
La audiencia del primer debate presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump será la más alta de la historia. Podría superar los 100 millones de espectadores.
Noventa minutos sin interrupciones publicitarias. Ambos son impopulares. Su mala imagen va más allá de la excentricidad y los malos modos del republicano y la escasa capacidad de la demócrata para conectar con su electorado. The Washington Post denunció el uso ilegal de fondos de la Fundación Trump. Gastos personales y más de un cuarto de millón de dólares para resolver cuestiones legales. Por su parte, la Fundación Clinton puede verse empañada por el tipo de financiación captada para realizar sus actos de caridad. Un inconveniente que se suma al uso que Hillary hizo de su correo personal para asuntos de Estado.
Mueve estas elecciones el voto por el ?mal menor?. La expectación es grande. Al primer debate con una mujer como candidata se le añade la novedad de lo ?impredecible? del encuentro por el polémico Trump.
Clinton arrancó la campaña con una ventaja notable, aunque en las últimas semanas el republicano ha recortado distancias. Incluso la ha sobrepasado en algunas encuestas en Estados clave como Ohio y Florida. Cunde el nerviosismo y se suceden los errores de Clinton. En la ceremonia de conmemoración del 11-S estuvo próxima al desvanecimiento y se supo después que padecía una neumonía. Reconoció no haber atendido las recomendaciones médicas. El tropiezo, obviamente, no fue sufrir la enfermedad, sino haberla mantenido en secreto. Otra equivocación fue su desafortunado comentario en el sentido de que los electores de Trump eran ?deplorables?. Las frases burdas y populistas eran cosa de su adversario.
La tensión racial agita la campaña. Tras la muerte de otro hombre negro por la policía, en Carolina del Norte, el gobernador declaró el estado de emergencia. Los disturbios además de mostrar las enormes brechas raciales, económicas y sociales existentes evidencian el ejercicio desproporcionado de la fuerza por la policía. Sucede en todas las comunidades, pero particularmente en la afroamericana. El escenario del caos favorece al candidato de la ley y el orden que insiste en su discurso de mano dura. Trump sostiene que es necesaria una ?agenda nacional contra el crimen y la delincuencia?.
Hillary, que basa su campaña en las minorías con el lema ?Unidos somos más fuertes?, reitera su visión integradora de lo diverso. Ha retomado su actividad proponiendo a los hispanos construir ?puentes y no muros?. El voto hispano es importante en EEUU. En Estados como Florida es fundamental. Crucial desde que ha recibido un flujo masivo de puertorriqueños huyendo de la crisis. Clinton es partidaria de que EEUU rescate económicamente la isla. Sin embargo, se ve obligada a una mayor cautela en el caso de los afroamericanos: condenar la violencia contra ellos - un electorado que le es fiel - sin espantar a los votantes blancos y que suelen apoyar a la policía.
Alimenta asimismo el miedo y los prejuicios el arresto del estadounidense de origen afgano que colocó las bombas en Nueva York y Nueva Jersey hace una semana. Trump obtiene rédito político no solo de los disturbios, sino también de los atentados con su táctica de generalizar la culpa. Relacionar inmigración con terrorismo es su mensaje. Seguirá afirmando que lleva razón al prohibir la entrada de los musulmanes.
Tan divididos como la población parecen estar los multimillonarios con sus decisivas aportaciones económicas. A favor de Hillary se han posicionado Warren Buffett, Michael Bloomberg así como la presidenta de Hewlett Packard (y republicana) Meg Whitman. Otros respaldan a Trump. El inversor Carl Icahn, que aceptó el puesto de secretario del Tesoro que se le ofreció. Sheldon Adelson, que ya le apoyó en las primarias con 100 millones de dólares. Interesante recordar que hace unos años Adelson fracasó al intentar crear una especie de Las Vegas en España. Y Peter Thiel, fundador de Paypal, quizá el único de los millonarios afincados en el Silicon Valley californiano que ensalza a Trump.
Pese a las controversias, el prolongado ejercicio público de la candidata demócrata se impone a la inexperiencia y el narcisismo de Trump. Es la opción menos mala. En el cara a cara del lunes tendrá la oportunidad de demostrarlo.