
Es clásica la definición de la Unión Europea según la cual la responsabilidad social corporativa (RSC) consiste en la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y en las relaciones con sus interlocutores: clientes, accionistas, empleados, proveedores, colaboradores y el conjunto de la comunidad social.
Esa integración voluntaria puede realizarse de muy diversas formas por lo que suelen diferenciarse al menos tres niveles de integración, con frecuencia secuenciales, que corresponden a distintas visiones de lo que debe ser la RSC en una empresa: el primero es la acción social, o filantropía; el segundo es el de la responsabilidad social relacionada y el tercero, el nivel de integración estratégica.
Hay sin duda un momento previo en el que la responsabilidad social es sencillamente desconocida o negada. La empresa que se halle en este nivel cero solo asumirá algún tipo de responsabilidad más allá de la estrictamente legal en relación con sus propietarios -accionistas- y reducirá al estricto cumplimiento de las normas legales el patrón de su conducta con respecto a cualquier otro grupo social con el que se relacione. La empresa que se sitúa en este estadio se mueve exclusivamente por el crecimiento de su beneficio económico a corto y medio plazo, no se considera responsable frente a la sociedad más allá de la ley y, en consecuencia, no destinará recursos a iniciativas de acción social, salvo que las considere como un elemento más de publicidad para generar mayores beneficios económicos.
En el primer nivel de evolución, la empresa, -aunque sigue focalizando su aspiración primera en la maximización de su beneficio económico- comienza a dedicar una parte de su resultado a obras e iniciativas sociales, al tiempo que introduce la preocupación medioambiental en su forma de trabajar, pensando en ampliar el retorno a una comunidad social de la que se siente partícipe. Es el estadio de filantropía social.
El segundo nivel, el de la responsabilidad social relacionada, profundiza y orienta la visión anterior, de forma que esas iniciativas sociales van poco a poco integrándose en el hacer cotidiano de la empresa y cada vez más se vinculan o relacionan con la propia misión, de forma que la empresa extiende su acción social a partir de su propia actividad, vinculándola en sus contenidos y alcance a la razón de ser de su negocio. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando una distribuidora de alimentación financia comedores sociales o cuando una entidad financiera ofrece líneas de crédito privilegiadas a bajo coste a emprendedores o a familias con escasos recursos.
El tercer grado de evolución de la RSC es la completa integración estratégica de la misma. Esto conlleva una actuación programada dentro de un Plan Estratégico Empresarial que incorpore los aspectos humanos, sociales y medioambientales en la propia actividad de la empresa, en los distintos componentes de su cadena de valor, en sus procesos de toma de decisión, en su estilo de dirección, en definitiva… en su cultura.
En este tercer nivel, la RSC es inseparable de la estrategia empresarial, pues está presente en la misión y en los objetivos de la compañía, en el producto o servicio mismo que la empresa ofrece a la sociedad y lo ofrece a un precio asequible, aun sabiendo que no está apurando todo el beneficio que le puede otorgar su diferenciación y sabiendo también que va a ser copiada.
Esta integración estratégica de la RSC no solo se manifiesta en la elección del producto o servicio que la empresa ofrece; para que la integración sea completa debe reflejarse también en cada elemento de su cadena de valor. Es decir, cuando la RSC alcanza el nivel estratégico se refleja en la forma de crear el producto o servicio y en los cauces para ofrecerlo al mercado. No se trata de tomar decisiones de responsabilidad social, sino de tomar decisiones con y desde la responsabilidad social. Pero, en este camino ¿cuál es la piedra de toque que marca el avance? ¿Cuál es el motor, el corazón, que mueve la RSC?
El corazón de la RSC no es otro que la ética empresarial. La responsabilidad social corporativa solo será estratégica en el tiempo si se produce como consecuencia del convencimiento ético de los responsables de la empresa, -de sus consejeros y directivos, de sus empleados y colaboradores- , de que es justo y bueno actuar de una determinada forma y, como consecuencia, surge la voluntad de integrar en los valores y en los comportamientos en toda la organización esa forma de actuar. Vemos así como el corazón de la responsabilidad social corporativa no es otro que la motivación ética de las personas que han de actuarla; no es el qué, ni el cómo,… es, sobre todo, el convencimiento de un por qué. El beneficio económico se seguirá persiguiendo, sin duda, pero más como bien intermedio que como bien final.
La RSC se muestra así como el cauce privilegiado para que la empresa comprenda y vea comprendido su inmenso papel en lo económico y en lo social, asegurando la idoneidad de los bienes que aporta y la justicia en su distribución y asegurando con ello su reputación y su propia sostenibilidad económica.