
Los calienta sillas en una junta directiva a veces son reelegidos por unanimidad. Hay muchos miembros de juntas directivas que soportan ineficaces compañeros en dichas juntas. Eso no significa que haya que poner fin a las juntas directivas. En su conjunto, añaden valor.
Pero las juntas directivas suelen tolerar que uno o dos de sus miembros desempeñen una labor problemática. Es algo muy difícil de erradicar, ya sea por cuestiones políticas o que demoran mucho tiempo.
Ésa, lamentablemente, es la razón por la cual muchas juntas directivas, tanto en los sectores privado como públicos, no hacen la plena contribución que deberían y podrían realizar.
Para que quede en claro, no estamos hablando de la conducta de una junta directiva que es criminal. Con algunas famosas excepciones, las juntas directivas echan a cualquiera que no acate la ley. No, aludimos al tipo de conducta en una junta directiva que es perfectamente legal, y al mismo tiempo, perfectamente destructiva. Al menos, en nuestra opinión, existen cinco.
El que no hace nada
Comencemos con el tipo de miembro de una junta directiva más frecuente y conocido: aquel que no hace nada.
Algunos de esos individuos están demasiado ocupados con sus propias compañías, o con otras juntas directivas. O tal vez están preocupados por sus vidas en general y no se preocupan por una junta directiva en particular.
Si se piensa que el miembro de una junta directiva en Estados Unidos puede obtener entre 25.000 y 100.000 dólares anuales, un directivo obtiene una buena cantidad de dinero. En el sector privado, con frecuencia la recompensa es el prestigio. Por lo tanto, aquellos que no hacen nada en muy escasas ocasiones cuestionan alguna decisión. O tampoco se aventuran a tomarle el pulso a la compañía, a fin de determinar si lo que escuchan acerca de los valores y de la estrategia puede ser cotejado con los sentimientos de los empleados.
El que se rinde
Esos individuos son muy desagradables, pero no tan peligrosos como el tipo número dos en nuestra taxonomía, aquellos que agitan la bandera blanca de rendición.
Esas personas temen quedar manchadas por algún tipo de controversia, tales como una demanda colectiva o la protesta de los activistas. Les falta coraje, un atributo clave de cualquier miembro de una junta directiva. Con cada desafío público o privado, contaminan la junta directiva tratando de llegar a toda costa a un acuerdo, aunque eso signifique vender todo. Lo importante es eludir los peligros.
Por cierto, una junta directiva debe en ocasiones zanjar una disputa, pero nunca antes que la organización realice un exhaustivo análisis de los hechos. Tal proceso crea una cultura de confianza entre la gerencia y la junta directiva, y es sólo en ese medio ambiente donde los riesgos pueden y deben asumirse.
El conspirador
El conspirador es el tercer tipo de mal miembro de una junta directiva. Ése es el director que está sentado en las reuniones sin dar a conocer su pensamiento. Por cierto, el conspirador suele apoyar al bando prevaleciente, pero luego trabaja entre bastidores, tratando de concretar otra agenda, la suya.
En muchos casos, los buenos miembros de una junta directiva logran acallar a esos intrigantes de palacio. Pero, en ocasiones, un conspirador representa su propio comité ejecutivo. El resultado es una junta directiva secreta, dentro de una junta directiva, que transforma al resto de los directores en ciudadanos de segunda clase.
Eso socava la relación entre la junta directiva y la gerencia. Los ejecutivos nunca saben si un miembro de la junta directiva está hablando por su cuenta, por toda la junta directiva, o por el conspirador.
El entrometido
Los buenos directores se concentran en las perspectivas amplias, en la sucesión y en la estrategia. En cambio, el cuarto tipo de mal integrante de una junta directiva hace algo distinto. Se trata del entrometido. En lugar de reunirse con talentos potenciales y discutir la dinámica de la industria, los entrometidos enredan todo basándose en detalles operacionales.
Parecen olvidar que se ha elegido a los miembros de la junta directiva por su inteligencia, por sus sanos consejos y por su juicio, no para que administren cotidianamente una empresa.
El pontificador
Y, finalmente, está el pontificador. Se trata de una persona que sólo se escucha a sí misma, especialmente cuando opina sobre asuntos de Estado, tales como eventos mundiales, tendencias sociales, la historia de la compañía, o su área particular de pericia.
Como los entrometidos, los pontificadores distraen a la junta directiva de los intereses reales, y, además, irritan a sus colegas.
Claves para el éxito de una junta
Si usted es miembro de una junta directiva, es más fácil, por supuesto, dejar que un par de seres que no hacen nada estén sentados en la sala de conferencias hasta que se jubilen, antes que tolerar algunas banderas blancas de rendición que se acobardan, en tanto el resto del grupo lidia con las crisis.
Es más fácil intentar aislar o eludir a intrigantes, e ignorar a entrometidos y a pontificadores. Pero imagine lo bueno que sería si los comités encargados de las nominaciones, y que generalmente se ocupan de examinar a miembros potenciales, encararan los casos difíciles que están frente a ellos.
Después de todo, sólo una junta directiva puede encargarse de que sus miembros muestren su mejor conducta.