L a reapertura de las embajadas de EEUU y Cuba es un gesto simbólico importante. Que Barack Obama, a diferencia de Raúl Castro, tenga que obtener la aprobación del Congreso indica la distancia existente entre la democracia con todas sus imperfecciones -y la estadounidense presenta muchas- y la dictadura.
Todas las decisiones del hombre más poderoso del mundo deben ser ratificadas por el Parlamento. Por no hablar del embargo económico que finalizará unicamente cuando logre vencer la resistencia de ambos partidos en el Congreso.
Cuba se encuentra ante gravísimos problemas económicos que aumentan a medida que empeora la situación de su aliado, Venezuela. No se oculta que la mejora de relaciones con EEUU es una forma de obtener divisas. No se plantea un cambio en el sistema político. La prueba: el régimen ha intensificado su acoso a la oposición y se ha procedido a numerosos arrestos arbitrarios.
Por otro lado, se teme que la normalización que representa una embajada pueda provocar un cambio en las políticas de apoyo a los inmigrantes. En concreto, la desaparición de las leyes que hoy favorecen y facilitan la entrada e integración de cubanos en EEUU. En efecto, informes oficiales hablan de un aumento preocupante de la migración ilegal. No solo a través del mar hacia Florida, sino también mediante las redes de traficantes desde Ecuador, vía Centroamérica, para entrar por la frontera con México. Al ritmo actual, la cifra total podría superar en pocos meses los más de 20.000 cubanos que lograron entrar en 2014.
Por ello algunos periodistas y políticos republicanos consideran que la apertura de la embajada en Cuba no brinda ningún beneficio al pueblo cubano; es "otro intento trivial del presidente para conseguir un legado". No es así, lo único que ha resultado ser un rotundo fracaso fue la política de aislamiento de EEUU hacia Cuba. Y lo que hubiera constituido una "irresponsable ligereza" hubiera sido mantenerla.
Los flujos de inversión directa norteamericana podrían pasar a ser de 17.000 millones de dólares en una primera etapa (de los 1.000 millones actuales). Pero para EEUU, aunque parte de la apertura haya sido auspiciada desde su Cámara de Comercio, lo cierto es que el deshielo más que un negocio económico inmediato supone un logro político. Ha mejorado su imagen. Y ha dado un renovado significado a la Organización de Estados Americanos.
Washington muestra una nueva conducta ante sus vecinos del sur que -en alguna medida- siempre manifestaron su solidaridad con La Habana. Este cambio de actitud hacia Latinoamérica es, además, fundamental para EEUU en un momento en el que Rusia y, sobre todo, China disputan su influencia en la región.
La isla obtendrá muy necesarios ingresos por el aumento del turismo y por el sector de la construcción. La llegada masiva de turistas norteamericanos revertirá en un ingreso mayor de dinero para la economía informal del cubano de a pie. En Cuba, donde la gente gana apenas 20 dólares de promedio mensual, conviven dos monedas: el peso nacional y el convertible con una paridad de 24 pesos equivalente a casi un dólar. La actualización del modelo implicará la unificación monetaria. Ésta generará un coste inflacionario que recaerá sobre el conjunto de la sociedad cubana. La previsible irritación social se aliviará solo en parte con la creación de empleos mejor pagados. Todo esto conllevará una transformación ideológica y cultural.
Los líderes autoritarios contemplan con desdén el compromiso y los mecanismos de control. Los consideran síntomas de debilidad. No obstante, las simples manifestaciones de poder carentes de respaldo siempre acaban siendo derrotadas por los mejores argumentos. Así pues, también se equivocan los mandatarios de países como Venezuela, Ecuador, Nicaragua y otros al plantear el acercamiento en términos de "derrota imperialista frente a victoria de la Revolución Cubana".
Hay todavía mucha frustración por la escasez. Y por la falta de avances en derechos humanos, liberación de presos políticos, libertad de prensa, acceso a Internet, etc. Sin embargo, no existen soluciones mágicas.
Lo que está logrando la estrategia de Obama es algo irreversible: destruir el discurso del "enemigo" que durante más de 50 años sirvió al régimen para manipular a los cubanos.
La población presiona cada vez más por tener un mayor acceso a las comunicaciones. Con la reapertura de las embajadas se inicia una etapa con más posibilidades para el intercambio directo entre los Estados y las personas. Mayores oportunidades para el diálogo, la libertad y la democracia.