Opinión

Cómo negociar airosamente la tercera fase del 'Brexit'

  • Canadá más, Noruega menos, Suiza cuadrado, pasarán a nuestra jerga

Canadá más, Noruega menos, Suiza cuadrado, China cúbico… Parecen rompecabezas de un juego de mesa del que ya se habrá aburrido sin remedio el día de navidad por la tarde, pero de hecho son códigos de taquígrafo para referirse a los tipos de acuerdo comercial que podría suscribir el Reino Unido con la Unión Europea durante el próximo año. Con la primera fase ya acordada, podemos pasar a la segunda fase, mucho más importante.

El Reino Unido tiene que firmar un acuerdo, está claro, pero el trato concreto será decisivo en cuanto a qué sectores de la economía prosperarán y cuáles entrarán en un relativo declive en los próximos años. ¿Qué debería hacer cualquiera con dinero en el mercado bursátil durante ese intervalo? Hay tres puntos de inflexión que deberían buscar. ¿Firmará un acuerdo la City? ¿El sector farmacéutico y aeroespacial? ¿Lograremos acuerdos con el resto del mundo? ¿Se liberalizará la agricultura? ¿Nos permitirán desarrollar nuevas estructuras normativas? Cuando sepamos las respuestas a esas preguntas, sabremos qué sector y regiones respaldar o evitar.

Existe toda una jerga para el galimatías comercial al que todos nos tendremos que acostumbrar el año que viene. Una operación "Canadá más", como su nombre indica, es un acuerdo comercial similar al suscrito con ese país, presumiblemente con menos cláusulas sobre la exportación de sirope de arce. Un "Noruega menos" es en efecto la membresía de la UE esquilada de unos cuantos derechos de voto y obligaciones financieras. Dado que la UE dispone de acuerdos comerciales por todas partes, no hay duda de que podrían aparecer muchos más a medida que se aproxime el plazo máximo para marcharse. Si estuviera yo al mando, defendería un "Marruecos especiado", por la sencilla razón de que suena exótico.

Por el camino, habrá sin duda más de un pataleo, muchos avisos de graves consecuencias sobre el derrumbe desde un precipicio, algunos insultos memorablemente condescendientes de Michael Barnier y mucha conversación valiente sobre lo que el sector vinícola francés podría perder de Nigel Farage, antes de que se regatee algo en el último minuto que funcione por los pelos para ambas partes. La libra estará asediada mientras el diálogo pivota entre si hay o no acuerdo, y el Banco de Inglaterra se quedará a la espera para liberar más dinero impreso todavía en el caso de que nos estrellemos caóticamente.

Para quien haya invertido en los mercados británicos y cualquiera que esté intentando dirigir una empresa, la tarea crucial será silenciar todo el ruido y concentrarse en lo que realmente importa, esto es, qué sectores se beneficiarán y cuáles podrían salir perdiendo. ¿Cómo deben actuar los inversores y gestores durante las negociaciones? Veamos cinco grandes puntos de inflexión que deben tener en cuenta.

En primer lugar, ¿se incluirán los servicios financieros? La City quiere a la desesperada mantener los derechos de pasaporte que le permiten vender sus productos en todo el continente. La UE, con idéntica desesperación, quiere aprovecharse de todos esos empleos bien pagados y de los ingresos fiscales que los acompañan. Pese a eso, quizá sea posible algún trato intermedio (por ejemplo, que permanezca el pasaporte mientras haya operaciones importantes basadas en Fráncfort o París). Los términos serán decisivos para el que sigue siendo uno de los grandes sectores británicos. Si el acuerdo mantiene más o menos el estado actual o algo parecido, la posición de Londres como capital financiera de Europa estará garantizada durante una generación. Si no, correrá un grave peligro y la única respuesta sensata será vender los bancos y cualquier empresa que dependa mucho de la economía londinense.

Segundo, ¿los sectores farmacéutico, automovilístico y aeroespacial obtendrán un trato especial? Este asunto no será tan contencioso. A los franceses, desde luego, no les importaría nada cazar algunos de esos empleos y se descorcharán muchas botellas de champán si GlaxoSmithKline o British Aerospace traslada sus instalaciones de investigación a Lyon o Toulouse, pero las probabilidades de polémica son mucho menores que en finanzas. Aun así, todos estos sectores necesitarán el comercio para seguir siendo lo más expeditos posible cuando el país se marche. Si se anticipa la probabilidad, entonces todas las farmacéuticas y empresas aeroespaciales son una buena compra (y en el mercado de Tokio los fabricantes de coches también). Si no, tendrán que dedicar mucho dinero a modificar su funcionamiento.

Tercero, ¿habrá acuerdos comerciales con el resto del mundo y con qué rapidez? La UE ha sido nefasta a la hora de firmar convenios con otros socios comerciales. Por ejemplo, las conversaciones con el Consejo de Cooperación del Golfo, que incluye a Arabia Saudí, los EAU y Qatar, se remontan a 1990 y se paralizaron en 2008. Sin embargo, Arabia Saudí es el séptimo mayor mercado británico para las exportaciones de servicios y el país vende a ese país más servicios que a Italia y España juntas. Si es capaz de llegar a un acuerdo con esos territorios, será estupendo para sus florecientes exportaciones de servicios.

Cuarto, ¿qué pasará con la agricultura? Si el Reino Unido consigue desentenderse de los punitivos aranceles alimenticios de la UE, el impulso para los supermercados y cadenas de restaurantes será tremendo, porque el coste de la comida bajará. Un ejemplo: la UE recientemente elevó los aranceles de la importación de naranjas, de 3,2 a 16 puntos, pero es improbable que el país lo replique si tiene la capacidad de librarse de ello (curiosamente, ni siquiera en Kent cultivan muchas naranjas). Tal vez sorprenda a los acérrimos defensores de la permanencia en la UE, pero unos precios más bajos y materias primas más baratas suelen beneficiar a los negocios, por lo que dos de nuestros mayores sectores podrían recibir un gran impulso.

Por último, la divergencia regulatoria será determinante. Cuanto más grande sea la brecha que se abre entre la legislación británica y la europea, mientras se mantiene un acceso razonable al mercado único, más oportunidades tendrán las empresas del Reino Unido. Por ejemplo, a su próspero sector tecnológico le irá mucho mejor si se libera de las normativas represivas y multas que salen de Bruselas. Las pequeñas empresas prosperarán si consiguen escapar de la legislación laboral de la UE y las normas metomentodo sobre datos. Cuanto más se les permita establecer sus propias regulaciones, mejor para esos sectores.

Las ventajas de la membresía de la UE para la economía británica han estado siempre sobreestimadas. Una década después de la salida, se llegará a la conclusión de que a algunos sectores les ha ido mejor, a otros un poco peor, pero al final no han cambiado mucho las cosas. Lo que sí cambiará es la estructura de la economía y en menor medida la de Europa también (si no se incluyen los automóviles, por ejemplo, nadie querría ser accionista de BMW o Volkswagen el día en que se sepa la noticia). Mientras se desarrolla la fase III, se acabará sabiendo y los inversores deberán negociar su paso airosamente.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky