Opinión

Destruir la UE, el objetivo de Steve Bannon

El nuevo proyecto de Steve Bannon, exconsejero de Donald Trump, es paralizar la Unión Europea. El campeón de la "alt right" estadounidense ha creado una organización en Bruselas, The Movement, dedicada en exclusiva a socavar los fundamentos de la UE. Para ello impulsa la agenda de los nacionalistas.

En la mente de todos está el recuerdo de esos movimientos en Europa. Un cáncer que ha provocado miseria, sufrimiento y muerte. Con perversa habilidad Bannon retoma una tendencia que no desapareció y resurge con ímpetu en nuestro continente. No es de extrañar que a nacionalistas y populistas les guste denominarse movimiento. Sea en Austria o en Italia. Bien sabemos que hubo y hay muchos más.

El estratega-jefe del antiliberalismo dio en el clavo con el nombre de su consultoría. Grandes y pequeñas formaciones de extrema derecha hacen cola para beneficiarse de la cabeza que estuvo detrás del éxito electoral de Trump. Ya ha creado una densa red de contactos. Líderes ultra como Marine Le Pen en Francia hasta el ministro derechista del Interior italiano, Matteo Salvini pasando por el holandés Geert Wilders o Alice Weidel de la alemana, AfD. Ha vaticinado un "gran porvenir" a la ultraderechista francesa Marion Le Pen, sobrina de Marine. Se ha asociado con Raheem Kassam, ex consejero de Nigel Farage, uno de los artífices del Brexit. En los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) proclama que "lo que importa es la supervivencia del Occidente judeo-cristiano". En especial, ensalza al húngaro Viktor Orbán: "Fue Trump antes que Trump". Las ramificaciones llegan a los países escandinavos con el xenófobo Demócratas de Suecia y el ultraconservador Verdaderos Finlandeses. Su mirada está puesta incluso en España donde será asesor de Vox, partido liderado por el ex parlamentario del PP, Santiago Abascal.

Según el portal de noticias norteamericano The Daily Beast, Bannon aspira a producir una "revuelta populista de derechas" para las elecciones europeas. En efecto, los comicios de mayo son el primer objetivo. Al ser una cita electoral que no moviliza demasiado a la ciudadanía espera hacer valer el peso de nacionalistas y populistas para bloquear el funcionamiento del Parlamento y la Comisión. Lo conseguiría con un número suficientemente importante de legisladores. En la actualidad, un centenar de los 751 eurodiputados pertenece a formaciones euroescépticas o antieuropeas. La meta es constituir al menos el tercer grupo parlamentario más fuerte en Estrasburgo en 2019.

Bannon fue un niño de clase trabajadora en el estado de Virginia. Su madre, socialdemócrata y sindicalista. Cuando su padre, instalador de cables de teléfono, perdió todo su dinero con la bancarrota de Lehman Brothers, Steve se convirtió en valedor de la gente de bajo nivel social. En una entrevista en 2013, se describió a sí mismo como leninista porque Lenin quiso destruir el Estado. Se transformó en "leninista de derecha". Aunque el término pueda parecer incongruente para Bannon el leninismo es un símbolo que significa derribar aquellos valores básicos de referencia para EEUU y la convivencia en Europa. Pretende eliminar la tolerancia y cualquier tipo de pensamiento incluyente que traspase fronteras.

En la campaña estadounidense, utilizó con éxito servicios de datos controvertidos, como Cambridge Analytica, de la que fue cofundador y que también desempeñó un papel en la del Brexit. De hecho, lo ocurrido en EEUU y Gran Bretaña - donde Bannon volvió a jugar un papel decisivo - demuestra sus siniestras habilidades subrayando la peligrosidad de su proyecto.

Quien se hizo llamar "Príncipe de las tinieblas" no es amigo de la transparencia. Utiliza los medios a su alcance, sin grandes escrúpulos. Lo seguirá haciendo en una dimensión jamás vista. Además, como admirador de Vladimir Putin desde hace tiempo, aprovechará las fábricas rusas de noticias falsas.

No basta con el breve comentario de la Comisión de haber "tomado nota de las actividades de Bannon". Los partidos conservadores, socialistas y liberales establecidos tienen que desarrollar conceptos para una respuesta adecuada. Y, sobre todo, han de hacerlo las instituciones europeas. Hay que parar este movimiento antes de que sea tarde. La UE y los Estados Miembros están obligados a garantizar elecciones "justas y equitativas", conforme a los Tratados. Bannon nunca ha trabajado en un mismo lugar durante mucho tiempo y se duda de que mantenga su interés hasta mayo. Pero la UE no puede limitarse a confiar en esto.

Nuestra Unión - todavía imperfecta - presenta grandes logros. Si los europeos no la defendemos, las fuerzas nacionalistas y populistas la destruirán. Es imprescindible luchar por ella.

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