Opinión

A vueltas con la jornada de trabajo en España y los horarios laborales

  • Dudamos de la eficacia de la medida anunciada por Báñez
  • La lógica empresarial debe actuar como factor corrector

La reciente comparecencia la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, en la Comisión de Empleo del Congreso de los Diputados, y el anuncio de varias medidas encaminadas a facilitar la conciliación la de la actividad profesional con la vida familiar y la racionalización de los horarios de trabajo, ha suscitado multitud de reacciones en todos los ámbitos.

Fomentar la finalización de la jornada de trabajo a las 18:00 h, aplicar fórmulas de teletrabajo y bolsas de horas para asuntos propios, incluso estudiar cambiar el huso horario de España son las medidas que forman parte de la oferta de diálogo del Gobierno cara a la consecución de un Pacto de Estado para la conciliación y la racionalización de los horarios.

Ya el pasado mes de abril, el entonces Presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, apuntó a ese tipo de medidas como compromiso electoral del PP, posteriormente plasmadas en su Pacto de Investidura con Ciudadanos.

La realización de jornadas prolongadas sin reflejo en la productividad, la cultura del presentismo, los horarios disparatados en comparación a nuestros socios europeos o la dificultad para conciliar la vida familiar y la profesional son temas de debate recurrente cuyas raíces trascienden el ámbito meramente laboral, al estar profundamente enraizados en la cultura social de nuestro país.

Evidentemente, la promoción de este tipo de medidas ha de ser valorada positivamente aunque, en este momento, nos permitimos dudar de su eficacia a corto plazo, especialmente en lo que se refiere a la limitación de la jornada laboral hasta las 18:00 h.

Algunos expertos abogan por premiar en los concursos públicos a las empresas con medidas de flexibilidad horaria y aprobar beneficios fiscales, incluso proponen la introducción de medidas de tipo legal, tal vez una ley de horarios laborales. En definitiva, se trata de fomentar un cambio de mentalidad en comportamientos muy arraigados tanto en las empresas como en los ciudadanos.

Por su parte, partidos políticos sectores situados a la izquierda parlamentaria o los propios sindicatos aprovechan el debate para arrimar el ascua a su sardina y exigir la derogación de la reforma laboral del PP o la implantación de la jornada laboral de las 35 horas, cuestiones que poco tienen que ver con la racionalización de horarios que, incluso, podría alcanzar la modificación del uso horario de nuestro país.

Efectivamente, la más elemental lógica empresarial debe actuar como factor corrector en la regulación de los horarios de trabajo, más allá de la introducción de medidas legales que, en mayor o menor medida, pueden modificar hábitos sociales profundamente arraigados. Así sucedió, por ejemplo, con la Ley contra el tabaco, hoy social y comúnmente aceptada como lógica y deseable.

Pero, ¿es realista dejar de trabajar a las 18:00h? ¿Quién podría hacerlo y quién no? ¿Sirve para todos los sectores y actividades? Es evidente que esta posibilidad no es factible para todos. No imaginamos a un abogado cerrando su despacho a las 18:00; tampoco a un transportista, a un fontanero o a cualquier pequeño negocio echando el cierre media tarde. Y, por su arte, las empresas de mayor tamaño se verían obligadas a modificar su modelo productivo y de organización para posibilitar que mucho de sus empleados pudieran dejar de trabajar a las 18:00 h. ¡Y ojo! que se trata de racionalizar horarios no de trabajar menos horas en la jornada laboral.

A efectos prácticos, cabe preguntarse a cuántos trabajadores afectaría realmente esta medida. Según la Encuesta de Población Activa disponible (tercer trimestre de 2016), en España existen algo más de 18 millones de trabajadores ocupados. Si de esa cifra descontamos los tres millones empleados de la función pública que, en su mayoría tiene jornada intensiva de mañana, otros tantos de trabajadores autónomos y profesionales liberales que no se lo pueden permitir, y los más de tres millones de personas empleadas por empresas de menos de 49 trabajadores, la población elegible y potencial beneficiaria de esa medida se reduce drásticamente, más todavía si tenemos en cuenta aquellos sectores de actividad en los que resulta de imposible o difícil aplicación: sanidad, transporte, servicios, hostelería?

En cualquier caso, siendo evidente la necesidad de racionalizar los horarios de trabajo, además de las campañas de sensibilización y de la necesaria intervención de todos los agentes sociales, entendemos que la primera y mejor iniciativa ha de ir encaminada a la promoción de la flexibilidad horaria y, en segundo lugar, hacia la normalización del teletrabajo.

Efectivamente, está más que demostrado que las empresas que promueven la flexibilidad horaria obtienen mejores cifras de productividad y sus empleados consideran favorecidas sus posibilidades de conciliar, pese a que, según el Instituto de Política Familiar (IPF) sólo uno de cada nueve españoles cuenta con horario flexible en sus empresas

Contra la tendencia patria al presentismo y a calentar la silla, la flexibilización horaria en sus distintas modalidades y el establecimiento del trabajo por objetivos permiten: optimizar la gestión del tiempo de trabajo; mayor iniciativa individual y autocontrol; incremento de productividad, derivada de una mayor eficiencia; mejora en el nivel de satisfacción del empleado; disminución del nivel de absentismo; reducir costes de infraestructura y espacio en las instalaciones.

Además, la introducción de este tipo de medidas contribuye a facilitar la gestión del talento, especialmente en aquellos colectivos de profesionales más jóvenes cuyas demandas laborales, en términos de conciliación personal y tiempo libre, poco tiene que ver con las nuestras o con las de nuestra padres.

Por otra parte, la mayoría de las desventajas típicas de del trabajo a distancia o no presencial (falta de integración en la empresa, dificultad para trabajar en equipo, asilamiento personal, dificultades de desconexión...) están siendo solventadas de manera exitosa por la empresas para las que el teletrabajo es una forma más de la prestación laboral, normalmente en combinación con una prestación presencial y con el establecimiento del trabajo por objetivos.

En cualquier caso, todavía queda un largo camino por recorrer; probablemente nuestros hijos tendrán horarios de trabajo más flexibles y adecuados a sus necesidades de conciliación, siempre y cuando sus futuros empleadores les exijan acudir a un puesto o centro de trabajo?. Lo cual, a día de hoy, no está nada claro, salvo en aquellos sectores y servicios que requieran atención directa e intervención presencial.

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