Opinión

Los retos de la Sanidad antes de las elecciones autonómicas de 2019

La situación política actual hace que permanentemente estemos pendientes del calendario electoral, de posibles adelantos de comicios y de temas que siendo muy relevantes, no abordan las cuestiones que afectan al día a día de las personas. Pero sin duda, entre los asuntos que sí preocupan a la ciudadanía está la sanidad, una competencia que mayoritariamente en nuestro país está transferida a las comunidades autónomas. Por ello, conviene prestar especial atención a los comicios municipales y autonómicos que tendrán lugar en mayo o junio de 2019.

Estas elecciones se verán desde muchos puntos de vista, con lecturas más allá del propio territorio de cada autonomía. Para el sector sanitario, y por supuesto para el Círculo de la Sanidad, estos comicios deben leerse en clave humana, sabedores de que estamos ante una oportunidad, casi una obligación, de aprovechar esta cita con las urnas para hacer balance del estado del Sistema Nacional de Salud (SNS) y establecer una hoja de ruta con retos ambiciosos que garanticen la sostenibilidad del SNS a corto, y sobre todo, a medio y largo plazo.

Vivimos momentos de alta tensión en la vida pública, y la sanidad debe mantenerse al margen de la confrontación política, porque a fin de cuentas, todos los actores de la arena parlamentaria, con recetas diferentes, buscan que cada día nuestro sistema sanitario preste cada vez una mejor atención.

Debemos ser conscientes, y felicitarnos por ello, de que pese a la gravísima crisis económica que hemos atravesado, cuyos efectos más letales perduran todavía en el tiempo, disfrutamos de una atención sanitaria universal, gratuita y de calidad, gracias sobre todo a la labor que cada día realizan miles de profesionales sanitarios y al esfuerzo económico que han hecho las empresas proveedoras de bienes y servicios. Y precisamente por eso, para que estos tres pilares sigan siendo la principal fortaleza del SNS, debemos abordar sin complejos ni miedos las fortalezas y debilidades del sistema.

Son urgentes debates como el envejecimiento de la población; el aumento de la incidencia de las enfermedades crónicas; la falta de equidad que existe entre comunidades autónomas a la hora de recibir atención sanitaria, lo que genera ciudadanos de primera y de segunda clase, y el establecimiento de fórmulas encaminadas a racionalizar el gasto sanitario, mejorando al tiempo la calidad del mismo.

En este punto, es esencial no confundir la racionalización del gasto con la merma de servicios o recortes presupuestarios. Racionalizar es aprovechar cada vez mejor el dinero público, el de los ciudadanos, el de todos nosotros. En este sentido, debe apostarse por cuantas medidas permitan avanzar en esta línea, un camino en el que la colaboración público-privada posee una importancia capital, pues contribuye a la modernización y mejora de los servicios públicos y a la sostenibilidad del sistema. En ocasiones, por ejemplo, supone un menor coste atender determinadas patologías en centros concertados que en grandes infraestructuras hospitalarias, amén de que contribuye a reducir listas de espera y a modernizar el equipamiento tecnológico.

La colaboración público-privada no implica un aumento en el presupuesto público en materia sanitaria, sino todo lo contrario. Y es que este tipo de colaboración permite optimizar los recursos, consiguiendo una ventaja económica que puede reinvertirse para seguir mejorando nuestra sanidad y afrontar los retos que el SNS tiene por delante, para lo que hay que gastar cada euro con inteligencia.

La descentralización ha sido un éxito y ha aportado mucho de positivo en nuestro país, acercando la gestión al ciudadano, y por ello es tan relevante aprovechar los comicios regionales de 2019 para mejorar el SNS, pero el Estado no debe ni puede renunciar a la política social, porque a fin de cuentas es el eje vertebrador que ha de velar por que existan unos niveles mínimos de igualdad entre todas las personas, independientemente del territorio en el que residan en cada momento.

En suma, el SNS se enfrenta a desafíos que han de afrontarse sosegada pero urgentemente, pues de lo contrario, corremos el riesgo de llegar demasiado tarde y que el Sistema Nacional de Salud no goce, precisamente, de tan buen estado de salud.

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