
Un nutrido grupo de directivos de organizaciones internacionales, empresarios, académicos y altos representantes de la sociedad civil participaron el 5 de Octubre en el Foro Global sobre Inversión Internacional G-20-OCDE, celebrado en Estambul.
El Foro ha tenido lugar en un momento crítico para la economía global, con una tibia recuperación del crecimiento, el comercio y la inversión a media velocidad, y con las consecuencias sociales de la crisis, incluyendo la creciente desigualdad, ralentizando la recuperación económica. La inversión, y la inversión extranjera directa (IED) en particular, se encuentran aún en niveles inferiores a los anteriores a la crisis global, y la reacción proteccionista, incluyendo sus formas más turbias, es una amenaza real. Estas circunstancias hacen que mantener los mercados abiertos al comercio y la inversión sea un asunto de importancia crítica para la recuperación de la economía mundial.
Con este espíritu, Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, en su intervención de apertura del Foro exponía que las reglas actuales que rigen la inversión internacional no permiten hacer frente a los retos que se presentan en tres ámbitos de la realidad. El primero, la necesidad de promover un clima de inversión generador de desarrollo, que reconozca nuevos países y actores en el panorama internacional. Si el reconocimiento sobre la necesidad de seguir eliminando barreras, sobre todo en la inversión en el sector servicios, fue objeto de consenso, también lo fue la necesidad de promover formas más inclusivas de crecimiento sostenible, que aseguren el comportamiento responsable de los inversores.
Aunque no explicitado, la satisfacción por el acuerdo en el seno de la OCDE para combatir los abusos fiscales de grandes multinacionales (MNE) y para facilitar el intercambio de información sin necesidad de renegociar los convenios sobre doble imposición entre países, estaba presente en el Foro.
El segundo aspecto sobre el que la realidad ha superado el régimen actual sobre inversión internacional hace referencia a su fragmentación y la consecuente necesidad de promover un marco de gobernanza coherente. El marco sobre el que se asienta la inversión internacional cuenta con más de 3.000 acuerdos de inversión (IIA), la mayoría de ellos de carácter bilateral (BIT). Aunque en la última década hemos asistido a un aumento considerable en la firma de grandes acuerdos regionales (RTA) -el último el del Pacífico entre doce países, cuyos detalles iremos conociendo en los próximos meses así como sus implicaciones para el que finalmente vea la luz entre EEUU y la UE-, nuevas necesidades parecen emerger para la próxima generación de acuerdos "mega-regionales". Entre éstas, el tratamiento de las relaciones entre comercio e inversión, el riesgo a que la existencia de grandes bloques pueda generar lagunas y contradicciones entre los distintos regímenes que acaben generando costes y distorsionando las pautas sobre comercio e inversión. En este sentido se ve como necesario promover un diálogo en el marco de la OMC que guíe sobre las mejores prácticas y que ayuden a construir reglas más coherentes en el futuro.
La tercera evidencia que se impone sobre el marco de inversión internacional se refiere a la interdependencia entre comercio, inversión y servicios en las cadenas globales de valor (GVC), y cómo reflejar esa coordinación en la acción política. La creciente complejidad de la relación comercio-inversión surge de la actividad de las empresas multinacionales, que representan un alto porcentaje del comercio mundial. El conocimiento y análisis de las nuevas estrategias de las MNEs, incluyendo la cambiante relación entre empresas matrices, filiales, proveedores, incluyendo pymes, parece ahora más que nunca necesario. Se reconoce así que aunque las manufacturas son las principales actividades de las cadenas globales de valor, los servicios constituyen su piedra angular, no solo como inputs de su proceso de producción sino como conexión entre diferentes segmentos de la producción. Y un gran potencial de esas cadenas de valor permanecen inexplotadas por los altos niveles de restricciones actualmente existentes. La OCDE pone así el foco en la necesidad de un enfoque sistemático y global, reconociendo la importancia de eliminar barreras y llevar a cabo reformas en el eje esencial del sector servicios: las telecomunicaciones, el transporte o la logística. El Foro concluía que la implicación del G20 sobre comercio e inversión es fundamental para afrontar estos retos. Implicación que deberá construirse sobre la base de consensos y acuerdos mutuos para mejorar el actual régimen sobre comercio e inversión, los dos motores sobre los que asienta la reactivación de la economía mundial. Hasta aquí las indicaciones de la OCDE sobre la materia, pero como señaló de manera privada un alto representante de un gobierno europeo presente en la reunión "qué diferente es lo que se dice de lo que se hace".
Esperemos que la retórica vaya acompañada en esta ocasión de acciones y políticas, tanto multilaterales como nacionales, que cambien el marco de actuación de la inversión internacional en aras de mayor transparencia, responsabilidad y sostenibilidad.