
A finales de los 90, cuando la publicidad española se manejaba aún en terrenos relativamente conservadores y con considerable peso de la argumentación racional, Volkswagen lanzó una arriesgada campaña publicitaria para dar a conocer el nuevo Polo y su exclusivo Ziritione. Eran tiempos en que mucha de la publicidad de automóviles consistía aún en enumerar a toda velocidad el equipamiento de serie mientras los coches iban y venían por páginas y pantallas. Tiempos sencillos. La nueva clase política arrincona al bipartidismo en un debate inédito.
Ante la dificultad de diferenciarse en semejante contexto, Volkswagen optó por idear una característica exclusiva, exclusiva en tanto que era irreal y nadie podía tenerla siquiera en proyecto. No era un nuevo sistema de frenado ni un número mayor de airbags. Era, sencillamente, Ziritione. Según explicaría más tarde la propia marca, el Ziritione era algo que se manifestaba "de forma espontánea en todos aquellos que conducen un Polo".
La precampaña electoral en España quemó rápidamente aquello del equipamiento. Cuesta decidirse entre renta mínima, prestación básica, subsidio incondicional o pago de inserción. De modo que hemos pasado a la venta del Ziritione. Lo inquietante es que en esta alegoría, el rol de la agencia publicitaria lo cumplen los medios de comunicación.
Publica el diario El País un editorial titulado "Sánchez y Rivera" que presenta a Pedro Sánchez y Albert Rivera como los dos únicos "candidatos con hechuras presidenciales". El texto se apresura a tachar a Ciudadanos de "marca" para concluir que Sánchez "ha demostrado mayor altura política, profundidad de propuestas y un aplomo personal más acorde a lo que se espera de un candidato a jefe del Ejecutivo". Si usted lo dice...
Independientemente de quién sea o deje de ser el favorito de cada cual, dejemos claro algo: "presidenciable" es cualquier ciudadano español al que no se le haya suspendido el derecho de sufragio pasivo o inhabilitado para cargo público (de esos tienen unos cuantos en PP y PSOE). Sanchez y Rivera son tan presidenciables como Iglesias, Garzón, Herzog e incluso Santamaría. Sin embargo, según se viene usando el término, las "hechuras presidenciales" y sus variantes son aquello que se manifiesta de forma espontánea en todos aquellos que le caen bien al medio o analista de turno cuando el medio o analista de turno se ha quedado sin argumentos.
'Duende' y presidenciabilidad
La noción de "presidenciabilidad" y otras similares como la de "altura política", funcionan de un modo similar al Ziritione, el "duende" flamenco o la tortilla española, nadie se detiene a definirlo pero está claro quién tiene o no legitimidad para sancionarlo. El gran cantaor podrá rechazar a un palmero por falta de duende sin necesidad de mayores explicaciones y el vecino de Cuenca pondrá si quiere chocolate a su tortilla que seguirá proclamándola más "tortilla española" que la más ortodoxa de las tortillas de patata de Noruega.
Esto en resumen significa que la noción de "presidenciabilidad" por un lado es obviamente arbitraria y por otro, tiene un fuerte sesgo de pertenencia, si a alguien se le atribuye ese "je ne sais quoi" será probablemente al que lleve más tiempo participando del "tinglado". Y no. Por una vez no es obligatorio votar a los de siempre. Todos son presidenciables, aunque tenga coleta y dentadura imperfecta, aunque sea mujer y muy bajita, aunque no le llamen (o no quiera ir) a los grandes debates.