Opinión

¿Cómo funciona la desigualdad?

La desigualdad ha sido nombrada como una de las causantes de las irrupciones populistas de los años 2016 y 2017. Pero, ¿qué es la desigualdad y qué papel desempeña en la inhibición o el fomento del crecimiento o en el debilitamiento de la democracia? ¿La desigualdad mata al conducir a las personas al suicidio? O, ¿es la desigualdad un mal necesario que debemos tolerar en ciertos niveles?

Estas son preguntas que me formulan a menudo. Pero, a decir verdad, ninguna de ellas es útil, ni es una a la que se pueda responder, o incluso, ni siquiera está bien planteada. La desigualdad es más una consecuencia que una causa de los procesos económicos y políticos. Algunos de estos procesos son buenos, otros malos, y algunos son muy malos. Sólo al separar lo bueno de lo malo (y de lo peor) podemos entender la desigualdad y qué se puede hacer al respecto.

Además, la desigualdad no es lo mismo que la injusticia; y es esta última la que ha incitado tanta agitación política en el mundo rico de hoy. Algunos de los procesos que generan desigualdad son vistos como justos. Pero, otros procesos son obviamente injustos, y se han convertido en una fuente legítima de ira y rencor.

En el caso de los procesos que generan desigualdad, es difícil oponerse a que los innovadores se enriquezcan mediante la introducción de productos o servicios que beneficien a toda la humanidad. Algunas de las mayores desigualdades en la actualidad son una consecuencia de las revoluciones industriales y de salud que comenzaron en el año 1750. Originalmente, estos procesos beneficiaban solo a unos pocos países del noroeste de Europa. Pero, desde aquel entonces han mejorado las condiciones de vida y las situaciones de salud para miles de millones de personas en todo el mundo. Las desigualdades derivadas de estos avances, tanto dentro de como entre países, son beneficiosas y justas, y una característica clave del progreso en general.

Por otro lado, enriquecerse mediante sobornos al Estado con el objetivo de obtener favores especiales es injusto, y con razón causa resentimiento. Muchas personas en EEUU, aún muchas más que en Europa , consideran automáticamente como justos los resultados capitalistas o de mercado, y como arbitrarias las acciones del Gobierno. Se oponen a los programas patrocinados por el Gobierno o las universidades que parecen favorecer a grupos particulares, como por ejemplo a las minorías o los inmigrantes.

Esto ayuda a explicar por qué muchos estadounidenses blancos de la clase trabajadora se han puesto en contra del Partido Demócrata, que ellos ven como el partido de las minorías, los inmigrantes y las élites. Pero otra razón del creciente descontento es que los salarios medios reales (ajustados a la inflación) en EEUU se han estancado en los últimos 50 años. Hay dos explicaciones distintas para la divergencia entre los ingresos medios y los superiores, y es importante cuál es la correcta. La primera explicación atribuye la divergencia a procesos impersonales e imparables como la globalización y la innovación tecnológica, que han devaluado el trabajo poco calificado y favorecido a las personas que tienen una buena educación formal.

La segunda explicación es más siniestra. Sostiene que el estancamiento de los ingresos medios es en realidad el resultado directo del aumento de los ingresos y la riqueza en la parte superior. Según esta explicación, los ricos se están haciendo más ricos a expensas de todos los demás.

Investigaciones recientes sugieren que hay algo de cierto en la segunda historia, al menos en EEUU. Si bien la globalización y el cambio tecnológico han alterado las formas de trabajo tradicionales, ambos procesos tienen el potencial de beneficiar a todos. El hecho de que no sea así sugiere que los ricos hubiesen capturado dichos beneficios sólo para sí mismos. Requerirá mucha más investigación determinar cuáles políticas y qué procesos están evitando el aumento de los salarios de la clase trabajadora, así como también cuantificar los efectos; sin embargo, lo que se presenta a continuación es una lista preliminar.

En primer lugar, la financiación de la atención médica está teniendo un efecto desastroso en los salarios. Debido a que la mayoría del seguro de salud de los estadounidenses es provisto por sus empleadores, son los salarios de los trabajadores, esencialmente, los que pagan por las ganancias y los altos salarios que se perciben en la industria médica. Cada año, EEUU desperdicia un billón de dólares, unos 8.000 por familia, más que otros países ricos en costes excesivos de atención médica, y tiene peores resultados de salud. Cualquiera de las alternativas de financiación europeas podría recuperar esos fondos, pero la adopción de cualquiera de las mismas desencadenaría la feroz resistencia de aquellos que ahora se benefician del statu quo.

Otro problema son las fusiones de hospitales que aumentan los precios, pero los salarios hospitalarios no lo han hecho. El aumento de la concentración del mercado es probablemente también un factor que apuntala el lento crecimiento de la productividad. Al fin y al cabo, es más fácil obtener beneficios a través de la búsqueda de rentas y la monopolización que a través de la innovación y la inversión.

Otro problema es que el salario mínimo federal de los EEUU (hoy en día en 7,25 dólares por hora) no ha aumentado desde 2009. A pesar del amplio apoyo público, el aumento del salario mínimo siempre es difícil, debido a la influencia las firmas y donantes tienen en el Congreso.

Para empeorar las cosas, más del 20 por ciento de los trabajadores están sujetos a cláusulas de no competencia, lo que reduce su poder de negociación, y sus salarios. Del mismo modo, 28 Estados han promulgadoleyes que prohíben los acuerdos de negociación colectiva que requerirían que los trabajadores se afilien a sindicatos o paguen cuotas. Como resultado, las disputas entre empresas y consumidores o trabajadores se resuelven cada vez más fuera de los tribunales a través del arbitraje, un proceso que es abrumadoramente favorable para las empresas.

Otro problema más es la externalización, no solo en el extranjero, sino también dentro de EEUU, mediante la cual las empresas sustituyen trabajadores fijos por contratistas independientes. Los servidores de alimentos, conserjes y trabajadores de mantenimiento que solían ser parte de compañías exitosas ahora trabajan para otras entidades. Estas compañías operan en una industria altamente competitiva y de bajos salarios, y brindan pocos o ningún beneficio y pocas oportunidades de ascenso laboral.

La inmigración no cualificada también plantea un problema para los salarios. Se dice que los inmigrantes toman trabajos que los estadounidenses no quieren. Pero tales afirmaciones no tienen sentido sin referencia a los salarios. Es difícil creer que los salarios de los estadounidenses poco calificados habrían permanecido tan bajos como lo hicieron en ausencia de los ingresos de inmigrantes. Como el economista Dani Rodrik señaló la globalización hizo que la demanda de la mano de obra sea más elástica. Entonces, incluso si la globalización no reduce los salarios, esta hace que sea más difícil para los trabajadores obtener un aumento.

Otro problema estructural es que el mercado de valores recompensa no solo la innovación, sino también la redistribución es decir el aumento de capital y la disminución de la proporción de mano de obra. Esto se refleja en la participación de las ganancias en relación con el PIB, que ha aumentado del 20 al 25 por ciento en el mismo período en que los salarios se han estancado. El aumento sería incluso mayor si los salarios de los ejecutivos se contabilizaran como ganancias en lugar de salarios.

El problema final es político. Hemos entrado en un período de conflictos regulatorios. Todas las "reformas" desreguladoras que actualmente se proponen beneficiarán al capital a expensas de los trabajadores y los consumidores.

Lo mismo puede decirse de las sentencias del Tribunal Supremo de los EEUU en los últimos años. La decisión del tribunal en el caso Citizens United contra FEC, por ejemplo, dio a los estadounidenses adinerados e incluso a las corporaciones la capacidad de gastar cantidades casi ilimitadas para apoyar a los candidatos e idear resultados legislativos y normativos que funcionen a su favor.

Si esta historia de salarios medios estancados y salarios altos crecientes es correcta, entonces puede haber una luz de esperanza en nuestra era de desigualdad, porque esto significa que el mercado laboral disfuncional de EEUU no es una consecuencia irremediable de procesos imparables como la globalización y el cambio tecnológico.

Se puede lograr un progreso ampliamente compartido con políticas diseñadas específicamente para beneficiar a consumidores y trabajadores. Y, esas políticas ni siquiera necesitan incluir impuestos redistributivos, medida a la que muchos trabajadores se oponen. Por el contrario, pueden enfocarse en maneras de fomentar la competencia y desalentar la búsqueda de rentas.

Con las políticas correctas, la democracia capitalista puede funcionar mejor para todos, no solo para los ricos. No necesitamos abolir el capitalismo o nacionalizar selectivamente los medios de producción. Sino que debemos volver a poner el poder de la competencia al servicio de las clases media y trabajadora.

(Artículo de Angus Deaton para Project Synditcate)

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