familia real saudí.
Conclusión: cualquier pretendido esclarecimiento del caso Khashoggi en Turquía no afectará a la dimensión política de lo sucedido. Serán procesados los asesinos a sueldo, nada le ocurrirá a los autores intelectuales. Si la comunidad internacional tuviera un interés real en aclarar a fondo este crimen, tendría que entregar el asunto a un tribunal internacional.
Recuérdese que la primera visita oficial de Donald Trump fue a tierras saudíes. Después canceló el tratado nuclear con Irán. Es improbable que Trump ceje en su lealtad
Las consecuencias políticas y económicas de lo ocurrido serán leves. Numerosos gerentes, inversores y líderes empresariales han llegado a Riad para el Davos del desierto. Es verdad que algunos grandes nombres se han mantenido alejados en señal de protesta y que la atención que recibe hoy Salman es menos benevolente. No obstante, priman su valor como primer exportador de crudo, el peso de su mercado y su importancia como comprador de armamento. El camino de Salman al trono no está en peligro. El príncipe no es el reformador que aparenta ser. En junio parecía cumplir esas expectativas, levantando la prohibición de conducir para las mujeres, limitando los poderes de la policía religiosa y legalizando los cines. Sin embargo, no tiene intención de tocar los cimientos del Estado y la sociedad. Estas iniciativas -como la supuesta lucha contra la corrupción- se enmarcan en la lucha por el poder. Contra los chiíes emplea mano dura. En Yemen, Arabia Saudí bombardea desde 2015 a los rebeldes hutíes, porque teme que su archienemigo Irán la convierta en su punta de lanza en la Península Arábiga. El enfrentamiento con Teherán fija asimismo su política exterior. El eje anti-iraní formado por Arabia Saudí, EEUU e Israel se mantendrá. Recuérdese que la primera visita oficial de Donald Trump fue a tierras saudíes. Después canceló el tratado nuclear con Irán. Es improbable que Trump ceje en su lealtad. Califica como "creíbles" las explicaciones de la familia real. La impunidad saudí continuará.